Entrevista a Alberto Marcos por "La vida en obras"
Por Benito Garrido.
La vida en obras es precisamente aquella que todavía está por construir, la que se centra quizá en esos años de aprendizaje previos a la madurez… En su primer libro de relatos, Alberto Marcos nos introduce en el apasionante e incierto viaje que todos realizamos por alcanzar el mundo real y, como consecuencia, alcanzarnos a nosotros mismos. Marcos (Madrid, 1977) es licenciado en Historia. Trabajó como redactor y guionista de televisión, una labor que compaginó con diversos trabajos como autor, corrector y editor de mesa para diferentes editoriales. Actualmente, trabaja como editor en Random House Mondadori, en el sello de Plaza y Janés.
La vida en obras. Alberto Marcos. Editorial Páginas de Espuma, 2013. 320 páginas. 19,90 €
Catorce relatos escritos desde las entrañas con una estudiada cadencia que nunca deja de crecer. Como sus protagonistas: adolescentes y jóvenes cuyos privilegios son en realidad un obstáculo para ese crecimiento. El miedo y la capacidad de superarlo, nuestra identidad y nuestras decisiones. El hecho de relegar esa permanente sensación de que nuestros ritmos son diferentes a los de los demás, de que cómo nos sentimos no tiene nada que ver con lo que se nos pide que seamos. De que nuestra vida esté continuamente en obras ¿Cómo afrontar la melancolía del cambio? ¿Cómo abrazamos nuestros deseos? ¿Cuál es el precio a pagar para hacerse un hombre o una mujer?
P- La vida en obras es precisamente esa que todavía está por construir: la juventud o adolescencia previa a cierta madurez… ¿Son días y acontecimientos que quizá marcan toda una vida, que nunca llegan a olvidarse, o a superarse?
Marcan, pueden llegar a superarse, pero no se olvidan.
El libro está dividido en tres partes: adolescencia, juventud y madurez. Y es curioso porque mucha gente me dice que los relatos de la primera parte son los más implacables. Yo creo que es porque uno vive la adolescencia como una sucesión de pequeños terremotos (el despertar sexual, la soledad, el desarraigo, etc.) que rompen con el mundo de la infancia, y que sirven para construir los cimientos de lo que seremos. Precisamente por eso me parece que, en el fondo, esa primera parte es más esperanzadora de lo que parece: los protagonistas adolescentes de los primeros relatos todavía tienen todo su andamiaje por edificar. Dependerá de ellos que aquello que les ha marcado en el pasado no les impida crecer como personas libres. Por contra, se diría que cuando somos adultos es más difícil asumir los cambios.
Lo que es seguro es que, tengamos la edad que tengamos, nuestra vida siempre está en obras.
P.- ¿De qué fuentes beben tus relatos? ¿Qué escritores han marcado tu escritura?
De la tradición norteamericana: John Cheever, Carson McCullers, Flannery O’Connor, Richard Yates, J.D. Salinger, Katherine Ann Porter, etc. Claro que el maestro indiscutible del relato para mí seguirá siendo Chejov. Aunque si me preguntas quién me gustaría ser de mayor, te diría sin lugar a dudas que Alice Munro.
P.- ¿Por qué todos tus cuentos transmiten una sensación de desasosiego difícil de quitarse una vez completados? ¿Te gusta provocar al lector, llevarle a pensar?
Creo que más que hacerle pensar, lo que me gusta es hacerle sentir. Para mí la literatura es comunicación, establecer contacto con el lector. Y esa comunicación será mucho más profunda si tiene su anclaje en la emoción. Me gusta creer que ese desasosiego viene de la identificación del lector con los personajes, de reconocernos en ellos, de reflejarnos en sus errores y en sus aciertos, de asimilar que su vida en obras es un poco también como la nuestra.
P.- Historias donde los pequeños detalles son tan importantes como los personajes, ¿quizás por qué son los verdaderamente reveladores?
Siempre he pensado que es así. Para mí escribir es mirar, es mostrar lo extraordinario del mundo a través de lo ordinario, nunca a través de lo grandilocuente ni lo “trascendente” (que te lleva a retratar una realidad forzada, artificial). En cambio, en los objetos, en las palabras, en los gestos, en esos pequeños detalles, está la verdad de nuestro día a día, esa verdad que revela lo complejo de la existencia.
P.- Miedos, dudas, pasiones, errores, deseos, curiosidades, emociones… ¿Cuándo la vida está en obras suelen ser más intensos y terribles que cuando ya se es mayor?
