Lola López Mondéjar habla de su libro "La primera vez que no te quiero"
Por Benito Garrido.
¿En qué consiste ser mujer? ¿Qué es ser una auténtica revolucionaria? ¿Sirve el conocimiento para cambiar el mundo? ¿Cuáles son las palabras necesarias para entenderlo? La primera vez que no te quiero cuenta la historia de una afirmación personal que se inicia con un NO. Su protagonista, Julia, emprende una investigación íntima de la que se desprende un fresco e incisivo tratado de geología interior.
La primera vez que no te quiero. Lola López Mondéjar. Editorial Siruela, 2013. 272 páginas. 18,95 €
Una novela sobre el aprendizaje que una generación de jóvenes soñadores, dispuestos a cambiar el país que habían heredado, tuvo que realizar para adaptarse a la libertad y a la democracia en la España de los años 80. Lola López Mondéjar (Murcia, 1958) es psicóloga, psicoanalista y escritora. Ha publicado las novelas Una casa en La Habana, Yo nací con la bossa nova, No quedará la noche y Lenguas vivas; el libro de relatos El pensamiento mudo de los peces y el de ensayos Psicoanálisis y creatividad: el Factor Munchausen. Fue finalista del XXI Premio de Narrativa Torrente Ballester.
P.- Libro donde la transición política española va paralela al desarrollo personal de la protagonista, a su liberación como mujer. ¿Tanto significó aquel momento histórico?
Para la generación de nuestra protagonista fueron tiempos de una enorme efervescencia, tanto en el terreno político-social como en el personal. Tiempos de transición política, pero también entre la educación sentimental católica, represora, que quería a las mujeres inmóviles en sus hogares – educación de la que provienen los jóvenes de nuestra historia–, y la cultura que traía de la mano la democracia: libertad, conocimiento, actividad, lucha y liberación de la mujer.
P.- ¿Cuál fue el germen, la idea inicial que te llevó a escribir este libro?
La idea inicial fue precisamente el sentimiento de tener una deuda con esa generación a la que pertenezco. La necesidad de elaborar un relato sobre los jóvenes que fuimos y las dificultades que encontramos para hacernos hombres y mujeres en aquellos tiempos convulsos. Una deuda que quizás se hizo más presente al ir observando que los cambios con los que soñamos, y por los que luchamos, que fueron en parte hechos realidad (pensemos en el derecho al aborto, a la anticoncepción, a la sanidad universal; el desarrollo de una amplia red de servicios sociales. Por no apuntar a la ley de partidos políticos, la constitución, la democracia, deficitaria pero democracia, en suma) se ven amenazados hoy por una cultura totalitaria, neoliberal y conservadora.
Pensaba que los jóvenes del 15-M de hoy son los hijos de Julia, de todas las Julias que lucharon para que España no fuese una dictadura, y que están obligados a coger el testigo de manos de aquellos otros jóvenes, sus padres, porque el mundo que les dejamos no es vivible, y hay que modificarlo de nuevo. Quería que conociesen cómo fueron aquellos momentos llenos de emoción, de expectativas y de futuro, precisamente ahora que el futuro se les ha negado a ellos.
P.- Hay mucha música en tu libro… ¿Terminamos asociando momentos con canciones? ¿Es así como lo ves tú?
La música, junto con el cine, es un singular agente de educación sentimental, amamos según la música que escuchamos y, a su vez, la música refleja nuestra forma de amar y de ser. La melodía es un medio privilegiado para evocar los recuerdos, para poner en marcha los mecanismos de nuestra memoria. Cuando escribo busco que haya también música en mi prosa, porque añoro ese poder que posee para hacernos evocar de manera inmediata las emociones, de llegar al cuerpo, más y mejor que las palabras. Creo que cada una de mis novelas, desde la segunda, Yo nací con la bossa nova, ha sido escrita con un distinto ritmo musical.
P.- El comienzo de tu novela con esa madre que intenta ahogar a su bebé es realmente impactante. ¿Adelanto quizás de la vida que espera a Julia, la protagonista?
El episodio de ese intento fallido de asesinato de la madre de Julia hacia su hija es la escena que Julia descubrirá de boca de su tía y que pondrá como posible origen de su tristeza, pero también, si atendemos a una lectura más metafórica, quise mostrar con él la incapacidad de las madres de entonces para transmitir a sus hijas los recursos que podrían vincularlas a la vida, una vida nueva que las asustaba y que nada tenía que ver con lo que ellas mismas habían aprendido y habían llevado. Eran madres que, involuntariamente, mataban el desarrollo de sus hijas, transmitiéndoles unos valores que quedaron obsoletos muy pronto, y de los que estas tuvieron que desprenderse.
P.- El punto de partida de la protagonista es un trauma infantil difícil de borrar y de los que claramente marcan. ¿Cuánto de tu faceta como psicoanalista hay en este libro?
El pasado determina nuestro futuro, pero tambien, como intento mostrar en la novela, es posible la reparación, la reconciliación con ese pasado, el reencuentro con las figuras que nos hicieron daño. Como psicoanalista lo sé bien. Sin embargo, es la primera vez que utilizo directamente el psicoanálisis en una novela mía. Julia es el primero de mis personajes que estudia psicoanálisis y lo practica, primero como paciente, luego como analista. Pensé que sería interesante introducir una disciplina que conozco profundamente en la novela. Si yo fuese arquitecta seguramente habría inventado un personaje que amase la arquitectura, que se sirviese de ella para lograr una identidad en el mundo, pero soy psicoanalista, y utilicé mi profesión. Y se trata de una profesión que se basa en la escucha de la intimidad, de aquello que nadie puede saber si no lo expresamos. Mis personajes tienen ese hábito introspectivo, también.
