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Manu

Manu. Manuel Jabois. Pepitas de calabaza, Barcelona, 2013. 130 páginas. 10 €

Por Arcadio García

manuUna de las lecturas más satisfactorias y divertidas del año pasado, si no la que más, fue Irse a Madrid, de Manuel Jabois. Me reí tanto que no bien terminé de leerlo lo empecé de nuevo. Sin solución de continuidad. Y es que, yo no sé ustedes, pero a mí cada vez me cuesta más encontrar libros que me hagan reír. De hecho, ahora que pienso sobre el particular, así, a bote pronto, salvo un relato de Chéjov titulado El malhechor, y, recientemente, el desternillante Cuento de verano con el que César Mallorquí contribuyó al homenaje que la editorial Fabulas de Albión dedicó a Charles Dickens, no soy capaz de recordar ninguno en especial que me haya provocado unas risas. Sonreír sí. He sonreído con muchos. Cómo no. Hay infinidad de libros que te provocan una sonrisa. Pero reír, soltar una carcajada espontánea y bien audible al punto que alcancen a oírla las personas que tiene uno alrededor (y en cuyas miradas, dicho sea de paso, cree uno advertir una expresión de sorpresa que tal vez tenga que ver —pero aquí admito que incurro en la pura especulación— con esa idea que tienen muchos de pensar en la experiencia lectora como una actividad dolorosa en tanto requiere esfuerzo) de un tiempo a esta parte solo me ha pasado con Manuel Jabois y su Irse a Madrid. No digo que no haya otras obras y otros autores que lo consigan. Solo digo que yo no los he leído o no recuerdo haberlo hecho, o si lo hice alguna vez su recuerdo se ha desvanecido por completo.

De Manuel Jabois yo no había oído hablar antes de que Arcadi Espada lo citara en su web y publicara el enlace a su blog de Apuntes en sucio. A pesar de haber sido galardonado en 2003 con el XXIV Premio Nacional Julio Camba de Periodismo su existencia me había pasado completamente inadvertida, debido, con toda seguridad, a que el ámbito de su reputación y popularidad se circunscribía a Galicia. En cualquier caso, desde que Espada me lo dio a conocer, visitar su blog se ha convertido en un acontecimiento obligado y, casi siempre, feliz, pues Jabois frecuenta una literatura en apariencia desenfadada matizada por eso que se ha dado en llamar retranca gallega (la influencia de Julio Camba en su escritura es evidente), expresada mediante un uso talentoso y brillante del lenguaje, lleno de metáforas y, sobre todo, de comparaciones.

Ahora ha dado a la imprenta Manu, un pequeño librito de 130 páginas y un formato de bolsillo —literalmente además: si uno se lo lleva al bolsillo posterior del pantalón podrá pasar perfectamente por una cartera— que pretende ser una crónica o un conjunto de reflexiones y anécdotas que reúne a propósito de la llegada al mundo de su primer hijo. Así, aunque Jabois pone al lector en antecedentes y explica brevemente cómo conoció a Ana, la futura madre de Manu, el texto va desde el momento —épico— en que se gestó la criatura hasta su llegada al mundo. Entremedio, el periodista de Xanxenxo inserta toda clase de reflexiones en relación al periodismo y a la escritura, en torno a la vida en general y la suya en particular, como la rememoración de episodios de la infancia a los que lo aboca la presencia futura de su hijo. A decir verdad, todas ellas son las que ocupan mayor número de páginas y, al final, las peripecias de un padre en ciernes constituye una anécdota o excusa para reflexionar sobre innumerables asuntos.

El resultado es un libro que se lee del tirón, un tanto deslavazado, como las entradas de un blog reunidas en un único volumen, como si el autor hubiera echado mano de las reflexiones escritas a salto de mata durante un tiempo y las hubiera dado a la imprenta si haberles procurado antes una aspecto de unidad. Conserva, eso sí, el sentido del humor caustico y muy gamberro e ingenioso característico de Jabois, haciendo, en esta ocasión, un uso más contenido del lenguaje para dar a conocer anécdotas personales narradas de forma tan surrealista que casi semejan los fragmentos del monólogo de un humorista.

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