Lona de tinieblas
Lona de tinieblas. Rafael Marín. Quorum Editores. Cádiz, 2013. 332 páginas. 16,00 €
Por Carmen Moreno
Cuando nos sentamos a leer un libro de detectives esperamos encontrar a un hombre o mujer atormentado/a, pero sagaz, lúcido/a. Nunca esperamos un Superman, pero tampoco esperamos a un Torre, un tipo descuidado, despistado, sin memoria y que más que el don de la perspicacia, tiene la suerte del loco.
Aunque no nos dejemos engañar, Torre no es un loco al uso, no es que no sepa lo que hace, es que no recuerda de dónde llega. Un detective que recibió una buena paliza en sus años de boxeador aficionado por parte de su amigo, Kid Levante.
Esta entrega de Rafael Marín es la tercera del detective sin licencia y gaditano para más INRI. Marín, que no hace nada por casualidad se basa en Sancho Panza, en vez de en Don Quijote, para construir su antihéroe desde la base de la humanidad, de la conciencia de que ayudar al prójimo es para lo único que sirve en última instancia el ser humano. Torre absorbe la gracia del escritor gaditano y algún que otro rasgo más.
Una historia construida con los pasos del presente y los saltos al pasado, desde el submundo de las mafias chinas de Cádiz y del mundo, con una doble voz que recuerda y olvida a la vez y sobrevive a los vaivenes de la historia.
Esta novela tiene, a ojos de los puristas de la lengua castellana centropeninsular, un handicap importante el lenguaje. Y es que Marín, como Fernando Quiñones, utiliza los giros de su ciudad natal para terminar de construir un personaje que, en realidad, podría entenderse en cualquier parte de España porque, Torre, no es más que un hombre frustrado y roto por los avatares de la vida. El propio novelista reconoció en la Semana Negra de Gijón que escribirla en “gaditano” le alejaba de ser un superventas en España, pero no quería que dejara de sonar a Cádiz. Una novela, en definitiva, que tiene aquel tipismo de la Barcelona de Marsé y que a nadie resultó extraña. Porque el fondo sí es universal: el sufrimiento, el maltrato a las mujeres, la amistad, el amor, el sexo, las ganas de ser más, de salir de nuestro agujero…
Y es que aún arrastramos algunos prejuicios a la hora de enfrentarnos a la lectura de un dialecto que desciende directamente del español, pero que se aleja lo suficiente del idioma materno para poseer características propias, pero no alienantes. Pero, si se deja de lado palabras concretas típicamente gaditanas, el lector se encontrará con una historia magníficamente construida, una novela hilarante y dura, una obra que apuesta por la buena literatura. Porque, no se dejen engañar, Marín es uno de esos rara avis que proceden de las lecturas clásicas, se hizo un nombre mayúsculo en la Ciencia Ficción y jamás para de investigar en nuevas formas, temas y arquitectura literaria.
Torre es un personaje que se mimetiza inmediatamente con nuestra “normalidad” lo que le confiere un atractivo aún mayor. El anti-Sam Spade, el anti-Jean-Baptiste Adamsberg, el anti cualquier detective “listo” que puedan recordar.
Por si le quedan dudas: En el combate realizado el 19 de marzo de 1970, un golpe definitivo convirtió a Kid Levante en aspirante al título de Campeón de boxeo de España. Ese mismo golpe dejó sin memoria a su contrincante, Torre, el Tigre de Puertatierra. Cuarenta años más tarde, Kid Levante es acusado de asesinar a su compañera y le pide ayuda a Torre, el amnésico, el detective sin licencia.
El lector, más afortunado que el protagonista, tendrá la oportunidad de conocer esos veinte años que la amnesia le impide a Torre recordar (años de juventud en las postrimerías del franquismo, de sueños de fortuna y gloria), y que van mezclándose con la investigación del caso, ambientado en los submundos de la investigación clandestina china.
Señoras y señores, en este rincón, Torre el Tigre de Puerta Tierra, ¿en qué lado rincón del cuadrilátero se situarán ustedes?
Qué cansado estoy ya del topicazo de la universalidad.