Sitges 2013: Enemy (Villeneuve), Only God Forgives (Winding Refn), Only Lovers Left Alive (Jarmusch)
Por Jordi Campeny.
Los amantes del cine de género tienen una cita ineludible anual en el Festival de Cine de Sitges, hermosa ciudad a las faldas del Mediterráneo que acoge, con una labor encomiable, año tras año, las más variopintas propuestas (desde las más comerciales, de gran presupuesto, a los nuevos talentos emergentes; cintas pequeñas, descuidadas, bizarras; violencia extrema, canibalismo, nuevos soportes, terror, ciencia-ficción, etc.) Casi todo cabe, mientras guarde alguna relación con lo fantástico. Desde 1967 la ya clásica silueta del inclemente King Kong preside la ciudad a los albores del otoño, y el festival se ha convertido en uno de los más reconocidos y prestigiosos del continente europeo.
Este 2013, a pesar de la gran cantidad de propuestas (alrededor de 150 películas), no se ha caracterizado por la excelencia. Son varias las voces críticas que coinciden en afirmar que no ha sido el mejor año en cuanto a calidad se refiere. Islotes sueltos de innegociable brillantez, eso sí, pero no ha sido la tónica general. En su Sección Oficial, el premio a la Mejor Película ha sido para Borgman (Alex van Warmerdam), notable propuesta que queda a años luz de la que se alzó con el premio en el pasado certamen, la inagotable y extraordinaria Holy Motors (Leos Carax), ésta sí, una sorprendente, compleja e incomparable cinta de obligada revisión periódica.
Vamos a detenernos brevemente en tres de las películas que se han presentado este año, cintas emparentadas con el cine fantástico, firmadas por directores de renombre, que pueden interesar a los cinéfilos no asiduos al cine de género pero que, sin embargo, sienten atracción por los mundos particulares, turbulentos y atribulados que diseñan sus creadores: Denis Villeneuve, Nicolas Winding Refn y Jim Jarmusch.
Denis Villeneuve, responsable de la excelente y turbadora Incendies (2010), vuelve a las pantallas por partida doble este 2013, con Prisioneros y la que nos ocupa, Enemy. Basada libremente en la novela El hombre duplicado, de José Saramago, la película narra la peripecia de un afable profesor de historia que descubre un día, viendo una película, que un personaje es idéntico a sí mismo. A partir de ahí inicia la búsqueda del individuo. Este punto de partida le sirve a Villeneuve para confeccionar un complejo thriller psicológico, turbador, a ratos fascinante, sobre la identidad y la posibilidad de iniciar una nueva vida. De notable enjundia y miga conceptual, Enemy se adentra con inteligencia a la vida y psique de los personajes (o del personaje) y ofrece al espectador una experiencia intensa, intelectual y sensorial, confusa (en el mejor sentido), rica y bella. Con una exquisita fotografía amarillenta, una convincente puesta en escena y una excelente interpretación (por partida doble) del cada vez más sólido Jake Gyllenhaal, la película nos absorbe y arrastra a un universo de corte kafkiano que consigue instalarse y dar vueltas en la cabeza del espectador. Y, lo que es más importante, permanecer. Arriesgado e interesante Denis Villeneuve, en definitiva. Conviene seguirle la pista.
Aún bajo el influjo de Enemy, nos adentramos en la proyección de la esperadísima nueva película del director de Drive (2011), Nicolas Winding Refn, Only God Forgives. Las expectativas son altas, y la decepción, notable. Vamos por partes. La estética de Only God Forgives es extraordinaria. La fotografía (premiada en el certamen), los encuadres, planos, ópticas, la oscura pero riquísima paleta de colores, la excelente banda sonora de Cliff Martinez, los travellings y demás movimientos de cámara, etc…son inmejorables. Constituyen un envoltorio de auténtico lujo que atrapa de forma inmisericorde la retina y sentidos del espectador y no les da tregua hasta los créditos finales. La mirada y la piel quedan saciadas con creces.
El problema radica en lo que se halla por debajo de esta superficie; y eso es prácticamente nada. O, vamos a ser generosos, muy poco. La película narra la historia de un fugitivo de la justicia estadounidense (un hierático –calco bochornoso de sí mismo- Ryan Gosling), afincado en Bangkok, cuyo hermano es brutalmente asesinado por torturar y violar a una prostituta menor de edad. La madre de ambos, una imponente Kristin Scott Thomas, se traslada a Tailandia para recuperar el cuerpo de su hijo y clamar venganza. Ahí se inicia una guerra sangrienta y sin cuartel. Con estos mimbres (sería más preciso decir, con esta excusa), y lo que –se intuye- una incestuosa y compleja trama familiar, Winding Refn construye un mero envoltorio, con mucho estilo, relegando a un segundo plano (volvemos a ponernos generosos) la historia que se halla debajo. El fondo deja de tener importancia; se ve engullido por su portentosa y estilizadísima forma. Nos hallamos por lo tanto ante un guión pobre, insustancial y decepcionante astutamente adornado con joyas de lujo. Con evidentes reminiscencias tarantinianas y, sobretodo, del Park Chan-Wook pre-Stoker, Only God Forgives ejemplifica a la perfección un tipo de cine que le resulta especialmente molesto al que esto escribe; a saber: no se puede contar menos con más (y es que uno tiene debilidad por este cine de la esencia que no puede contar más con menos). Estamos ante un producto en el que, más allá de lo evidente, late una clamorosa nada.
La decepción más dolorosa, sin embargo, todavía estaba por llegar. Uno quería llevarse del festival un último sabor dulce, una experiencia gratificante con que culminar este irregular Sitges 2013. Parecía un deseo fácil: iba a ver la última película de Jim Jarmusch, un prolífico director, quintaesencia del cine independiente americano, al que uno profesa una inquebrantable admiración. La protagoniza Tilda Swinton, esa excéntrica actriz que roza lo marciano, y también aparece Mia Wasikowska, una dignísima pupila. Uno se siente irracional e irremediablemente atraído por las ficciones en las que aparecen estas dos mujeres. Jarmusch se atrevía con una historia de vampiros, inteligentes y culturetas, que habían vivido en varios siglos y acumulado ingentes cantidades de sabiduría. En resumen, uno entraba virgen en información crítica de la película y, literalmente, babeando de expectativas. Y, con perdón, la hostia fue de órdago.
Only lovers left alive (incomprensiblemente premiada –para un servidor- con el Premio Especial del Jurado) es una película nocturna de dos horas que pesan como dos días; la brillantez de Jarmusch apenas se intuye en algunas escenas, y enseguida se ve catapultada bajo el peso de un guión lánguido y errático, al que le sobra mucho y le falta casi todo. La película, pedante, desnortada y pretendidamente “cool”, va caminando dubitativa hasta llegar a languidecer y arrastrarse, ya hastiada de sí misma.
Lo que podría haber sido una insólita y estimulante revisión del espíritu del cine de vampiros se quedó en un deslavazado relato con ínfulas existencialistas. Y uno, que rinde insana y férrea pleitesía a aquellos creadores que le han entusiasmado y ensanchado su amor por el cine, prefiere quedarse con la película que pudo haber sido pero que, desgraciadamente, no fue.