Club Culturamas

Mamá, ¡quiero ser Harry Potter!

Por Juan Luis Marín. Si hace unos meses nos sorprendía la noticia de la apertura de la primera Escuela Universitaria de Rock, ahora le toca el turno a una disciplina aún más sorprendente: la MAGIA.

– Bien- dirá un empleado de la oficina del paro-. ¿Tiene estudios?

– Sí. Licenciado en Ilusionismo.

– ¿Por qué no va a la Moncloa? Si es bueno, seguro que le contratan…

Cartomagia, mentalismo, hipnosis, escapismo… son solo algunas de las asignaturas de este curso universitario, el primero de estas características que se imparte en el mundo y que cuenta con 37 alumnos.

Como premisa literaria o cinematográfica no tiene desperdicio: un grupo de estudiantes de Ilusionismo del Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial, adscrita a la Universidad Complutense, forma una banda criminal que se dedica a robar bancos, joyerías… incluso museos. Y para dar con ellos, la policía contrata los servicios de los profesores de la misma universidad que, sin saberlo, estarán intentando atrapar a sus discípulos.

Porque una cosa está clara: más allá de ser contratado por una empresa de espectáculos con el propósito de llenar teatros (con lo complicado que es eso hoy día), ¿a qué puede aspirar el primero de su promoción en Ilusionismo? ¿Quién llamará a su puerta para hacerse con sus servicios a cualquier precio? ¿José Luis Moreno?

Alguno podría ser contratado como cerrajero o, dada su habilidad con las manos, por la industria de los pollos para averiguar el sexo de los mismos; algún mentalista podría despertar el interés del aeropuerto de Barajas para detectar traficantes, por la policía para ayudarles a resolver sus casos…; y los más habilidosos quizá hagan carrera como espías en el CESID.

Aunque, seamos sinceros, ¿no sería lo más normal que se dejaran seducir por el lado oscuro? Porque, tal y como está el patio, un crack del ilusionismo seguro que se forra engañando, estafando… y robando. Siempre desde el punto de vista narrativo, por supuesto. Deformación profesional.

En tres años sabremos qué es de estos 37 pioneros estudiantes. Y si entonces uno solo de ellos aparece surcando los cielos de Madrid a lomos de una escoba, lo juro, daré palmas con las orejas.

Habrá comenzado una nueva era.

La da la fantasía.

Y la ilusión.

Que tanta falta nos hace…

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