Es un poco lo que te decía antes: creo que sí puede haber más intensidad en los años adolescentes. Las dudas, las emociones, los deseos, permanecen a nuestro lado siempre, pero depende de cómo hayamos crecido nos enfrentemos a ellos de una forma u otra. Si bien me gustaría que fuera el lector el que sacara su propia conclusión sobre estas cuestiones después de la lectura.
Por ejemplo, Nuria, la adolescente con problemas de autoestima por el tamaño de sus pechos en el relato “Taxidermia” vive los cambios en su cuerpo de forma trágica; y bien podría ser que años más tarde fuera Julia, la protagonista de “Bichos”, una treintañera que trata de enfrentarse con más valentía a su crisis de edad. Y a su vez Julia podría convertirse finalmente en Mariona, que encara de frente los problemas sexuales con su marido en “¿De qué hablan los hombres en el gimnasio?”. En otros casos, desde luego, la evolución puede no ser positiva porque la vida en obras no siempre es una vida a mejor.
Los relatos son totalmente independientes y tienen protagonistas diferentes, pero guardan una coherencia en el orden en que están ubicados para que el lector pueda hacer este tipo de asociaciones y, espero, añada un nivel más profundo a la lectura.
P.- El chico al que evitan, los jóvenes que se acercan al quiosco a mirar revistas, las fiestas donde el alcohol ayuda a superar temores… ¿Retazos de algo ya vivido, quizá?
Sí, en muchos casos sí. Es un libro muy personal, escrito desde las entrañas. En realidad, escribir casi siempre es algo “personal”. Esto no significa que haya vivido exactamente lo que viven los personajes, pero he estado (o estoy) muy cerca de sus conflictos. Si no fuera así, quizá no podría haber escrito sobre ellos. Pero nunca he golpeado a nadie en la cabeza con una botella de vodka ni he aderezado secretamente con semen una salsa de arándanos para una cena entre amigos, como hacen dos de mis personajes, jajaja.
P.- El humor y la amarga tristeza se citan en más de un relato… ¿es el camino idóneo para escribir sobre capítulos inquietantes y difíciles de superar?
No sé si es el camino idóneo, pero parece que es el mío. Cuando escribo un relato no planifico con antelación las dosis de humor o melancolía. Creo que es la historia y los personajes los que imponen una atmósfera determinada. Aunque sí intento cuidar que esa atmósfera no sea uniforme, que, como la vida, esté contaminada por lo cómico, lo melodramático, lo triste, lo bello…
P.- ¿Los sobreentendidos y los silencios finales de tus relatos son una invitación al lector a que saque sus propias conclusiones, a que les dé continuidad?
En el relato no hace falta dejarlo todo atado y bien atado. El cuento es un género que se presta a retratar un momento en la vida de los personajes, algo muy concreto que los define y que explora el conflicto que están viviendo. De alguna manera, los relatos están también “en obras”, y por tanto requieren más implicación del lector para “llenar los huecos” o, efectivamente, dar continuidad a las historias. Además, como escritor y como lector, me gusta la ambigüedad, me gusta la sugerencia, no quiero transmitir ningún mensaje telegrafiado. Es mucho más interesante escribir para abrir nuevos caminos al lector que sentar cátedra o presentárselo todo masticado.
P.- Del guión a la edición, y ahora a la escritura. ¿Pasión antigua o espinita por sacar?
Pasión antigua, muy antigua, por contar historias. Por esa comunicación con los lectores de la que hablaba antes. Más que con el escritor encerrado en su habitación ante el papel en blanco, me veo como un cuentacuentos rodeado de gente en torno a una hoguera. Y esa comunicación también se da en el mundo del guión e incluso en el de la edición. Así que, en realidad, de una forma u otra, siempre he hecho lo que me gusta: contar historias.
P.- ¿Cómo ves el panorama literario actual? ¿Y el editorial?
El mercado editorial ha experimentado un bajón importante en ventas, pero también está en plena transformación, por lo que creo que el futuro ofrece muchos caminos interesantes. Y cada año descubro (y disfruto) nuevas voces narrativas tanto nacionales como extranjeras. Así que soy optimista en ambos frentes.
P.- ¿Nuevos proyectos literarios a corto plazo?
En Páginas de Espuma han recibido con los brazos abiertos este mi primer libro, y han sido muy generosos al pedirme un segundo. Ahora mismo estoy con él. ¡La vida de un escritor en obras!
A los 14 años tuve la crisis existencial mas fuerte. El sistema educativo en ese entonces carecía de una visión respecto a lo fundamental que es que cada quien conozca su mundo emocional tanto como el intelectual. Yo me perdí en el camino y falto muy poco para que me desconectara de la realidad. La intelectualidad no lo es todo. En horabuena por quienes están viendo mas allá. Saludos desde México, soy Ana