Al acecho
Al acecho, Noemí Sabugal. Algaida, Sevilla, 2013. 432 páginas. 20,00 €
Por Carmen Moreno
Marzo de 1936. Julián Fierro recibe una noticia macabra: ha aparecido el cuerpo sin vida de una niña, en un céntrico callejón de Madrid. Dos cuerpos más aparecerán en diferentes sitios y momentos. Las tres niñas muertas se conocen, tienen algo en común, más allá de una adolescencia que las vuelve menos limpias, menos niñas. Si nos quedamos en este primer plano podríamos pensar que la de Sabugal es una novela policíaca, una novela de investigadores, de policías que persiguen la verdad y la encuentran a cualquier precio.
Pero, como ya he señalado, la historia transcurre en marzo de 1936, en Madrid. Es decir, el germen de la Guerra Civil está presente. España no es una única, e indivisible, sino que es un país fragmentado donde la vida de un ser humano, cualquier ser humano, sino está vinculado a algo político no tiene mayor importancia. En este sentido, la narración de Sabugal es excelente.
Con un estilo, rayano a Valle-Inclán o Unamuno, la escritora Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979), muestra las miserias de una ciudad que en nada se parece a este Madrid que hoy conocemos de luces y vida. La suciedad, los colores ocres, la falta de luz, la insidia del alcohol y la noche, los trabajadores enfrentados a la patronal, a las empresas, a los estamentos que protegían a una oligarquía castrante. Un estilo lírico y duro, oscuro y brillante.
Esta novela se enmarca en las que, durante 2012 y 2013, han ido saliendo sobre el ambiente prebélico de aquella España “negra”. Pero tampoco es ese el tema central.
No es casual que la novela comience con los versos de Miguel Hernández, uno de los represaliados de aquella guerra, aquel al que llamaron “el poeta del pueblo” y que murió en la pobreza de las cárceles de posguerra: “He regresado al tigre. /Aparta o te destrozo. Hoy el amor es muerte,/ y el hombre acecha al hombre.” No es casual aquella escena en casa de “el poeta”, aquella miseria que también bien dibuja Sabugal, aquella hermandad entre el cordobés, el poeta y Fierro, que dura tan sólo una noche y que ayuda a circunscribir la ciudad española en aquellos días en los que disparar era más fácil que hacerse entender.
Ese sí es el sentido último de la novela de Sabugal: la maldad del hombre contra su prójimo. En este sentido dice la autora: “…Y eso que nadie era consciente de que empezaba una guerra civil que duraría tres años y que daría lugar a una dictadura interminable. Madrid era una ciudad llena de hombres con pistolas en los bolsillo, de atentados diarios, de chicos amontonados en el depósito de cadáveres. Podíamos haberlo arreglado, pero no, vinieron unos iluminados que habían perdido sus privilegios e iniciaron un golpe.”
Al acecho, que obtuvo el XXXI Premio de Novela Felipe Trigo, es una obra sobre el lado oscuro del hombre, sobre los rincones siniestros que la humanidad deja ver, de vez en cuando, en forma de crímenes contra sus congéneres.
Una novela con un final duro, muy lejos de ser feliz, pero mucho más real. Un final creíble que sirve para afianzar a unos personajes muy bien construidos. Una narración magnífica que no dejará indiferente a nadie. De eso estoy segura.