Cuarta versión teatral de ‘Tirano Banderas’, de Valle Inclán
Por Horacio Otheguy Riveira
Ambiciosa producción con nueve actores de diversos países para 49 personajes, entre los que destacan ampliamente Susi Sánchez, Pedro Casablanc y el mexicano Emilio Echeverría, quienes salvan una representación muy embarullada.
En 1974 José Tamayo la dirigió por primera vez con otro protagonista mexicano, Ignacio López Tarso. En 1991, Lluis Pasqual con el chileno Lautaro Murúa y reparto de diversos países. Y en 2005, Tomás Gayo la produjo y dirigió con el hispanoargentino Héctor Colomé. Interesantes adaptadores y directores empeñados en urdir teatro donde hubo novela, a su vez creada por uno de los mayores dramaturgos del siglo XX.
Primer testimonio literario de numerosas dictaduras
Valle escribió esta novela en 1926 tras visitar México y conocer de primera mano los ecos de la dictadura de Porfirio Díaz, y la documentación existente sobre otros sátrapas de América Latina como el ilustrado José Gaspar Rodríguez de Francia que modernizó el Paraguay con mano de hierro (murió en 1840), para tiempo después echar abajo lo mejor de su gobierno, Alfredo Stroessner, un déspota acomodaticio con los intereses de los Estados Unidos que se pasó 35 años matando, robando y corrompiendo, hasta morir en un hospital en Brasil, como un pacífico ciudadano de 94 años.
“Santos Banderas, agaratado en la ventana, inmóvil y distante, acrecentaba su prestigio de pájaro sagrado.”
Don Ramón María del Valle Inclán trasuntó un planteamiento esperpéntico muy bien documentado, adelantándose a los variados totalitarismos que ocuparían casi todo el continente, protegidos por el imperio norteamericano. Es muy notable cómo se adelanta presentando una galería de personajes que se repetirían con saña durante el siglo XX con los auspicios del Vaticano y la barbarie de sus oligarcas nativos.
Una novela apasionante con una prodigiosa recreación lingüística, y modélica en la exhibición de un sistema político que animaliza cuanto toca.
Viene bien recordar a algunos gobernantes que siguieron este “modelo de opresor”, la mayoría militares que combinaron dura represión con rigurosa corrupción y dádivas demagógicas sobre un pueblo analfabeto y muerto de hambre: Marcos Pérez Jiménez (Venezuela); Fulgencio Batista (Cuba); François Duvalier (Haití), Anastasio Somoza (Nicaragua); Leónidas Trujillo (República Dominicana); en Argentina entre 1945 y 1983: Juan Domingo Perón —el único que ganó ampliamente dos elecciones y cayó por un golpe de Estado que generó muchas otras dictaduras de peores consecuencias—, Isaac Rojas, Pedro Eugenio Aramburu, Juan Carlos Onganía, Alejandro Agustín Lanusse, Jorge Rafael Videla y Leopoldo Galtieri, entre otros; Augusto Pinochet (Chile); además de los que actuaron en Guatemala, El Salvador, Haití, Honduras…
Los monstruosos intereses del abuso de poder
En la abundante producción de Valle los géneros se adoran y repelen, a veces se yuxtaponen. El genial escritor deambulaba como un funambulista por la realidad reinventándola con una riqueza imaginativa de asombroso valor. Conmueve, divierte y sorprende su teatro, tan difícil de llevar a cabo, y del mismo modo apasiona esta novela que contiene diálogos y situaciones eminentemente teatrales.
Cuantiosas son las obras dedicadas a los tiranos de la América hispana, aunque las más conocidas son las de tres Premios Nobel: Miguel Ángel Asturias (El Señor Presidente), García Márquez (El otoño del patriarca) y Vargas Llosa (La fiesta del chivo)… y sin embargo ninguno supera el portentoso lenguaje con la fluidez de imágenes e ideas de Valle, quien supo adelantarse con la visión de un mundo poéticamente feroz, líricamente delirante y a la vez clásico en su deformidad realista, la corrupción del poder establecido, la influencia de una España corrupta, capaz de lo peor para lograr pingües beneficios; tortura y matanza de los indígenas…
“La mujer presentía imágenes tumultuosas de la revolución. Muertes, incendios, suplicios y, remota, como una divinidad implacable, la momia del Tirano.”
Excelentes actores en una versión desangelada
Si en la novela Santos Banderas se erige en arquetipo de inteligencia a la hora de modernizar su país “de tierra caliente” carcomido por las potencias extranjeras, y a la vez desarrollar su poderío absoluto con monstruosa capacidad inquisitorial, en esta versión teatral queda desdibujado, muy pobre, sostenido por largas parrafadas, cuando no deambulando como un fantasma por el escenario.
Hay que resistir con mucha paciencia un primer acto que avanza a trompicones para llegar a una segunda parte donde el espectáculo mejora mucho, aprovechando el relato de varios episodios que los actores “dicen” sin mostrarlos, tomando de la novela magníficas situaciones. Un recurso liberador en una versión demasiado monologada, dentro de una escenografía confusa atravesada por una estética tenebrista excesiva.
A pesar de tantos fallos, escuchar la palabra de Valle llega a sobrecoger gracias a un sólido reparto en el que destacan con mucha fuerza, capaz de embelesarnos con su voz y su expresividad corporal, tres actores superdotados: Susi Sánchez (extraordinaria tanto en la madre terrible de Los niños están soñando como en el criado de Final de Partida, capaz de hacerle sombra a José Luis Gómez, o en la arrogante Violeta Venable en De repente el último verano). Desdoblada en varios personajes, abre la función con gran dominio del lenguaje y la expresividad más emotiva, además de resultar muy interesante cada vez que aparece en escena en variedad de composiciones, con diversos acentos. A su altura, Pedro Casablanc (Herr Puntila, Aquí no paga nadie, El arte de la comedia, Marat-Sade, José K. Torturado…), quien ha de transformarse en poco tiempo de sumiso a rebelde, y de allí a un ministro plenipotenciario feminoide: voz clara, musical, y la capacidad de hacer verosímil lo más increíble.
En el papel protagónico, Emilio Echeverría (en cine muchas creaciones magistrales como el vagabundo justiciero de Amores perros o el nonagenario sensual de Memoria de mis putas tristes): una presencia carismática, una voz cautivadora y un estilo de teatro clásico, que, por culpa de la espesa adaptación ultraliteraria y una dirección confusa, no destaca todo lo que debiera, aunque descubre su portentoso talento en el asesinato de su hija para no dejarla al acecho de sus enemigos.
“Sacó del pecho un puñal, tomó a la hija de los cabellos para asegurarla, y cerró los ojos. Un memorial de los rebeldes dice que la cosió con quince puñaladas.”
Tirano Banderas
Autor: Ramón María del Valle Inclán (España, 1866-1936).
Adaptación: Flavio González Mello (México, 1967).
Asesor literario: Juan Villoro (México, 1956).
Dirección y escenografía: Oriol Broggi (España, 1971).
Intérpretes: Emilio Echeverría (México), Emilio Buale (España), Pedro Casablanc (España), Joaquín Cosío (México), Rafa Cruz (Venezuela), Vanesa Maja (Argentina), Mauricio Minetti (Argentina), Juli Mira (España), Susi Sánchez (España).
Lugar: Teatro Español. Sala Principal.
Fechas: A partir del 15 de octubre.