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Japonismo. La fascinación por el arte japonés

Por María J. Pérez.

 

Caixa Forum Madrid

Paseo del Prado, 36

Del 17 de octubre de 2013 al 16 de febrero de 2014

 

 

fortuny“Hace un tiempo recibí un paquete de japonneries, las he repartido entre mis amigos”

 

Fueron estas palabras, escritas en 1861 por el poeta y crítico de arte Charles Baudelaire, las que anticipaban el interés que despertaría en el siglo XIX todo lo que proviniera de Japón y que se denominó “Japonismo”.

 

Unos dicen que el primero en acuñar este término fue Baudelaire, otros que Zola. También se le atribuye a  Philippe Burty, coleccionista entusiasta de estampas japonesas, que publicó en 1872 varios artículos con el título “japonisme”.

 

Lo que sí que sabemos con certeza es que deslumbró a los movimientos artísticos de la época y que su inicio coincide con la llegada y popularización de las estampas japonesas ukiyo-e –una técnica de xilografía polícroma- a Paris de la mano de artistas japoneses como fueron Utamaro, Hokusai o Hiroshige y que revolucionaron la pintura europea contribuyendo al nacimiento del impresionismo.

 

De la mano de estas estampas también llegó la cerámica japonesa, seguida por tejidos, bronces y esmaltes cloisoné y otrasJaponismo-Lautrec-7 manifestaciones como la literatura y las óperas -Madame Butterfly y Turandot de Puccini- que son claros ejemplos de la influencia japonesa.

 

Y ahora viene a Madrid, procedente de Barcelona, la exposición “Japonismo. La fascinación por el arte japonés” para ilustrarnos de una manera muy visual toda esa seducción que tuvo Oriente y, especialmente, el arte y la cultura de Japón en la Europa de finales del XIX e inicios del XX.

 

Más de 300 piezas, muchas de ellas nunca antes expuestas, y en todas las expresiones artísticas desde pintura, grabado, dibujo e ilustración, mobiliario, joyería, estatuas budistas procedentes de diferentes museos y colecciones privadas, se exhiben en Caixa Forum para aproximarnos a una historia de intercambios comerciales y culturales entre España y Japón, con la llegada de los primeros misioneros -en el período Namban- hace más de 400 años y con la apertura de sus puertos al mundo exterior, consecuencia de la Revolución Meiji de 1868.

 

Europa no se resistió ante el influjo japonés a finales del XIX, con París como capital artística por excelencia, ni al despliegue de planteamientos estéticos que alimentaron e influyeron a los impresionistas, postimpresionistas, simbolistas, y a las posteriores vanguardias de la primera mitad del siglo XX.

 

Ávidos de nuevos lenguajes, estos artistas europeos se vieron cautivados por el estilo decorativo, el fervor por la naturaleza, el uso de colores planos y vibrantes y de la línea para destacar el volumen sin necesidad de sombras, la libertad de composición y la despreocupación por la perspectiva. Todo era atractivo.

 

¡Cómo podríamos imaginarnos las láminas y carteles de Toulouse-Lautrec sin la influencia nipona! Así, en su “Divain Japonais” (1892), que podemos admirar en una de las salas, nos define muy bien esta nueva manera de aplicar el color que inspiró el cartelismo tanto en París como en Barcelona.

 

AlexandredeRiquerCrisantemos1899ColecciónParticularEn España este fenómeno nació hacia 1870, en especial en Cataluña, alrededor del modernismo y otras corrientes, con una gran variedad de propuestas estéticas.

 

Fue el pintor catalán Mariano Fortuny una de las figuras que introdujeron, a su regreso de París, el japonismo en España -tanto en el plano artístico como en su faceta de coleccionista de arte japonés- y ocupa un lugar destacado en la exposición. Resume perfectamente esta influencia oriental a través de su deliciosa obra “Los hijos del pintor en el salón japonés” de 1874, procedente del Museo del Prado.

 

Y también fue seguido por un importante grupo de artistas españoles como Pablo Picasso, Santiago Rusiñol, Adolfo Guiard, Isidre Nonell y muchos otros que confirman y secundan el gusto por lo oriental.

 

Comisariada por Ricardo Bru, muchas de las obras provienen de la Exposición Universal de Barcelona de 1888, (anteriormente se habían celebrado certámenes en  Londres, 1862 y en Paris, 1867) que fue clave para la introducción, difusión y consolidación del japonismo. Además de suponer el impulso de las relaciones comerciales entre España y Japón.

 

El espíritu pionero de una burguesía próspera impulsó el coleccionismo. Muebles de Gaspar Homar, joyas de Durrío y Masriera,Tsunami_by_hokusai_19th_century estampados de Riquer, biombos como el atribuido a Salvador Dalí, quimonos, arreglos florales y numerosas obras pictóricas, entre las que destaca “Retrato de E. C. Ricart”, de Joan Miró, invaden las salas de la Obra Social La Caixa para transportarnos a esa corriente.

 

Esta exposición se integra dentro de las actividades con motivo del “Año Dual España-Japón” conmemorativa del cuarto centenario del intercambio hispano-japonés, cuando se produjo el envío de la Embajada Keicho a Europa (España e Italia). De ahí que la muestra recoja todo este amplio espacio de tiempo.

 

Una aureola de exotismo que testimonia una nueva sensibilidad en el arte, con un insólito lenguaje plástico que revolucionó el concepto de modernidad. Nadie que se considerara moderno o entendido en nuevas tendencias fue ajeno al influjo del japonismo.

 

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