P.- Leemos y vivimos la evolución sentimental de Julia, la búsqueda como una revolucionaria de su lugar en el mundo. ¿Significa ello una ruptura total con el pasado, una emancipación social quizás?
El problema que tiene Julia, y la generación a la que pertenece, es que está a caballo entre dos mundos demasiado opuestos. El mundo tradicional, rural, católico, represivo, conservador, y el mundo de la izquierda antifranquista: urbano, que postula la libertad, la democracia y la innovación, el conocimiento, la revolución sexual. En algún momento el pasaje de uno a otro se hizo demasiado deprisa, de manera que, vulnerables y jóvenes, Julia y los suyos cambiaron un dogma por otro, sin elaboración previa. El pasado estaba ahí y no podía ser borrado internamente de un plumazo. Ni en lo personal ni en lo colectivo. Para Julia esta metamorfosis es una emancipación que comporta un alto coste, pero que se salda positivamente en la novela.
P.- ¿Es esta quizás tu novela más personal, la que más tiene de ti?
Esta es mi novela más personal, en ella he utilizado vivencias propias y de mis amigos para mostrar un retrato de lo que fue la generación de jóvenes universitarios que entraron en la universidad con la muerte de Franco y lucharon ya desde el instituto por traer la democracia a este país. Jóvenes anónimos que soñaron con cambiar el mundo y vieron su sueño, en parte, realizado. Aunque después viniese el desencanto.
P.- Con el tiempo Julia descubre que toda su experiencia y conocimientos no le han permitido cambiar la realidad que la rodea… ¿frustración inevitable del ser humano?
Aunque el conocimiento es la única vía que entiendo como propiamente humana, el ejercicio del pensamiento y de la reflexión, como dice Hannah Arendt, la realidad se resiste a él. Es dura, opaca, compleja, y su transformación solo puede hacerse, además de a través de nuestros intentos por representarla, de la conceptualización de esa realidad que las palabras (también la literatura) comporta, a través de la cooperación y la acción social y política. Julia comprende el mundo mejor que cuando era niña, pero el mundo no se deja transformar tanto como ella querría.
P.- Tratas la maternidad y el instinto maternal como circunstancias vitales que también han evolucionado tanto en el rol educativo y personal como en el social.
Hay una paradoja muy importante en la novela que consiste en esa relación conflictiva entre Julia y su madre. Una madre interna que la inmoviliza durante mucho tiempo, condenándola a la tristeza. Sin embargo, cuando Julia se libera de ese modelo materno y vive una vida en libertad, necesita tener un hijo para sentirse una mujer “por dentro y por fuera”. Quise mostrar así la dificultad de las mujeres de nuestra generación para escapar de ese destino, al haber sido educadas por unas madres que creían que ser mujer era ser madre y lo transmitían así a sus hijas. Y también el gozo que produce la capacidad de la mujer de dar vida, una experiencia tan radical y profunda, que nos vincula a otro ser para siempre.
P.- Y el amor, que es un aprendizaje más, pero también otra causa de frustración…
La educación sentimental de las mujeres es una de sus fuentes de sufrimiento más frecuentes porque, si bien todos los seres humanos necesitamos amar y ser amados, la cultura patriarcal ha impuesto a las mujeres una exigencia amorosa radical, de modo que el amor se convierta en el eje central de sus vidas. Su felicidad depende así de una circunstancia que puede o no darse sin que ella pueda hacer gran cosa por lograrlo. Mientras el amor en el hombre es un aspecto más de su biografía, que no lo compromete en su totalidad, en la mujer aparece como nuclear. De ahí su malestar. Sin embargo, creo que estas circunstancias están cambiando en las generaciones de mujeres más jóvenes, si bien no en todos los sectores sociales.
P.- ¿Qué autores han sido claves en la evolución de tu escritura?
He tenido una formación donde predominaba la lectura de autores extranjeros sobre los nacionales, ha sido solo en la madurez cuando he vuelto los ojos a los autores y autoras españoles, por lo que no han formado parte de mi formación primera como escritora. Son: Emilio Salgari, Vladimir Nabokov, Marguerite Yourcenar, Flaubert, Katherine Mansfield, y más cerca de nosotros: Alice Munro, Gaetan Souci, Joyce Carol Oates, John Cheever, Agota Kristoff, Patrick Modiano, Herta Müller, Elfriede Jelinek, entre otros.
P.- ¿Nuevos proyectos literarios a corto plazo?
Introducirme en la novela que llevo pensando desde hace un par de años, muy diferente a La primera vez que no te quiero, donde intentaré analizar la frontera entre realidad y ficción, con una fuerte carga intertextual y metaliteraria, pero, al mismo tiempo – este es el reto–, que interese a los lectores, que los interrogue y los comprometa. Un ejercicio intelectual que penetre, no obstante, en la carne de quienes se acerquen a ella. Es una obra muy ambiciosa, pero no tengo ninguna prisa para abordarla.
¿Se imaginan a los pacientes de esta señora tan extremista y tan ultrasocialista? Es increible que alguien tan fanatico y con tantos prejuicios ideologicos como esta señora pueda ejercer psicoterapia. La mente del paciente es sagrada y esta señora, con su fanatismo politico fan facha de izquierdas, puede ser un peligro para sus pacientes…El modelo social y psiquiatrico de esta señora es la dictadura castrista, que es una dictadura terrible, mucho más terrible que la dictadura franquista