Por Juana Vázquez

La poesía  verdadera es el último reducto espiritual que nos queda hoy por hoy,  en este mundo materialista de gestores,  y del dios mercado, con las diosas de  la oferta y la demanda, por encima de cualquiera otra idea o creencia. ( Ningún poeta, que yo sepa,  se ha hecho rico a través de su  poesía).

Ser poeta, hoy en día, es una condición, un estado de ánimo, no una profesión con ánimo de lucro. El poeta intenta descifrar  los códigos  oscuros de la vida, en un mundo que busca “el orden” dentro del desorden más caótico y  grotesco, que es el de la injusticia social.

La poesía , amante, desde  los primitivos bardos, de utopías,  se quiebra o mejor dicho  enferma, en los períodos materialistas. En estas ocasiones y en este estado,  languidece con  conceptos quebradizos y pusilánimes  quedándose en la superficie del  hombre y las cosas,  sin ahondar en sus verdaderos problemas , en sus desencantos, y sobre todo en las miserias de  aquellos que no tienen voz, para dejar oír sus lamentaciones a todos y  en todos los órdenes. Se olvida de lo esencial, de lo que  está en lo más profundo del ser, su dignidad como persona tan vilipendiada en estos tiempos de números, donde una persona con la angustia colgada de día a noche por el paro , la miseria y  la desesperación ,sólo  tiene identidad de número en la cifra del paro.

Hoy por hoy, la mayoría de lo que se considera  poesía ( otra cosa es que lo sea) se ha prostituido y evita reflejar los  hechos oscuros en donde la vida se  ha convertido en un valor mercantil, como si fuera uno de los últimos valores del hombre. Y es que “los versos  más tristes esta noche”  de nuestro tiempo, no son que “el cielo está estrellado” ni que “titilan las estrellas a los  lejos”. Hoy los versos más  auténticos están cuarteados en los medios de comunicación, en un espacio que no es lírico , en donde la gente vive a trozos , y muere , en muchas ocasiones, tan sola que ni siquiera le acompaña la palabra muerte. ¡Qué menos!… Son simplemente “los representantes de efectos colaterales”.  Lo estamos viendo día a día en estas guerras de intereses estatales donde apenas se habla de víctimas cuando ataca el «bueno» «el prepotente». Tenemos tan cerca  y tan presente esos seres que mueren dos veces, una físicamente y otra por el olvido…

Si la palabra ya no puede ser, como en un principio,  creadora de nuevas teofanías, ni de mitos, si quedó atrás su urdidumbre teologal, hoy la palabra poética desacralizada , si no quiere verse derribada por el número, debe indagar en los suburbios del diccionario palabras  con que perfilar un nuevo espacio, y buscar en los medios de comunicación su temática esencial, para que en ella  habite la solidaridad con los desheredados, los tristes, los míseros en  un mundo liberado “de la mentira de ser verdad”, de la mentira de ser el único posible, algo que se oye constantemente a nuestros políticos, como si la política actual fuera el destino y no se pudiera cambiar en ningún aspecto.

Hay que desechar tanto materialismo a través del verdadero poema, sacudiendo las raíces hasta dejar fuera las semillas de las  flores-palabras. Aquellas hechas para adornar o  tapar el basurero  de injusticias, del día a día en “bonitos”, superficiales,   incomprensibles  o “ modernos” poemarios.

El poema verdadero fuera de la teofanía, el mito, y el afán de modernidad,  encontrará el ritmo de una mirada del mundo que cree la cadencia del “nosotros” , integrando la  diversidad, como algo enriquecedor y afín con nuestra naturaleza y moderna cultura.

De esta forma el poema  cumplirá una de sus misiones más importantes: señalar al mundo  dentro de la realidad actual y   despertar conciencias,   para que nos conduzca  hacia la integración  de lo diverso, “del otro”.

Debemos representar la cara oculta de  nuestra época, pues ahí está el origen de la condición humana, que es social, aunque vivamos en un tiempo de individualismo feroz, del “yo mi me conmigo”… De todas formas congratulémonos, pues , a pesar de todo, aún  nos queda,  la  verdadera “poesía”. Hay, pues, esperanza.

Juana Vázquez