Así es como la pierdes (Junot Díaz)
Por Marta Fernández-Caparrós
Así es como la pierdes, Junot Díaz
Mondadori, 2013 (207 páginas. 16,90 €)
El título de esta colección de relatos, con su referencia explícita a la ruptura amorosa, y la ilustración elegida para la portada –una mujer, en primer plano, grandiosa y prominente frente a un hombre alejado, empequeñecido, la distancia entre ellos – son un buen avance de lo que el lector tiene entre las manos: una emocionante recopilación de historias de amores truncados, en las que casi siempre los varones salen peor parados, nunca a la altura, frente a ellas, mujeres luchadoras y de fuerza inconmensurable. Sin embargo, las historias de Junot Díaz son mucho más que la crónica novelada del amor y el desamor. Son el retrato vivo del desarraigo, la desesperanza, el hambre de futuro y la incertidumbre de la comunidad dominicana en Estados Unidos. Son la constatación del fracaso de una generación de hombres educados en el rol del macho dominador y mujeriego. Y son al mismo tiempo, la confirmación literaria de un autor con un mundo, una mirada y un lenguaje propios.
Junot Díaz (Santo Domingo, República Dominicana, 1968) se dio a conocer con la deslumbrante recopilación de cuentos “Los Boys” y “Así es como la pierdes” tiene mucho que ver con esa obra primera. “Los Boys” pintaba un retrato coral de un colectivo muy concreto, los dominicano-estadounidenses residentes en los suburbios de grandes ciudades de Estados Unidos. Los protagonistas de ese puñado de historias eran, en su mayoría, adolescentes llegados en su más tierna infancia a un país nuevo, educados por unos padres con la mirada y un pie siempre puestos en la isla de origen, enfrentados a un entorno nuevo, a la pobreza y a la necesidad de prosperar, hacedores de una nueva realidad. Se diría que los protagonistas de “Así es como la pierdes” son los chavales del primer libro de Díaz diez años después. Se han hecho mayores, han llegado a la edad de elegir un camino, de asentarse, se han enamorado, pero se sienten aterrados ante la perspectiva de elegir a una sola mujer. Son chulos, caprichosos, y se enrocan sin remedio en el papel de hombre duro aprendido de sus padres. Sin embargo, algo no funciona. Ni rastro de las mujeres que han visto en sus casas, esposas dóciles y acostumbradas a la infidelidad, la ausencia y los vaivenes de sus hombres. Las chicas que les rodean han heredado, como ellos, los modelos y los ritos del país de sus padres, República Dominicana, siempre presente como tierra perdida y prometida en su imaginario colectivo. Pero son también mujeres de su tiempo, dispuestas a reclamar un trato igualitario, sensibilidad y comprensión. En este retrato de parejas en guerra, Díaz toma claro partido por ellas, pero lo brillante de su propuesta narrativa es que, en la mayoría de los cuentos, son ellos, los loosers, los que nos cuentan la historia. Y he aquí que Díaz despliega su sabiduría literaria: los hombres abandonados toman la voz, hacen defensa de sus artimañas, se justifican, pintan con orgullo herido a esas mujeres que han acabado, quién sabe por qué, cansadas de ellos. (“Soy como todo el mundo: débil, capaz de cualquier metedura de pata, pero básicamente buena gente. Sin embargo, Magdalena no lo ve así. Ella me considera el típico dominicano: un sucio, un perro”, se presenta el protagonista del primer cuento de la antología). Simultáneamente, en los pliegues de su discurso, se descubre la duda, la vacilación, el desconcierto de esos boys que no saben cómo retener a su lado a unas mujeres que les asustan tanto como les fascinan (“En lugar de bajar la cabeza y asumir la responsabilidad como un hombre, recoges el diario como si fuera un pañal repleto de mierda…les echas un vistazo a los pasajes ofensivos. Entonces la miras y le sonríes una sonrisa que tu propia cara mentirosa recordará hasta el día que te mueras. Baby, dices, baby, esto es parte de mi novela. Y así es como la pierdes”). Es la de Junot Díaz una literatura perspicaz, en la que, como en la vida real, lo que los personajes dicen, poco tiene que ver con lo que sienten y lo que piensan. Díaz busca al lector atento que sepa leer el subtexto que la cháchara desenfadada, ligera y viva de los personajes esconde. Hombres que se consuelan diciéndose a sí mismo que las cosas acabarán por arreglarse, que tratan de ocultarse que han perdido lo que más les importaba.
