La llamada: primero lo hacemos y después… ya vemos
Por Mariano Velasco
En La Vida de Pi, el siempre sorprendente cineasta taiwanés Ang Lee presentaba una original historia de fe y espiritualidad cuyo inteligente planteamiento permitía una interpretación lo suficientemente abierta como para dejar satisfechos tanto a fervorosos creyentes como a los espectadores más agnósticos. Salvando las distancias, la sensación es que algo muy parecido sucede en La llamada, la original y particularísima obra de Javier Ambrossi y Javier Calvo que se está representando en el coqueto Teatro Lara de Madrid, pero en este caso, además, con mucho cachondeíto de por medio.
Si tienen ganas de pasar un buen rato, dejen en casa los prejuicios y acudan a “la llamada” de Dios. Diferente, sorprendente, fresco y, sobre todo, divertidísimo, este musical sui géneris en el que se mezclan canciones con aires de campamento del Opus Dei con música de Withney Huston, Presuntos Implicados y ritmos electro-latinos -con una espléndida banda tocando en directo- posee la gran virtud de saber avanzar de principio a fin sobre una delgadísima línea que separa lo irreverente del más puro misticismo sin llegar a caer del todo ni de un lado ni del otro.
Y todo ello, ya digo, mientras uno se lo pasa en grande con las cosas que tiene la postadolescencia (agilísimas en la interpretación de los diálogos Macarena García y Andrea Ros), con las simplonas inseguridades de la novicia Milagros (una tan graciosa como entrañable Belén Cuesta), con los anticuados métodos catequistas de la madre Bernarda (una Gracia Olayo que borda un personaje en un estilo muy entre Lina Morgan y José Mota) y con el “divino” vozarrón del que hace gala un sorprendente y siempre polifacético Richard Collins Moore.
La historia es la siguiente, prepárense: un par de jovencitas con las hormonas a tope se encuentran en un campamento religioso de verano, de nombre “La brújula” (por aquello de enderezar el perdido rumbo, se supone), del que noche tras noche planean cómo escapar para dar rienda suelta a su fogosidad a base de fiestas bakalaeras, perreo, música electro-latina, sexo, drogas, alcohol y Dios (con perdón) sabe qué más. Hasta aquí, todo normal. Pero hete aquí que una noche a uno de los susodichos angelitos postadolescentes va y se le aparece, en pleno éxtasis místico teresiano, un tipo vestido de negro que le canta canciones de Whitney Huston y al que ella identifica con el mismísimo… Dios Nuestro Señor.
He de reconocer que durante el desarrollo de la obra en ocasiones uno no sabe si está asistiendo a una crítica feroz de los tradicionales métodos educativos de los campamentos de monjas o a una promoción de los mismos dirigida a padres de adolescentes descarriados; si la figura de Dios que se nos aparece responde a la de un caballero celestial de imponente figura, voz penetrante y excelsos ademanes o a la del típico chulito de pantalón y americana ajustados con pinta de animador de verbena a la busca y captura de pivón jovencito e inocente; si estamos ante una versión moderna de la Vida de Santa Teresa, ante un sketch de El Intermedio de La Sexta o si, sencillamente (por proponer una tercer vía) nos están tomando el pelo.
Pero me da en la nariz que todo ello es parte de un sutil e inteligente juego de calculada ambigüedad tras el que se nos cuenta una historia que habla de cosas muy serías, como el paso de la juventud a la madurez, la amistad o la necesidad de buscar un referente para enderezar el rumbo, otrora perdido, de nuestras desordenadas vidas, llámese este Dios, Withney Huston, Brad Pitt, Scarlett Johansson, Messi, Cristiano Ronaldo, Belén Esteban o… ponga el lector el nombre que le venga en gana.
¿Qué cuál es entonces al final el mensaje de la obra? Allá cada uno con su más o menos mística interpretación del asunto, pero a servidor lo que más le llega es el sabio consejo de que en vez de perder el tiempo con sermones, oraciones y monsergas, de lo que se trata es de intentar ser felices haciendo lo que a cada cual le pide el cuerpo, disfrutando de lo mejor de la vida, de cosas tan terrenales como el amor, la amistad o la música, sí, la música que hace milagros. En definitiva, de seguir al pie de la letra el lema que, muy en la línea del carpe diem, proclaman estas dos locas encantadoras a ritmo de reggaeton: lo hacemos y después ya vemos.
La llamada
Dirección: Javier Ambrossi y Javier Calvo.
Reparto: Macarena García, Gracia Olayo, Andrea Ros, Belén Cuesta, Richard Collins-Moore.
Lugar: Teatro Lara
Fechas: A partir del 18 de octubre de 2013.