‘Diario de un loco’: agonía de amor en la Rusia zarista
Por Horacio Otheguy Riveira
Un pobre funcionario delira por una joven de clase alta. Vibrante relato de Gogol integrado en sus Historias de San Petersburgo, adaptado e interpretado por el actor José Luis García-Pérez.
Nikolái Gogol (1809-1852) batió récords de polémica y de público. Fue nada menos que un romántico-realista y parodista de la sociedad. Ni entonces ni después los amargos tiempos eslavos se encontraron con un creador semejante, tanto en cuentos como en narraciones muy independientes entre sí, como Almas muertas (novela de carretera en la que un hombre y su cochero recorren el vasto país mostrando la miseria y decadencia de la esclavitud, aún imperante) o Taras Bulba (novela histórica y romántica que transcurre en el siglo XVI).
Un romántico que se permitía ser realista y a la vez un burlador de ambos géneros con obras como El inspector, en la que parodió la burocracia zarista y las ambiciones de una pequeña ciudad donde la honestidad brilla por su ausencia. Esta fue su primera obra teatral larga; obtuvo un enorme éxito en 1836: una caricatura de la vida moscovita que le obligó a exiliarse en Italia. Se representó en Madrid en 2012, adaptada y dirigida por Miguel del Arco en el Teatro Valle Inclán. Entonces, las carcajadas fueron abundantes, lo mismo que el sabor amargo final al reconocernos habitantes de un mundo similar, cuando en la clase dirigente campea la corrupción o el deseo de pertenecer cuanto antes a la corte de los tahúres y timadores.
Respecto a El inspector y su inmersión en el género cómico, Gogol se enfadó mucho con sus críticos, y expresó un concepto clave para la historia del humor en nuestra cultura, donde admirables escritores han de verse una y otra vez postergados entre los académicos y principales galardonados, siempre al frente de las preferencias del público, pero a la cola de las valoraciones de los que manejan el cotarro cultural, quienes siguen considerando la comicidad como un recurso mediocre (“Me reí como un idiota” es frase habitual, lo mismo que “Ese se pasó a la comedia, al teatro comercial…”), siempre por debajo de las loas al drama social, cuando no lacerante y pesimista. Escribió Gogol:
“Se dicen muchas cosas de mi visión de la estrafalaria y dañina burocracia con sus no menos siniestras diferencias de clase, pero nadie ha advertido al único personaje honrado: la risa. Y es que la risa tiene más valor y es más profunda de lo que se piensa. Las burlas son lo que más temen incluso los que nada temen en el mundo”.
Un diario de amor y desesperanza salvado por la risa
El Diario de un loco profundiza en los vestigios de una sociedad clasista a través de un hombre pobre: Aksenti Ivanovich es un funcionario de la burocracia zarista; interpreta en escena su estrafalario diario con el desvarío tragicómico de vivir pendiente de la hermosa e inalcanzable hija de su superior. Pasa por angustiosas y divertidas peripecias hasta creer que adquiere sangre noble con la que poder brillar en la buena sociedad.
Este Diario se publicó en 1870, y la caída libre de su personaje le lleva a creerse rey de España, paradójicamente la realidad que no se cuenta en la obra es que en aquel momento España se despeñaba una vez más contando con un rey italiano, Amadeo de Saboya, que sólo duró hasta 1873 en que se estableció la primera República, a su vez muy breve: 1873-1874. Aquel Amadeo el Breve fue una excusa para no dejar vacante la corte, tras el exilio de Isabel II en Francia. Una España atravesada por espesos conflictos y muchas situaciones y personajes demenciales que Gogol conocía muy bien.
El amplio espacio de la Sala 1 de Matadero se ha reducido para convertirse en íntimo semicírculo con el fin de que José Luis García-Pérez lleve a cabo la función imponiéndose desde el primer momento en que el público toma asiento y él le mira, silencioso, desde lo alto de una medianera. Luego se incorpora con facilidad al acogedor ambiente creado por Mónica Boromello en la escenografía y David Hortelano en las luces con música de Luis Miguel Cobo.
Entre todos crean la ilusión de aquel San Petersburgo tan transitado por la literatura rusa, con pocos detalles muy bien elaborados: unas lámparas antiguas, un pasillo misterioso hecho de alambre, un sinfín de jaulas con aves estáticas que ansían volar; luces y sombras con momentos de música envolvente… capaces de crear diversas atmósferas, incluida la sensación de entrar en el caserón señorial donde vive la altiva enamorada del protagonista.
La voz rota del actor y su entrañable desamparo hacen de esta locura un conmovedor viaje por la supervivencia en una sociedad que desprecia lo que no puede comprar. De pronto el drama de su condición le fustiga con dureza, en especial cuando se echa a la espalda la aterciopelada capa de monarca, en verdad una miserable capa hecha con pegotes de calendarios:
“Ya no tengo fuerzas para soportar esto más tiempo. ¡Oh, Dios mío, ¿qué hacen conmigo? Me echan agua fría por la cabeza… ¡Salvadme! ¡Llevadme de aquí! ¡Dadme caballos tan veloces como el viento!” (Pausa) ¿Sabéis que el rey de Argel tiene un grano justamente debajo de la nariz?”.
Diario de un loco
Autor: Nikolái V. Gogol.
Versión: Luis Luque y José Luis García-Pérez.
Dirección: Luis Luque.
Intérprete: José Luis García Pérez.
Diseño de escenografía: Mónica Boromello.
Diseño de iluminación: David Hortelano.
Diseño de vestuario: Sonia Capilla.
Composición musical: Luis Miguel Cobo.
Lugar: Naves del Español-Matadero. Sala 1.
Fechas: Del 18 de octubre al 17 de noviembre de 2013.