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Entrevista a Pelayo Cardelús por "Las vacaciones de Íñigo y Laura"

 

Por Benito Garrido.

 

Pelayo Cardelús (Madrid, 1974) es un escritor valiente que no duda en enfrentar temas tan personales como el amor o el deseo, pero dándoles un giro que fuerza a la reflexión. Tras finalizar la carrera de Derecho, Cardelús viajó por Latinoamérica y residió temporalmente en Estados Unidos. Además de trabajos periodísticos en medios como El Mundo o Metro Madrid, ha publicado el libro América en el espejo, en el que recoge sus impresiones de viaje. Hace siete años apareció su primera novela El esqueleto de los guisantes (Caballo de Troya, 2006). Ahora vuelve a llamar la atención del lector con su último artefacto narrativo, Las vacaciones de Iñigo y Laura, una novela que hace abrir los ojos a otras perspectivas sobre el matrimonio y el amor.

 

Las vacaciones de Íñigo y Laura, de Pelayo Cardelús.
Las vacaciones de Íñigo y Laura, de Pelayo Cardelús.

Las vacaciones de Iñigo y Laura.  Pelayo Cardelús.  Editorial Caballo de Troya, 2013.  224 páginas.  15,50 €

 

Íñigo y Laura pasan una semana de vacaciones en las solitarias playas de Zahara de los Atunes. Llevan cinco años casados y tras tres intentándolo, ella por fin se ha quedado embarazada. Quieren descansar: tomar el sol, pasear, hacer excursiones, disfrutar del chiringuito y darse espacio, ocasión y tiempo para el deseo del cuerpo conyugal. Ya el primer día de playa Íñigo le propone a su mujer hacer topless, pero mientras contempla el bello cuerpo de Laura, no puede evitar pensar que quizás otros hombres también puedan mirarla con deseo. Del mismo modo, se pregunta si los jóvenes fibrosos que pasean por la arena no serán objeto de deseo de su mujer… Esta es una novela sobre el amor, el deseo, la propiedad privada, el perdón y el matrimonio como campo de batalla.

 

P.- Matrimonio, obsesión, deseo, desconfianza, perdón, sentimiento de posesión… ¿Todo eso cabe en el amor? ¿O es que el amor es otra cosa?

Todo eso cabe en el amor romántico o sexual: el amor como campo de batalla. Caben por supuesto otros componentes más agradables. En mi novela he querido mostrar el lado oscuro, el mismo del que pueden brotar los celos y la violencia. El auténtico amor, ése del que hablaban los griegos, es otra cosa. Dudo de que el verdadero amor sea compatible tanto con la atracción sexual como con el derecho de exclusividad inherente al matrimonio (al menos al matrimonio tradicional).

 

P.- ¿Cómo se gestaron estas Vacaciones: después de una mala experiencia, como desahogo tras una relación…?

Se gestaron cuando me puse a analizar mis propios temores, de los que el personaje Íñigo no es sino una síntesis radical o incluso una parodia; el personaje creó a su alrededor el escenario perfecto en el que sus miedos y deseos pudieran transformarse en actuaciones concretas.

 

P.- ¿El deseo se manifiesta con más fuerza cuando se vuelca sobre aquel cuerpo que no podemos llegar a tener o a disfrutar?

Pienso que ocurre más bien lo contrario. Nunca terminamos de poseer el cuerpo del que disfrutamos. Podemos engullir un pastel de chocolate, pero no podemos devorar un cuerpo de mujer. Tal vez por ello mismo el deseo sexual empieza a renovarse tan pronto como ha sido satisfecho. El deseo se manifiesta con todo su ímpetu, como fuente inagotable de ansiedad y frustración, después de haber gozado ese cuerpo que tanto deseamos. La posesión carnal del otro es un imposible metafísico.

 

Pelayo Cardelús.
Pelayo Cardelús.

P.- Tras un tiempo de relación… ¿Es el matrimonio una aventurada inesperada que emprender, el reconocimiento legal a una renuncia, o realmente no es para tanto?

Abstrayéndonos de las personas que lo integran, no sé bien qué es el matrimonio. Si lo consideramos un vínculo afectivo y sexual entre dos personas llamado todavía a vertebrar la sociedad, es también un microcosmos cargado de dinamita. Por eso estalla tan fácilmente.

