The Bling Ring (2013), de Sofia Coppola

 

Por Miguel Ángel Martín Maestro.

 

O también de cómo hacer “the big pluf”.

Si “Las vírgenes suicidas” surgían de una novela de Jeffrey Eugenides y contaban con la música de Air, Lost in traslation nacía del propio desengaño amoroso personal de la directora tras romper con una relación de muchos años y nos regalaba el More tan this de Roxy Music, The bling ring nace de un artículo o crónica de Vanity Fair y nos perfora los oídos con música de Máxima FM. Y me parece que digo bastante acerca de la fuente inspiradora de cada una de estas películas de la directora, que pareció surgir como la “gran esperanza blanca” para un cine dirigido por mujeres, circunstancia lamentablemente poco frecuente en comparación con sus colegas masculinos, aún más en una industria poderosa como la norteamericana, donde para triunfar debes hacer como la Bigelow; rodar como lo haría un hombre, y que poco a poco pierde fuelle.

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The Bling Ring (2013), de Sofia Coppola

La coletilla “basada en hechos reales” parece querer poner la venda antes de recibir el golpe, como si la falta de interés, el vacío que rodea la historia, la absoluta idiotez de todo un sector generacional amparado por medios de comunicación culturalmente corruptos no fuera culpa de quien lo cuenta, sino de la realidad. La comparación con Spring breakers es inevitable, al menos éstas mantienen una rebeldía antisistema, un deseo de hacer lo que les dé la gana, ya sea robar, follar o drogarse, mientras el cuarteto de The bling ring sólo busca perpetuar una imagen falsa de glamour y rollo “megaguay” copiado de infectas revistas de nula categoría cultural o de infames programas televisivos que encumbran a la categoría de modelos a seguir a potenciales analfabetos que viven de y por su cuerpo, ya que su mente parece asombrosamente vacía.

Si tengo que decir si la película es mala o buena quizás parta de un prejuicio personal acerca de lo que me interesa en una película, no sólo una historia, sino un propósito, una idea que germine en un pensamiento, en una intención de combatir e intentar impedir lo que, es evidente, que no está bien. Y no es robar en casa ajena lo que está mal en el comportamiento de estos jóvenes, no, sino que roban sin necesidad, pues forman parte de ese conjunto social que nunca sufre la crisis, y sólo para poder disponer del último modelo de gafas, del último bolso de YSL o de Prada, de unos Laboutin….que han visto en el último reportaje de la estrellita de turno. ¿Ha querido la Coppola adoptar una postura aséptica sin tomar partido?, ¿mostrarnos unos hechos como supuestamente sucedieron y dejar al espectador con su análisis? Si éste es el cine que ha decidido seguir haciendo Coppola, tras su fallida Somewhere y su edulcorada visión de una falsa Maria Antonieta me parece que está equivocando su carrera, porque no me lo creo. Esa sociedad que no disecciona, sino que solamente muestra, de jóvenes ricos en colegios especiales por su falta de responsabilidad y de esfuerzo, mimados por padres absolutamente gilipollas, y para los que la única obsesión de su vida es convertirse en modelos o en diseñadores de moda no puede estar en el objetivo crítico de la directora. Y no porque conozca a su familia, sino porque ella forma parte de ese sistema de estupidez humana ya que en sus “ratos libres” es diseñadora de moda,  creo que de bolsos, y por lo tanto, conoce el factor decisivo en una prenda o en un complemento de un nombre o una marca. Ella está favoreciendo la creación de ese monstruo, ¿cómo creer que lo está criticando?

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The Bling Ring (2013), de Sofia Coppola

Tampoco podemos pensar que quiere socializar el lujo, porque eso va contra el propio sentido de la palabra, el lujo va unido a la exclusividad y al intento de dar envidia  y un concepto clasista del status. Si todo el mundo puede llegar a él deja de ser exclusivo y deja de tener interés, incluido para una diseñadora como la Coppola, o para sus “amigas” Lindsay o Kirsten, actrices de limitado recorrido, como el que se va acortando para Sofía Coppola.

 

Si en Spring breakers hay deserciones, hay hasta reflexión de alguna de las chicas acerca de lo que está bien o mal, de lo que se quiere para uno mismo y donde está lo importante, en The bling ring no existe ningún tipo de compromiso similar, es más, se incurre en el riesgo de ensalzar a estos héroes de opereta al convertirse en el centro de atención de su instituto por sus aireadas andanzas en casa ajena. Si el propósito era la crítica no lo consigue, pues este espectador al cuarto de hora conoce todo lo que va a pasar a continuación, es decir, nada. Todos los personajes son tan planos que no hay capacidad de sorpresa ni evolución, van a “morir” como han nacido, si acaso peor, pues se revela que, además de vacíos, son traidores, algo en lo que las poligoneras chicas de Harmony Korine dan una verdadera lección. No sólo de ayuda entre ellas, sino de aceptación de la diferencia al asumir que no todas aceptarán el camino desenfrenado, en contraposición a estos “pobres niños ricos de mierda” cuya vida futura me importa muy poco porque sé que, encima, dentro de un par de décadas estarán decidiendo sobre mis pensiones y sobre mi asistencia sanitaria.

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The Bling Ring (2013), de Sofia Coppola

Pero como estamos hablando de cine, lo diré, me ha aburrido profundamente y me ha interesado muy poco lo visto y lo contado, ya sé que hay este tipo de juventud, incluso sé que hay este tipo de padres y de medios de comunicación, qué vamos a decir. Pero también existe lo contrario, que es lo que me motiva, así que, si de mi depende, arriésguense a ver La herida, Caníbal, El médico alemán…, al menos nos invitarán a pensar. Porque este grupito de jóvenes descerebrados a lo que invita es a solicitar la restauración del castigo corporal en los colegios. Claro que para ejercitar esa opción cinéfila tienen que proyectarlas en sus ciudades, otro reflejo de los tiempos. Este vacío fílmico de Coppola se ve en toda España, la premiada La herida sólo cuenta con 27 copias y apenas ha recaudado 35000 € en su primera semana.

Sólo un momento de genio cinematográfico en (menos mal) la hora y media de película; un robo visto desde la lejanía sobre una casa en una colina de Los Ángeles, el espectador omnisciente desde su butaca contempla la escena como muchas otras cosas de la vida, sin implicarse. Da lo mismo que sea un robo que un asesinato, un recorte de derechos o una declaración imbécil de cualquier ministro, sentado en una butaca y deglutiendo lo que te echen, no hay respuesta.

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