Crónicas ligerasEscena

Cinco meses de éxito para ‘Una semana… nada más’

Por Horacio Otheguy Riveira

María Castro, Antonio Hortelano, César Camino y el director Gabriel Olivares logran una estupenda comedia que mejora con el tiempo. Del teatro Maravillas al Arlequín, ahora bautizado La Strada.

No más levantarse el telón Pablo confiesa que ayer la amaba pero hoy la detesta y sueña con camiones que le pasan por encima. No soporta sus costumbres y se limpia los labios cada vez que la besa. Sin duda, la odia y no sabe cómo quitársela de encima, y por supuesto no está dispuesto a decirle adiós muy buenas.

Por su parte, Sofía vive su vida sin darse cuenta de nada. Tiene un aire encantador que aúna ingenuidad, sensualidad y protección materna, como si no le costará nada asumir todos los tópicos que se le exigen a la mayoría de las mujeres. Así que, sin venir a cuento, va y dice que el enemigo mayor de las parejas es traer un amigo a casa. Pablo se vuelve loco de alegría: le sirve la gran idea en bandeja de plata. Se siente renacer. No es capaz de plantearle una separación, ni de negociar nada con ella porque “dice” que no quiere hacerle daño, así que organiza una trampa que supone fantástica: una convivencia que la expulsará del hogar dulce hogar. Y para ello nada mejor que inventar que a Martín, su mejor amigo, sufriente de hemorroides, se le ha muerto la madre, víctima de un accidente donde un camión le rebanó la cabeza y los brazos.

Una semana nada más

Así las cosas, el trío se pone en marcha: Martín, débil de carácter, sumiso guiñapo de Pablo, y éste un tipo siniestro, de un egocentrismo absoluto, y Sofía, quien sorprenderá a propios y extraños (los espectadores) con una escalada de acciones a cual más desconcertante que llevarán a una impactante resolución del conflicto. Y en escena: una marea de situaciones tragicómicas, un baño de humor negro a ratos negrísimo, un juego de diálogos brillantes en excelente adaptación castellana, un ping-pong muy brillante por parte de un equipo que estrenó en junio con muy pocos recursos, como deprisa y corriendo, sin tradición actoral de este tipo de comedia, en manos de un excelente director que parecía confundido… Pero cinco meses después demuestran que han superado muchos obstáculos con el seguimiento carcajeante del público, hasta  llegar a una loable sincronía de emociones y dominio escénico que seguramente mejorará, encontrando nuevos aportes de su propio talento.

Antonio Hortelano impone un personaje tan irritante como desagradable, con un ritmo frenético y una gracia increíble, un verdadero hallazgo el modo en que se trabaja un tipo repelente que no se puede dejar de seguir a la espera de cuál va a ser su próxima animalada. César Camino compone un ser débil, una piltrafa en manos de su “amigo”, arrastrado a las situaciones más abyectas, con una caracterización grotesca que cuando pasa al bando de los tiernos da un auténtico “do de pecho” con besos de galán de irresistible seducción. María Castro logra convertirse en una fascinante actriz de comedia porque cada uno de sus mohines, reacciones enloquecidas o maternales o inesperadamente implacables resultan viscerales, como resultado de un proceso de interpretación minucioso y a la vez muy relajado.

Los tres están dirigidos por Gabriel Olivares, un crack de este tipo de comedia en espiral, que empieza muy arriba y no para de crecer hasta el final. Y lo hace con un gran estilo en la dirección corporal de los actores, quienes acaban respirando, palpitando las cadencias de sus personajes.

Una semana nada más

Una semana… nada más es una función que divierte desde los primeros minutos sobre bases de nuestra peor condición humana: no paramos de reírnos de nuestras propias miserias o fantasías de miserables extremos, y nos quedamos helados con el seco final muy bien dispuesto. Personajes siniestros que nunca asumen realmente sus responsabilidades sentimentales, excepto la última vuelta de tuerca de la espléndida Sofía.

Enhorabuena a esta compañía que ha remontado una función muy floja en su estreno, logrando un merecido éxito. El director Olivares tiene en cartel otros dos triunfos que provocan risas dirigidas a un público inteligente, un público cómplice: Burundanga, del español Jordi Galcerán, desde 2012, ahora en el Teatro Lara, y la más reciente, Una boda feliz, de los franceses Gerard Button y Michel Munz en el Marquina.

Una semana… nada más

Autor: Clément Michel.

Adaptación: Beatriz Santana y Gabriel Olivares.

Director: Gabriel Olivares.

Intérpretes: María Castro, Antonio Hortelano, César Camino.

Escenografía: Anna Tussell.

Iluminación y vestuario: Felype de Lima.

Producción: Nicolás Belmonte y Carlos Larrañaga.

Lugar: Teatro La Strada (ex Arlequín), Madrid.

Fechas: Desde el 9 de octubre de 2013.

Teatro Infanta Isabel, a partir del 26 de abril.

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