 

P.- ¿Cómo debe entenderse la fidelidad: como una forma de ratificar el compromiso, algo que nos imponemos por educación, aquello que nos diferencia de los animales…?

La fidelidad es la consecuencia lógica de nuestra ansia posesiva. Lo queremos todo en propiedad, es decir en exclusividad. Y en ese «todo» están incluidas, además de las cosas, las personas. Si fuéramos liberales de verdad, seríamos también radicalmente generosos. Pero no podemos o no sabemos liberarnos de nuestro férreo egoísmo. Puede que tampoco nos dejen. Una sociedad generosa consumiría mucho menos, con lo que reduciría su productividad.

 

P.- Comportamientos en cierta medida irracionales, como el de Iñigo, son fruto de sus propios miedos, inseguridades, debilidades… ¿Todo relacionado quizá con el afán de posesión?

Así lo creo. El afán de posesión es el que vuelve a Íñigo medroso y obsesivo. Íñigo quiere tener derechos sobre el cuerpo de su mujer, quiere decidir en la playa cuándo la cubre y cuándo la descubre. Teme que otros la deseen casi como el dueño de un coche deportivo teme la mirada intrusa y anhelante del ladrón.

 

P.- ¿Puede ser que no podamos escapar a Schopenhauer?

Schopenhauer es demoledor. Debemos renegar de él aunque sospechemos que tiene razón. Si lo que dice es verdad -si no podemos escapar de la voluntad de la naturaleza que actúa siempre en nosotros-, estamos abocamos al pesimismo. Como revulsivo anímico siempre tendremos a Nietzsche.

 

P.- ¿Qué pensarían las mujeres en general de una actitud tan obsesiva como la de Iñigo?

Esa pregunta sí que es difícil de responder. Si hablamos de las mujeres «en general» es porque presuponemos que existe una esencia femenina; y a ver quién es el valiente que se atreve a definirla. Pero sin entrar en honduras, no creo que las mujeres se enamorasen de un tipo tan cobarde y tan obsesivo como Íñigo. Y sin embargo las hay que no sienten atracción alguna por el estereotipo del triunfador. Las hay que ven mucho más allá de la apariencia. Estas pocas mujeres acaso pudieran enamorarse de un perturbado como Íñigo.

 

Íñigo y LauraP.- ¿Dónde crees que está la línea que marca lo prohibido en la mente del hombre casado en relación con el sexo? ¿Y de la mujer?

Lo prohibido en el terreno de la imaginación y la fantasía (es decir, en el terreno de la libertad por excelencia) lo marca la sensación de asco. Aquello que nos da asco, sea lo que sea, nos lo prohibimos a nosotros mismos. Si el asco no comparece, podemos imaginar cualquier cosa. Una interesante cuestión sería averiguar si el asco brota de nuestras raíces genéticas o es un fruto más de la educación y la cultura.

 

P.- De vez en cuando se escuchan frases como: ‘soy machista, no puedo evitarlo’ ‘machismo bien entendido’… ¿Todavía es posible entender el machismo? ¿Tan poco hemos progresado?

Hemos progresado bastante, sobre todo en el discurso oficial. Hoy los hombres disimulan francamente bien. La violencia física o psíquica contra la mujer no es sino la manifestación más espectacular del machismo. Detrás de estos casos encontramos la inseguridad del macho, la necesidad de controlar y dominar a la mujer, el afán posesivo y los celos. Un machista es un hombre que compensa su complejo de inferioridad sometiendo a su mujer. A menudo no obstante se llama machista al hombre simplemente egoísta, lo cual desde luego no es lo mismo.

 

P.- Capitalismo, consumo, sexo, cultura, espíritu… ¿Qué nexo principal puede unir todos estos conceptos?

El capitalismo para funcionar requiere hombres ávidos de consumir toda clase de productos y servicios. Se nos incita a desear mucho y a satisfacer todos y cada uno de nuestros deseos. Como esto es un anhelo insaciable, nos invade lentamente un sentimiento de insatisfacción. Cuanto más consumimos, menos tranquilos estamos. Este profundo desasosiego exacerba y distorsiona el instinto sexual. La cultura de nuestro tiempo desdeña el espíritu. El espíritu no obstante se compadece de nosotros. No le damos risa sino lástima.

 

P.- ¿Estás ya trabajando en algún nuevo proyecto literario?

Estoy escribiendo una novela sobre temas afines a los que abordo en Las vacaciones de Íñigo y Laura.

 

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