Te fuiste en otoño
Por Fran Portillo. Me quedé viendo cómo te marchabas y me temblaron las rodillas. No hice nada por evitarlo. Allí. De pie. En la T4.
Jamás hasta este instante nos habíamos separado tanto, pero sé que en el país hacia el que vas te esperan nuevas oportunidades, nuevas metas y un futuro más cierto que el de nuestro hogar. Sé que me reuniré contigo dentro de unos meses, pero es muy duro.
Recuerdo el día que te conocí, o más bien “te leí”. Era un día cualquiera por la tarde y estaba conectado al ordenador en una de tantas redes sociales de amistad que inundan la Red. Y apareciste tú, llámalo casualidad o destino. Aquella sonrisa preciosa que me cautivó y se mereció un pequeño comentario.
Quién me iba a decir a mí, tú de Madrid y yo de Barcelona, que serías la mujer de mi vida.
Revivo el instante en que te vi en persona la primera vez. Viajaste a Barcelona con la intención de verme tocar el piano en el último concierto que ofrecía la orquesta en la que actuaba. Aquello fue lo más bonito que han hecho por mí en la vida. Fue una noche mágica, como mágico fue el primer beso que te robé.
Después lo dejé todo atrás: familia, piso de alquiler, amigos, trabajo fijo, y me embarqué a la aventura. Conseguí trabajo en la capital y nos convertimos en lo que hoy es nuestra pequeña familia.
Y ahora te fuiste en otoño y no sé qué hacer, salvo arroparme en la cama y sentir tu ausencia. La casa está vacía sin tu olor, sin tu presencia, sin tu fragancia.
Pero sé que nuestra unión es fuerte y resistirá esta lejanía, aunque nos duela en el alma. Alemania te espera para darte una oportunidad y estoy seguro que la tendrás, porque la mereces, porque ya has sufrido bastante y ahora toca ver la luz. Entonces me reuniré contigo y emprenderemos un nuevo camino, juntos. Será duro, lo sé, pero verás como merece la pena.
Hasta entonces, te deseo lo mejor y ruego que la distancia sea el motor que nos impulse el ansia por volver a vernos.
Sé fuerte, solo te pido eso.
Te quiero amor, te quiero.