61 Festival de San Sebastián: Día 8
Por David Garrido Bazán. / Twitter para esta noche: @davidgarridobaz
SAN SEBASTIÁN 2013 – J08 – LA HERIDA, JEUNE ET JOLIE, PRISIONERS
En una Sección Oficial que no se ha caracterizado especialmente por el sentido del riesgo sino más bien por todo lo contrario, es decir, por un exceso de películas complacientes, correctas pero susceptibles de suscitar lógicas dudas sobre su idoneidad para competir en un certamen clase A como San Sebastián había muchas expectativas con La Herida, la última de las tres españolas a concurso y asimismo la última a competición. Ya saben: cuando van pasando los días y las películas sin encontrar esa obra grande que te justifique por sí sola un festival, uno tiende a depositar sus cada vez más menguadas esperanzas en los últimos títulos como quien se agarra a un clavo ardiendo. Y la ópera prima de Fernando Franco, montador de títulos tan señeros del cine español reciente como Blancanieves o No Tengas Miedo, venía con la etiqueta de ser una propuesta arriesgada tanto desde el punto de vista narrativo como el de la temática que aborda, seguir muy de cerca la vida de una mujer con un serio trastorno bipolar que marca en todo momento su existencia. Vaya sí lo es. Lo del trastorno bipolar se trasladó inmediatamente a la prensa que según salía del pase se polarizó en dos bandos difícilmente conciliables: los que piensan que el cine es o debe ser otra cosa que obligar al espectador a pasar por la desagradable experiencia de meterte en el cuerpo y la mente de una enferma mental hasta sus últimas consecuencias y los que defienden que, por chungo y poco apetecible que sea su temática, La Herida tiene por sí misma una serie de valores que merece la pena tener en cuenta. Cuestión de piel y sensibilidades. Fuera zonas grises.
Este cronista se posiciona en el segundo bando. Aunque también reconozco que por valiosa e interesante que me parezca La Herida, es una de esas películas que me pensaría muy pero que muy mucho recomendar su visionado. Con estas cosas uno pierde amistades y lectores. Así que vaya por delante el aviso: bajo su propia responsabilidad. ¿Ha quedado claro? Pues sigamos adelante. La Herida es Ana y Ana es la mujer herida del título. Treintañera, conductora de ambulancias que transporta enfermos de un lado a otro, eficiente en su trabajo y un verdadero desastre en su vida personal. Sus cambios de humor son brutales, su desequilibrio emocional evidente, sus tendencias suicidas peligrosas posibilidades con las que fantasea, sus impulsos autodestructivos y de autolesionarse, cortes con cuchillas y quemaduras de cigarrillos encendidos sobre su piel, espeluznantes. La cámara de Fernando Franco la sigue tan pegada a ella que el espectador no ve, oye ni piensa otra cosa que no sea a través de los sentidos de Ana. Le gustaría poner distancia, pero el realizador no se lo permite. Mal rollo desde la primera secuencia y toda una declaración de intenciones: a esta película se ha venido a sufrir de principio a fin. La de Disney, lo sentimos mucho, la pasan en la sala de al lado.
Visualmente, la película remite a los hermanos Dardenne y su obsesiva forma de seguir a sus criaturas cámara en mano sin dar apenas respiro al espectador. Vemos como Ana destroza su vida, se droga, bebe, se autolesiona, se frustra, llora… Intenta respirar y no puede. El espectador tampoco. La congoja se apodera de la sala. Ana es una bomba de relojería a punto de estallar en cualquier momento. La tensión es constante. Se dan pistas de su pasado, cosas que se intuye que podrían haber sucedido que explicarían su estado, pero tampoco podemos estar seguros si son realidades o fruto de su mente perturbada. El espectador se queda suspendido en el vacío. Solo respira cuando lo hace Ana, que es cuando por su trabajo se ve en la obligación de ayudar a los que están aun peor que ella: enfermos de Alzheimer (¡Que grande Ramón Barea!) o discapacitados mentales que al requerir su cariño provocan la ilusión de una Ana como podría llegar a ser si los medicamentos o la terapia intensiva funcionaran. Espejismos. De ahí no se sale ni se progresa tan fácilmente. Y así hasta el final de la película, una lucha constante. Los hay que argumentan que no hay historia, que su personaje no avanza ni cambia, sin advertir que en ese lodazal de la enfermedad mental a veces no hay manera de avanzar. Juzguemos a La Herida por lo que busca, no por lo mal que nos lo hace pasar. Quizás entonces nos daremos cuenta que no tiene que ver con el morbo ni el sensacionalismo. Que se trata de ser riguroso (ay, ya salió la palabrita…) y coherente.
