Disparen al maquinista
Por MIGUEL BARRERO. No hay nada más agradecido que disponer de un chivo expiatorio sobre el que lanzar mierda para que nuestra conciencia se quede tranquila. De entre todas las víctimas que dejó ese desgraciado Alvia de Compostela, la que más tristeza me infunde es precisamente la que muchos no consideran tal: ese maquinista que, en un gesto que le honra, ni ha tenido empacho en reconocer que se despistó ni ha querido eludir la responsabilidad de cargar a sus espaldas las ochenta muertes con las que se saldó su metedura de pata, esa negra sombra que se cernió sobre la fachada del Obradoiro en vísperas del día del Apóstol para recordar que la fatalidad siempre acecha a la vuelta de la esquina. Importa poco que sus compañeros le definan como un profesional honrado y prudente, que la curva de Angrois pueda ser una chapuza ingenieril, que la vía careciera de las balizas necesarias para garantizar la seguridad de los viajeros (y de los propios trabajadores del tren) ante la eventualidad de un error humano, o que quien más quien menos todos hayamos metido la pata en esta vida. Lo empezaron a aventurar algunos periodistas indignos de tal nombre a las pocas horas de consumarse la tragedia, lo confirmaron ciudadanos anónimos que no tardaron en dejar constancia de su raciocinio unineuronal y lo ratificó un poco más tarde nuestro flamante ministro del Interior -ese viejo pagano que, cual posmoderno Pablo de Tarso, se convirtió al catolicismo tras caerse del caballo que le conducía a buen trote hacia Las Vegas- cuando compareció ante los medios para ilustrar a España entera: el maquinista del tren era el culpable, y hacia él debían dirigirse las balas. A veces los cadáveres más desdichados no son los que terminan en una sepultura solitaria, sino los que, para su desgracia, no aciertan a morir cuando debieran.
Importa poco que haya abiertos interrogantes a los que no estaría mal ofrecer una respuesta: el primero tal vez habría de referirse al porqué de una curva tan pronunciada después de un tramo que discurre en línea recta y por el que los trenes están obligados a circular a unos doscientos kilómetros por hora; el segundo, el más hiriente, tendría que averiguar la razón de que, existiendo medios para ello, esa vía no disponga de las medidas de seguridad necesarias para evitar catástrofes como la del 24 de julio; el tercero -acaso el menos importante, pero al que también habría que prestar atención- plantearía cuánto debería cobrar una persona de la que dependen -porque si algo se infiere de todo esto, es que al final es él quien las tiene en su mano durante cinco horas y pico- las vidas de quienes optan por desplazarse a su destino en ferrocarril. Por último, quizás habría que meditar hasta qué punto les conviene a Renfe, a Adif y al Gobierno presentar este episodio como la triste consecuencia del fallo de un conductor imprudente en unos momentos en los que parece ser que la alta velocidad española se juega importantes inversiones al otro lado del océano. Conviene que nos preguntemos, en fin, si el maquinista -cuya parcela de responsabilidad él mismo admite y está fuera de toda duda- es el único al que hay que culpar del mal causado o si, por el contrario, quedan en la sombra más agentes que se limitan a señalar a la cabeza de turco mientras silban tangos y rezan para que nadie repare demasiado en su presencia. Al fin y al cabo, dentro de un año ya casi nadie se acordará de todo esto y el maquinista estará viendo cómo sus jefes siguen como si nada mientras su vida se pudre en el interior de una celda de cualquier cárcel. Si es que no decide quitársela antes.
Buen artículo, pero escrito como otros artículos de hoy día. La demagogia nunca es buena utilizarla, y tampoco el hecho de estar cabreado con un país que sí, que la está cagando y mucho, pero reaccionarios ya tenemos suficientes todos los días.
Yo no exculpo ni culpo al cien por cien al señor que conducía el tren. Una persona que se jacta de ir a 200km por hora desde su cuenta de facebook, para mi es un irresponsable.
Soy periodista, vivo en Pontevedra, y ese día fatídico estuve a pie de pista en el accidente. Hablé con muchísima gente afectada, y con gente que como yo y otros muchos, dejamos nuestras obligaciones para poder ayudar a la gente a salir de ese infierno.
Cuando se está en directo en el lugar de la tragedia, de poco o nada sirven ver luego escenas, comentarios, rumores o cualquier mierda opinable tanto en radio, televisión como en las hoy tan cacareadas redes sociales. Hay que estar al pie del cañón y no dejarse llevar por lo que sientas cuando se escribe en caliente.
El maquinista admitió su culpa, de acuerdo. Entonces que? Multa, cárcel, exilio? No me vale eso de ‘errar es humano’, todos la hemos jodido alguna vez. Pero esto??? Estaría bueno que el hombre no estuviera responsabilizado por la tragedia.
No se puede escribir tan demagógicamente, lo siento.