En los bajos fondos de Manila
Por José A.Cartán.
Ya he hablado alguna vez de las corrientes cinematográficas que han emanado del sudeste asiático en los últimos años; el cine de autor tailandés con Weerasethakul y Ratanaruang a la cabeza, la incesante ola taiwanesa con los imprescindibles Hou Hsiao Hsien, Edward Yang o Tsai Ming Liang o el interesantísimo y poliédrico cine malayo con Woo Ming Yin o James Lee. De la misma forma, también hay films extraños y dignos de ver en el archipiélago filipino. Aunque en los últimos años han despuntado cineastas como el tremendamente precoz Raya Martin, el infinito y casi inalcanzable Lav Diaz o el heterodoxo Brillante Mendoza, hay otros directores más desconocidos e igualmente interesantes como Pepe Diokno, autor de la película Engkwentro (2009), de la que hablaré a continuación.
Creo que cada vez me interesan más las innovaciones técnicas y hago caso omiso de la trama. No sé muy bien si me estaré perturbando, pero el hecho es que ha llegado un momento en el que disfruto más con un genial travelling de diez minutos que con un argumento consistente. Cosas de la edad, supongo. Engkwentro se amolda a un cine oscuro, crítico, sin medios económicos que faciliten su distribución (salvo en los cuatro festivales «gafapastoides» de turno) y, sobre todo, muy atrevido técnicamente. El film dura tan sólo una hora, así que entra en la etiqueta de largometraje de pura chiripa. Diokno sumerge al espectador en los bajos fondos de la ciudad de Manila y en las idas y venidas de un par de hermanos por las laberínticas calles de un submundo. Un slum caótico, infernal y pesadillesco.
La cinta está compuesta solamente por dos planos, cada uno de media hora. Y es en este atrevido intento de Diokno en su ópera prima, donde uno aprecia que poco importa el factor monetario si un creador tiene genio. Y a pesar de la locura en la que nos hunde el filipino, uno se sorprende de su atrevimiento y osadía técnica y se cerciora de que es un artista en ciernes, en potencia. Siguiendo los pasos abismales de Hitchcock en La Soga y, sobre todo, de Sokurov en la apabullante El arca rusa, el asiático consigue crear un auténtico tour de force de pesimismo y desesperación. Partiendo de una rutina adolescente diaria, el cineasta hará que sus personajes desemboquen en una oscuridad literal, a la vez que la cámara nos guía durante la segunda parte del metraje y de manera ciega por una nocturna Manila que más bien parece la entrada abisal a la garganta de un lobo.
Tal y como sus coetáneos filipinos realizan una feroz crítica en sus films; rememoro Now Showing o el cortometraje Long Live Philippine Cinema! ambos de Raya Martin, o la realidad homosexual de algunos personajes de Brillante Mendoza en El Masajista, el mismo interés tiene Diokno de denunciar la realidad de los adolescentes en Filipinas. Unos jóvenes que, como en muchas ciudades del planeta, se dejan comprar y manipular por manos invisibles para asesinar inocentes en la medianoche manileña.
Estupenda crítica Jose Antonio, me la apunto para verla, porque además como es corta es ideal, eso sí en v.o.s, porque me niego a verla doblada. En cuanto a lo que dices de la técnica a mí me pasa algo similar, me fijo mucho más en la fotografía, decorados, etc que en la propia trama, que le vamos a hacer.