“Lightning Bolt”, de Pearl Jam. Grandes luces y alguna pequeña sombra.
Por Kepa Arbizu.
Dejando al margen gustos y disgustos de cada uno, hay que reconocerle a Pearl Jam que son los únicos que han conseguido sobrevivir dignamente y con estabilidad a aquella vorágine que supuso el grunge (quizás los otros serían Mudhoney pero estos siempre desde una posición menos multitudinaria), manteniendo además todavía a día de hoy una gran masa de seguidores y un status, tanto de público como de crítica, de cierta envergadura.
Analizando lo que ha sido su recorrido es innegable que con sus primeros discos (“Ten” y “Vs”) construyeron un rock resultado de una perfecta mezcla entre lo épico, dramático y crudo; llegando más tarde con “Vitalogy” a una madurez sonora encomiable. A partir de ahí han sido buenos momentos los que nos han ofrecido pero esta vez de manera más intermitente y desperdigados, llegando incluso en sus últimos discos a hacer gala de una falta de chispa preocupante. Tanto es así que su representación más interesante llegaba de la mano del trabajo en solitario de Eddie Vedder, “Into the Wild”.
Difícil contexto en el que ubicar la salida de un nuevo álbum y que carga, como tantas oras veces, con el sambenito de la esperanza de regresar a los viejos éxitos cosechados por los de Seattle. Y si es cierto que algo de eso consiguen, y tiene mucho de destacable este “Lightning Bolt”, también lo es que no es tan fácil dejar atrás esa especie de punto muerto en el que a veces parecen situarse, que sin evitarles avanzar del todo tampoco consiguen una velocidad que resulte del todo satisfactoria.
Para este disco vuelven a contar con el productor Brendan O’Brien, lo que ya es un binomio realmente consolidado. Algo que también suma en la idea de sentir que estamos ante una continuación, muy mejorada eso sí, de su anterior trajo “Backspacer”, consistente básicamente en la receta habitual del quinteto: alternar, y de alguna manera aunar, el músculo rockero con la sensibilidad y el intimismo. Una característica que desde luego no se les puede negar manejarla de una manera sobresaliente.
La parte más energética del álbum llegará por medio de temas como “Getaway”, sostenida por un magnífico y pegadizo ritmo “rockandrollero” que también se nutre de ese aura intenso que acompaña siempre a este grupo, y que sirve como adelanto de las descargas verdaderamente aceleradas, como sobre todo “Mind Your Manners”, puro punk a lo Dead Boys, o “Lightning Bolt”, en la que se observan esos arranques rockeros a modo de “in crescendo”. En el caso de “Let the Records Play” asistiremos a un acercamiento al blues. Se trata de un tema menos agresivo, a pesar de poseer un riff con gran pegada, que opta por un tono más contenido.
Habrá otra parte del disco formado por composiciones más lentas e introspectivas (en lo musical). En un camino intermedio se instalan canciones como “Pendulum”, con una ambientación “marciana” y algo desconcertante, o la más oscura “Infallible”, que en algún instante recuerda a unos Queens of the Stone Age menos intensos y llevados hacia terrenos más sensibles. “Sirens” elegirá el camino de la épica, mezclado con cierto halo de romanticismo, para dar vida a un tema reconocible cien por cien dentro de los cánones de la banda cuando entra en este tipo de registros. Algo que pretenden refutar con “Yellow Moon” pero acaba por quedarse en un intento fracasado. Un sonido más americano desprende “Sleeping by Myself”, de hecho está extraída del disco en solitario del cantante que sacó adelante sólo con ukelele, aunque en esta ocasión se presenta alejada de ese minimalismo. Para el final queda la canción más reposada, “Future Days”, sustentada a base de una instrumentación acústica pero sin llegar a lograr grandes resultados.
Hay que dejar claro que “Lightning Bolt” es un muy buen disco (a pesar de algún resbalón concreto en ciertos temas), de lo mejor que ha hecho últimamente Pearl Jam, y eso siempre son palabras a tener en cuenta. Pero no es menos evidente que se sigue echando en falta ese “toque” especial de sus primeros años que les elevaría hasta lo más alto. Viendo el transcurso de su carrera parece lógico pensar que esos tiempos no dan la sensación de que vayan a volver, así que toca acostumbrarse a lo que hay, que repito, no es nada para desmerecer, y mucho menos en lo que respecta a este notable disco.
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