Una ‘Intimidad’ con dolorosas y esperanzadas confesiones

 

Por Horacio Otheguy Riveira

Cuatro personajes narran situaciones límite en boca de actores estáticos. Apenas se mueven, pero sus palabras componen una conmovedora ceremonia.  

Un singular antiteatro que se desarrolla con una ejecución impactante. Por un lado, lo contrario del teatro, porque no hay situaciones en escena, sólo palabras que articulan historias desde una inmovilidad sobrecogedora en la que, de los cuatro intérpretes, sólo uno se sienta, se pone de pie, va y viene, luchando contra la agonía de su recuerdo. Y, por otro lado, mucho teatro del bueno, porque sus narraciones avanzan con una dinámica de creciente interés hasta llegar a entrelazarse.

Mérito grande el de conseguir que los relatos resulten visualmente ricos y dramáticamente potentes, siempre describiendo acciones de tal modo que el espectador no necesite cerrar los ojos para ver más allá y deambular por la piel de estos seres atribulados por conflictos que cabalgan sobre la poesía del drama y la comedia.

Los actores esperan al público en el escenario desnudo de una acogedora sala semicircular. Nos acomodamos en sillones y sillas. No nos miran. Permanecen inmóviles, serios, concentrados, tres de pie, uno sentado en una silla blanca. No hay espectador que se atreva a hablar en voz alta. Es un templo a media luz sin otros dioses que seres humanos que se apoyarán en el público para revivir unas cuantas tragedias y algunos milagros.

 

Carmen Mayordomo, Claudio Sierra, Nahia Láiz y Rikar Gil en 'Intimidad'.

 

La vida por delante, la vida alrededor

Dos mujeres y dos hombres sobre un cuadrado de tierra. Una de ellas viste de negro y confiesa una historia de amor frustrado, con caricias que la emocionaron y otras que la dejaron de piedra. Con episodios tan dramáticos que llora al recordarlos; contiene el vendaval de lágrimas con bastante esfuerzo; sin embargo, de la desesperación saca una energía desconocida para sí misma; ahí está, allí sigue, no se detiene, se enfrenta a la angustia y afronta el dolor de pérdidas y desengaños.

Le sigue un muchacho de sonrisa fácil y simpática capacidad de seducción. Habla del día que fue al súper con su niño de 5 años al que convence de que hace magia, aunque no es amigo de Harry Potter como a él le gustaría; recuerda su primera historia de amor, que se le quedó clavada porque fue su primer frenesí sexual: boca bonita, cuerpo de ensueño y, por su parte, la erección más sorprendente de toda su vida, y, de pronto, un aburrimiento raro, porque no supo qué más hacerle a aquel cuerpo delicioso lleno de montes y curvas, y con el tiempo se casa y la vida se le va yendo de las manos… Pero sigue con imaginación y nunca se detiene, se enfrenta a la angustia y afronta el dolor de pérdidas y desengaños.

Después escuchamos a una chica con larga camisa blanca, voz temblorosa y lágrima contenida, afligida por su padre tiránico, afectada por la historia de su hermano y su propia cadena de frustraciones y desencuentros hasta llegar a los pies de una tumba muy especial y sentir unas caricias que parecían inconfesables pero que, cuando las confiesa, siente una liberación poderosamente liberadora que le permite continuar; no se detiene, se enfrenta a la angustia y afronta el dolor de pérdidas y desengaños.

Finalmente, el hombre sentado, el que más años tiene de los cuatro, empieza a relatar  dramáticos episodios que acabarán uniendo a los demás en el empeño de dar testimonio de una existencia marcada por el desastre social y económico de la maldita “crisis”, de la revolución económica de los grandes capitales: hundimiento de amplios sectores de la población para beneficio de unos pocos.

Pero esta Intimidad no va de discurso sociopolítico, trata de hechos y sentimientos fundamentales en la vida de cuatro personas y su esfuerzo por recuperarse. No por sobrevivir a cualquier coste, sino por ser fieles a sí mismos en la dimensión del amor y la solidaridad.

Un trabajo fuera de lo común en el que buenos actores cuentan historias sin interactuar ni protegerse con ningún objeto o enlace con sus compañeros: sólo la palabra, el recuerdo, las confesiones en una Intimidad absoluta con los espectadores, muy cerca en todos los sentidos: a su lado, de su parte.

En el último tramo de la función, uno de los intérpretes confiesa un hecho que obliga al espectador a recomponer lo escuchado, a armar un puzzle de vidas cruzadas. Una aventura que se desarrolla de manera siempre interesante, gracias a un equipo felizmente confabulado para una noche de teatro que se instala poco a poco en la Intimidad de cada espectador.

El autor, director y productor Iván Ruiz Flores debuta en el teatro con esta función. Hombre de cine, tiene en su haber cinco cortometrajes y un largo, entre 2007 y 2012. Filmes con singulares propuestas, como por ejemplo: La culpa del otro, 2009, 23 premios; en blanco y negro, sin diálogos ni voz en off: Desgarradora historia de violencia sexual, y un niño que mira, padece y toma una trágica decisión; Dulce, 2011, 115 premios: “En la ventana de aquella casa, donde algunos dicen que habita la dulzura, aparece reflejada cada invierno la deliciosa historia que esconde”; Lección debida, 2012, 3 premios, “Con un planteamiento inicial deliberadamente confuso, pretende incomodar a quien la vea, desubicándole. Quien elija ver esta Lección debida, debe estar preparado para no encontrar respuestas fáciles y sí preguntas difíciles”. 

 

Intimidad (Te cuentan a ti lo que no le contarían a nadie)

Autor y director: Iván Ruiz Flores.

Intérpretes: Carmen Mayordomo, Claudio Sierra, Nahia Láiz, Rikar Gil.

Lugar: Sala Tú.

Fechas: Todos los miércoles de octubre a las 20.30h.

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