‘Tío Vania’: Tejiendo con Antón Chéjov
Están arrugadas y viejas. Parece que lleven toda una vida haciendo calceta. Aun así, las manos no se quejan: cogen las agujas con resolución y fuerza, movidas por la rutina de la inercia. Con una punzada de conformismo, canturrean; con otra de paciencia, tejen el pasar de los días en una mísera finca moscovita, sin otra certeza de que, de martes a jueves –al menos hasta diciembre–, continuarán cosiendo en el teatro de La Puerta Estrecha, donde Tío Vania, de Antón Chéjov, se representa. Otros son los que lloran, beben, duermen y se lamentan en escena, ahogados por el aire viciado de una soporífera existencia en forma de casa de campo, a las afueras.
Entre tanta inapetencia y aburrimiento cuesta respirar. La fatalidad y el tedio son bochornos demasiado perezosos para que ninguna tormenta ni vendaval los pueda aliviar.
“Yo todo lo que quería era decir honradamente: echad una mirada a vuestras vidas y ved cuán lamentables y desastrosas son”.
Objetivo cumplido, Antón.
Escribió Tío Vania en su hacienda de Melikhovo, acompañado de Tolstoy, Turgenev, Grigorovich, Tachaikovsky y Goltsev. Admirados retratos que supervisaban su trabajo, el de doctor más que el de literato, pues el tiempo que le quedaba para cuentos y teatro era escaso: la salud de una veintena de aldeas –incluido un monasterio– dependía de su cuidado médico, sin olvidarse de las peonías que tan satisfecho le hacían sentir. Las veía al asomarse por la ventana del estudio que daba al jardín.
Imagino a una anciana haciendo calceta allí. Hierve el samovar bajo un árbol frutal. Pero Chéjov no quiere té; prefiere una taza de café; sus personajes, una botella de vodka, a la que se amorran a todas horas. Para vivir de espejismos, nada como agua con etanol: mágica combinación que el Chéjov-autor dispensa en todas sus obras con profusión, pero que el Chéjov-doctor sólo prescribe “estando libres y en ocasión”.
Y he aquí una buena sazón: celebrar que Tío Vania se siga aplaudiendo más de un siglo después de que Konstantin Stanislavski la dirigiera, en 1900. La pieza no fue un fracaso; pero tampoco tuvo el éxito esperado. La producción de La gaviota, dos años atrás, había dejado el listón muy alto. Pero las críticas poco entusiastas, al escritor, no le consternaron. Sobre todo porque, cuando la obra se estrenó, sus pulmones tísicos se estaban dando un respiro en Yalta, ciudad-resort que las batas blancas recetaban cuando no encontraban en sus bolsillos pastillas que curaran. De modo que Antón Chéjov no pudo ver la representación hasta la primavera en que el Teatro del Arte de Moscú (MAT) se fue por la península crimea de tour.
“No puedo creer, de ninguna de las maneras, que actúe bien en Tío Vania, aunque todo el mundo diga que es bueno o incluso muy bueno.”
Habla de Konstantin…
“¡Recordar su actuación es tan deprimente para mí… que no puedo quitármelo de la cabeza!”
… que además del de director, tenía en la obra el papel de Mijaíl Lvóvich Ástrov.
“Cuando dirige, es un artista; pero, cuando actúa, no es más que un joven inexperto haciendo pinitos.”
Ahí es cuando a Stanislavski le pitan los oídos…
“Ástrov silba. Escucha… ¡silba! El Tío Vania llora, ¡pero Ástrov silba!”
Aparte de esta puntualización, esta vez, un debilitado Chéjov quedó conforme con la función. Envejecido por la enfermedad, le quedaban entonces cuatro años de vida y estaba decidido a seguir trabajando hasta el final. Antes de morir, aún le dejaría al MAT otros dos textos: Tres hermanas y El jardín de los cerezos, no creyendo que el público le fuera a leer pasados siete años y medio.
“El turco abre un pozo para la salvación de su alma –en un cuaderno de notas, apuntaba –. Sería bueno que cada uno de nosotros dejara tras de sí una escuela, un pozo o algo semejante, de suerte que nuestra vida no pasara a la eternidad sin dejar huella.”
Unas manos viejas continúan, sobre el escenario, haciendo calceta.
Autor: Antón Chéjov.
Compañía: La Pajarita de Papel.
Dirección: Rodolfo Cortizo.
Reparto: Concha Roales-Nieto, Nicolás Fryd, Tucho, Patricia Domínguez del Pino, Rodolfo Cortizo y Victoria Peinado Vergara.
Lugar: Teatro La Puerta Estrecha, Madrid.
Fechas: De martes a jueves, hasta diciembre
Horario: 20.30h.
Duración: 80 minutos
Precio: 17 euros (Martes: día de paga lo que puedas).