Nos dejamos para el final a Marian Álvarez. Ella es la película de principio a fin. Sostiene elaborados planos secuencia larguísimos con una intensidad increíble, algo que no resulta ni mucho menos fácil ni al alcance de cualquiera. Después de muchos años, después de infinidad de trabajos televisivos, de que su maravilloso trabajo en Lo Mejor de Mi pasara casi desapercibido hace unos años, por fin ha encontrado un papel en el que es capaz de sacar todo el talento que lleva dentro. Su trabajo es tan impresionante que resulta complicado hacerle justicia con palabras. Es la clara favorita al premio a Mejor Actriz. Tan clara que lo más fácil es votar por ella, así que puede que al Jurado le dé por hacer otra cosa. Los Jurados son así. La Herida queda como la propuesta más radical del Festival. También la más odiada. ¿El cine es esto? se preguntaba alguno a la salida. Pues sí. También es esto. Aunque duela.
En estas crónicas se ha huido a propósito de toda crónica de alfombra roja. No es que uno sea de esos que desprecia el glamour y los focos, es que tras la sobredosis de estrellas que desfilaron el año pasado por el María Cristina – recuerden: cinco premios Donostia – una de las críticas más recurrentes de este año es que los pobres fotógrafos no tienen apenas un triste famoso internacional que echarse a la lente, con lo que no hay mucho que contar. Ayer llegó Hugh Jackman y fue como si de repente lloviera un poco tras meses de sequía: se desató la locura con el mocetón australiano, que accesible, profesional y diligente se ha metido en el bolsillo a toda Donostia en un ratito. Bien por él, aunque no va a evitar las críticas, que se han hecho rugidos cuando Helena Bonham Carter ha anulado a última hora su rol de madrina de la clausura. El año pasado fue un exceso, éste han tocado las vacas flacas. A asumirlo sin más.
Hugh Jackman, además de ser Premio Donostia, ha venido a presentar Prisioners, la segunda película que tiene Dennis Villeneuve en esta edición tras Enemy y sus arañas. Una propuesta completamente distinta, un sólido thriller sobre niños secuestrados y zonas morales ambiguas con muchas menos pretensiones que la extraña película sobre las dualidades que presentó en la primera jornada. La historia trata de dos niñas que desaparecen sin dejar rastro en una pequeña localidad. Exacto, como en la de Egoyan de hace unos días. Pero sin fundamentalismos cristianos de por medio. La trama gira alrededor de los esfuerzos del detective encargado del caso, Jake Gyllenhaal (esta vez sin doble, aunque no le habría venido mal contar con uno) por encontrarlas mientras controla al padre de una de ellas, Hugh Jackman, un rudo cazador que va cayendo más y más en la desesperación según pasan los días. El sospechoso inicial es un joven con las facultades mentales disminuidas. La policía le cree inocente y le suelta. El padre le cree culpable y le secuestra y tortura para que confiese. Nos movemos en áreas morales difusas cuando la vida de nuestra hija pequeña está en juego o cuando nos dejamos dominar por el ansia de venganza. Estamos en terreno conocido, el explorado por películas como Mystic River y El Intercambio, ambas de Clint Eastwood o Adiós, Pequeña, Adiós, la muy notable película de Ben Affleck.
