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ÁCRONOS

Por Juan Luis Marín. Acronía: “estudio de hechos y fenómenos lingüísticos fuera de las coordenadas temporales”. Un término no acuñado por la RAE, que prefiere este otro:

Ucronía: “reconstrucción lógica aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder”.

Esta es la base del steampunk, género literario nacido en los 80 que con el tiempo se ha extendido a otras expresiones artísticas como el cine. La base de las historias steampunk es que se ambientan en una época donde la tecnología a vapor es la dominante, ya sea por desarrollarse en los años en que esto era así, la época victoriana, o en décadas posteriores partiendo del supuesto de que jamás llegó a inventarse la electricidad o los motores de gasolina. Si lo ilustramos con ejemplos como La liga del los hombres extraordinarios, Wild, Wild West, Julio Verne o H.G. Wells seguro que todos lo tenemos mucho más claro.

El género se extiende, también en España, donde un proyecto de relatos steampunk cruza el charco. Finalmente, autores a ambos lados del Atlántico deciden crear una antología titulada Ácronos.

Hacía años que no leía literatura fantástica: desde mi infancia a los primeros años de universidad lo único que leía eran libros de dragones. Los de Elige tu propia aventura o sucedáneos. Cómics. Y poco más. De modo que terminé un poco hasta los huevos de tanta fantasía y me sumergí en la sordidez de Bukowski, Céline, Fante, Easton Ellis, Palahniuk… Y así me va.

La lectura de Ácronos me ha devuelto a la juventud. Y aunque eso no signifique que vaya a convertirme en hijo pródigo del género (estoy enganchado a la sordidez y talante GRIS del ser humano) si ha servido para tomar un respiro y llevarme algunas gratas sorpresas. Porque hay autores de esta antología que se han atrevido a hacer su propia versión steampunk, con ucronías ambientadas en las Guerras Carlistas, la Guerra Civil… o la posguerra, que en los tiempos que corren se hacen aún más que actuales por la necesidad, tanto en esos supuestos como en la actualidad, de alguna que otra vuelta de tuerca que arregle el mar de mierda en que nos hallamos sumergidos de una vez por todas. Aunque sea empezando de cero.

Revolución en toda regla.

No necesariamente industrial.

Pero sí en cantidades industriales.

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