Una canción para Dickens
Por Dalia Ferry. Difícilmente podría encontrarse un escritor que haya tenido una popularidad tan grande y perdurable como Charles Dickens. Su enorme éxito sin precedentes entre toda clase de lectores se debe a su gran talento creativo para trasladar a la ficción una realidad que a menudo vivió y padeció en sus propias carnes.
Los apuros económicos de su familia, el encarcelamiento de su padre por deudas y el trabajo que, con apenas doce años, se vio obligado a desempeñar en una nfecta fábrica de atún, le abrieron los ojos a una cruda e injusta sociedad que, una vez convirtido eb escritor, Dickens se esforzó en denunciar.
Entre ellos , son justamente memorables Fagin, el desaprensivo y astuto judío que dirige la banda de raterillos en Oliver Twist. Wilkins Micawber, el padre de familia siempre endeudado, pero alegre y de buen corazón, que Dickens creó a semejanza de su padre en David Copperfield. La señorita Havisham, una ancia decrépita y cruel que en su juventud fue abandonada por su novio en el altar y a partir de entonces jamás se despoja de su traje de novia en la novela Grandes esperanzas. Y, como no, Ebenezer Scrooge, el aborrecible egoísta cuyo apellido, a partir de Canción de Navidad, se empleó en países anglosajones para designar el avaro por antonomasia.
Todo un hermoso baúl de sorpresas son las obras de Dickens que aún hoy en nuestros días son un verdadero regalo para cualquier lector.
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