Prisioners es sólida, bien llevada, mantiene intacta su tensión durante las más de dos horas y pico de metraje y demuestra que Dennis Villeneuve es un realizador versátil, con ojo para el detalle y conocedor tanto de las claves del género como sobre todo, de la importancia del desarrollo de los personajes. Se le pueden reprochar ciertos trucos de guión, habituales del género por otra parte, que quizás habrían debido pulirse un poco más de cara a la resolución de la trama. O que en su tramo final opte por dar un par de vueltas de tuerca más de lo debido que debería haberse ahorrado. Pero aun así es una muy notable película que cuando se estrene va a encontrar su público. Ah, por si se lo preguntaban, Hugh Jackman está muy bien. Como casi siempre. Ya saben que este tipo lo mismo te presenta una gala de los Oscar memorable que cumple como el Jean Valjean de Los Miserables o exhibe músculo y destreza en el cuerpo a cuerpo como Lobezno. Es un actor solvente.
Dejando para mejor momento el hablar de otras películas recomendables vistas en Perlas como la interesante Jeune Et Jolie de François Ozon que hace una estupenda reflexión sobre la adolescencia y la prostitución con un descubrimiento como Martine Vacht o el estremecedor y brillante documental L’Image Manquante de Ritty Panh que pone los pelos de punta al contar el horror cotidiano vivido en Camboya durante los cuatro años de dominio de los Jemeres Rojos… con figuras de barro, procede hablar de quinielas y rumores sobre el Palmarés que conoceremos esta tarde. En un Festival desigual dominado por la idea de la dualidad y exento de esa obra grande de las que le hablaba al principio, es imprevisible lo que puede hacer el Jurado presidido por Todd Haynes y en el que hay gente tan dispar como el músico David Byrne, el director Cesc Gay o los actores Diego Luna y Paulina García, así que me limitaré a darles mi opinión. Desde mi punto de vista hay tres películas que destacan en la sección oficial y deberían verse reconocidas en el palmarés: Caníbal, Club Sandwich y Quay D’Orsay, a las que yo concedería Mejor Película, Premio Especial del Jurado y Mejor Director para Tavernier respectivamente pero que pueden verse reconocidas en otras categorías. Quizás tenga alguna opción si no hay acuerdo para los premios gordos películas de consenso como la de David Trueba, que es una propuesta eficaz y correcta que gusta a todos, pero no parece algo muy deseable ignorar a las tres anteriores en su favor. Para los premios de interpretación parece que en el apartado masculino hay un duelo español con inglés al fondo, pues tanto el hermético e intenso Antonio de La Torre de Caníbal o el desenvuelto y entrañable Javier Cámara de Vivir es Fácil con los Ojos Cerrados hacen méritos más que sobrados para llevarse la Concha de Plata, si bien tampoco parecería extraño premiar al estupendo Jim Broadbent de Le Week End. Para Mejor Actriz no parece haber una candidata más potente y más favorita que Marian Álvarez por todo lo contado más arriba, aunque puede jugar en su contra que sea la elección más obvia. Personalmente me gustaría que el Jurado no se olvidara del estupendo trabajo de Maria Renee Prudencio, esa madre de Club Sandwich que asiste impotente a cómo su hijo adolescente crece para alejarse de ella. Como en el caso anterior, Lindsay Duncan acecha al fondo pues su esposa frustrada en Le Weekend tampoco sería una apuesta descabellada. Esta noche saldremos de dudas como siempre en una gala que pueden seguir en directo vía twitter @davidgarridobaz a partir de las 20:30. San Sebastián ha tenido en los últimos años una larga tradición de palmares polémicos que han ignorado las mejores propuestas a favor de otras, felizmente rota el año pasado cuando En La Casa y Blancanieves se repartieron los premios grandes. Veremos que ocurre.