Como en la vida real, es el amor lo que importa y, cuando lo pierden, los protagonistas de “Así es como la pierdes” sienten que lo han perdido todo. Pero su fracaso en la esfera amorosa es solo la punta del iceberg de los muchos otros sueños rotos que llevan a la espalda, y uno no alcanza a saber si es su persistente crisis amorosa lo que les arrastra cuesta abajo en todo lo demás, o si por el contrario, son sus difíciles circunstancias las que les abocan a romperse el corazón una y otra vez. Junot Díaz propone una colección de historias de amor, pero es capaz de transcender la peripecia amorosa y brinda un libro profundo, de conflictos difusos, dibuja una realidad compleja y llena de matices. Hay trabajos precarios, desempleo. Hay padres que llegaron a Estados Unidos con una mano delante y otra detrás y que han inoculado en sus hijos una visión amarga de la vida, un instinto de supervivientes, un pragmatismo desencantado (“A nadie le gustan los niños, te aseguró tu mamá. Eso no quiere decir que no los tengas”, se dice a sí mismo uno de los personajes). Hay hijos dejados atrás, hay muerte de seres queridos, hay despedidas y separaciones. Hay un dolor oculto, anestesiado, que empapa el conjunto del libro. Detrás de todo ello, unas circunstancias muy concretas: la realidad de los inmigrantes dominicanos en Estados Unidos. Pero los cuentos de Díaz nos hablan de todos nosotros. Es fácil ponerse en la piel de cada una de sus criaturas. A fin de cuentas, la falta de futuro es quizás la condición del hombre contemporáneo y, el amor, el último bote salvavidas al que agarrarse. “Sólo sé algo, la esperanza es eterna”, dice la protagonista del cuento “Otra vida, otra vez”.
Más allá de su riqueza de temas, de la viveza que tienen todos los personajes, de la mirada aguda que Díaz arroja sobre el mundo, “Así es como la pierdes” es una lectura aconsejada por lo que quizás lo convierte en un libro excepcional, literariamente hablando: su lenguaje y su estilo. Como ya hiciera en “Los Boys”, Díaz despliega, casi con voluntad sociológica, un inglés trufado con múltiples expresiones latinas, la lengua de la calle, un spanglish de una expresividad aplastante. Nos sentimos transportados a un mundo nuevo que exige una nueva manera de contarlo. A sus tígueres y jevas las cosas les pueden ir good y cool, pero si algo se tuerce, nada fokin importa. Junto al registro minucioso de esa jerga directa, a veces prosaica, el autor no renuncia a párrafos intensamente poéticos (“Si esto fuera otro tipo de historia, te hablaría del mar. Cómo se ve cuando se dispara hacia el cielo por los agujeros de los arrecifes, y cómo cuando voy manejando desde el aeropuerto y lo veo así como trizas de plata, sé con certeza que estoy de regreso”). La prosa de Díaz se sitúa a ras de suelo, es veraz y palpitante, sufridora y a la vez esperanzada como la mirada de cada uno de sus personajes. Así es como los personajes pierden a sus chicas, así es como Díaz lo cuenta, porque las cosas no siempre salen bien, pero a veces hay un poco de luz, un poco de belleza en un mundo casi siempre desolado.
Estimados Junot y articulista: LA ÚNICA FORMA EN QUE PIERDES A UNA MUJER (a excepción de quecon el tiempo se de cuenta de que sos un asesino serial) ES CUANDO LE GUSTA OTRO, así de sencillo, si el libro me explica o enumera OTROS motivos (que no existen), ya perdió interés para mi. No seas POLLERUDO, Junot, hay otros caminos para mantener el éxito…
Firma: El Macho Semental