El templo de Keops
Por DALIA FERRY. Era la primera tarde del mes, llevaban cinco meses en el yacimiento arqueológico de Keops. El calor era insoportable, algo normal en pleno verano, y por supuesto los mosquitos no paraban de molestar.
La arqueóloga jefe, Johanna, había descubierto una especie de entrada al templo y se disponía a entrar con todo su equipo.
Pero algo llamo su atención, había una inscripción muy antigua sobre las dovelas de la entrada en la que se veía una cobra con un jeroglífico. Johanna llevaba muchos años allí así que no le costo nada traducir aquel mensaje.
“ Todo aquel que profane mi descanso … Morirá “
Por supuesto Johanna no hizo caso a la advertencia
-Maldiciones a mi a lo mejor hace tres mil años funcionaban pero en pleno Siglo XX, estará más que caducada.
Entraron y encendieron las lámparas de aceite, ya que dentro la oscuridad era total. Al iluminar la instancia pudieron contemplar la más hermosa creación de jeroglíficos, decorados con toda clase de piedras preciosas. No era difícil descifrar el mensaje de los murales se trataba del libro de los muertos, utilizado como guía para el faraón en su viaje al más allá.
Siguiéndolos llegaría sin perdida a la cámara funeraria de Keops.
Sus ayudantes impresionados por todo aquello se quedaron atrás sacando fotos y muestras para analizar.
Johanna siguió adelante, quería llegar cuanto antes a la cámara funeraria de Keops. Todo lo que había fuera para ella carecía de valor. Encontrar la momia no solo le daría el ansiado prestigio como arqueóloga si no que la convertiría en millonaria. Cualquier país del mundo pagaría millones por poder exponer una momia real en su museo o quizás algún coleccionista excéntrico y millonario podría pagarle una buena cantidad para ampliar su colección de rarezas.
Sea como sea, primero tendría que sacar en secreto del país el sarcófago, y luego ya se encargaría del resto de pormenores
Al llegar a la cámara central pidió a sus ayudantes que se marcharan, ese privilegio solo le pertenecía a ella y a nadie más. Ellos aceptaron irse, pero eso sí a regañadientes no entendían el porque de esa actitud tan egoísta.
Se quedo sola ante el sarcófago de Keops, cogió una palanca que guardaba en su mochila y forzó la cerradura con toda su fuerza, la verdad es que no le costo mucho ya que debido a la humedad y al paso de los años su aguante no era el mismo que podía a ver sido.
Al abrir el sarcófago sus ojos se llenaron de lágrimas, no podía con la emoción realmente el valor y la belleza de aquello era superior a lo visto fuera de la cámara real.
Se acercó aún más y se dispuso a quitarle la máscara de oro lacado y enormes rubíes rojos como la sangre. Ante aquel magnifico hallazgo de sus labios se escaparon estas palabras.
– Te he vencido no eras tan listo como creías
De repente, las puertas de la cámara funeraria empezaron a cerrarse, nadie pudo impedirlo ya que ella quería estar sola. Tampoco hizo falta que le quitará la máscara al faraón ya que el mismo se la quito.
Johanna empezó a gritar pero era inútil nadie la iba a oír, estaba sola como ella quería estar.
– Bienvenida a mi corte, espero que te guste para pasar la eternidad
Eso fue lo último que se oyó en la cámara funeraria de Keops.