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¿III República 2015? (II)

Por Ernesto Castro.

Con la muerte en los talonesCatorce veranos de gobierno felipista, con todos sus factores, despolitizaron, burocratizaron y europeizaron a la generación de extremo centro que nos gobierna ahora mismo por cuenta ajena, tolerantes en cuanto indiferentes, republicanos espirituales y monárquicos pragmáticos, pero muy dados a dejar las cosas como están: para la jefatura del Estado, entre reyes y presis, tanto monta que monta tanto; lo importante no es quién gobierna, sino cuánto. Los más jóvenes tenemos que saber, por el contrario, que República no sólo significa tanto aguillotinar a Felipe VI (que también) cuanto llevar la democracia igualitaria meritocrática a sus últimas consecuencias: la elección de todos los cargos representativos en calidad de fideicomisos del soberano. Las cosas se complican, no obstante, cuando entramos en materia judicial, por ejemplo, cuyo poder reclaman los ciudadanos que sea independiente, y cuya independencia ha supuesto, en Estados Unidos, la imposición de cierta racionalidad (ya sea progresista o moderada) sobre los derechos de la población (en ocasiones). ¿De verdad quieren subordinar (aún más) la elección de cargos del Tribunal Supremo a las elecciones plebiscitarias y su pendiente inclinada hacia la partitocracia, el clientelismo, la demagogia? La democracia propiamente entendida solo puede entrar en conflicto con la separación de poderes, la expertocracia, las instituciones independientes: en suma, todo cargo público debe mediarse con los votos. Las urnas actuales, sin embargo, están llenas de papeletas a la contra: la pasada victoria aplastante del PP resulta incomprensible sin esta tendencia del español a empeñar su papeleta con el propósito de la venganza, no creyendo en nada que no sea el castigo de la culpa, la expiación de los delitos, la condena del gobernante.

Ante este panorama, queda mucho por andar, pero una futurible victoria de las izquierdas, ya sea en 2015 o mañana mismo, la situación enfrentada ahora no resulta distinta de la coyuntura habida en 1931, cuando la victoria de los republicanos; si la hipotética coalición PSOE-IU llegara a algo más que agua de borrajas o aún gobierno provisional de purgación, elegidos porque la gente está hasta el IVA de la falta de puestos de trabajo, tras la Segunda Restauración Borbónica (1975 – ¿2015?), entonces la hoja de ruta de ayer bien vale hoy, como la expone Antoni Domènech, por ejemplo: en primer lugar, «si se quiere gobernar limpia y parlamentariamente conforme al propio ideario a corto plazo, sin trucos de «vieja política» monárquico constitucional, no se puede pedir prestada esa base [popular y electoral] con métodos demagógicos, que sólo podrían sostenerse en el caciquismo y la ignorancia de las gentes»; y en segundo lugar, «si se quiere gobernar limpia y parlamentariamente a medio y largo plazo, no hay más remedio que considerar como provisional la base popular que se toma prestada, y emprender entre tanto una enérgica política de reformas estructurales de la vida social y económica española que reorganice por completo la sociedad civil, a fin de crear una base social amplia que pueda nutrirse un partido republicano y democrático, que estabilice a la República.»

Traducido en términos económicos, este proyecto implicaba entonces la reforma agraria y ahora, sin duda, una reforma crediticia, cuya iniciativa no tendrá lugar en Madrid, sino en Bruselas, o no tendrá lugar de ningún modo. Mientras tanto, queda por revisar las constitución política de los mercados españoles, y cómo no, el clientelismo que bajo la forma de puerta giratoria entre la política y los negocios tiene atenazada, en favor de los intereses corporativos granempresariales, a una nación de pymes ineficientes (pura economía de escala, caballeros) pero que dan mucho trabajo. Y aquí es donde la cosa se pone complicada, porque acabar con la monarquía también supone, en este punto, terminar con la máquina burocrática monárquica heredada. Poca broma, por cierto, pues incluye a nuestros intocables sindicatos, la Iglesia de los zurdos de este país, financiada por el bolsillo del contribuyente. Liberar el sindicalismo de la correa estatal resulta crucial, sin embargo, para permitir nuevas formas de organización y autodefensa de los productores y de los endeudados, como un paso previo para la politización de izquierdas del autónomo y del emprendedor wannabe, quienes constituyen hoy día el grueso del electorado pepero estafado por un gobierno que les sube sin piedad el IRPF. Favorecer las cooperativas de trabajadores y las asociaciones vecinales, en detrimento del funcionariado que administra nuestros derechos, hoy hasta suena de derechas, máxime siReforma agraria tocas los privilegios locales y ello implica despidos, cuando en verdad la ideología neoburguesa actual reclama que el Estado subvencione los deseos del personal a título de derechos (palabra inflada donde las haya); pero en verdad mi modesta (y no matizada) propuesta solo quiere actualizar la Crítica del Programa de Gotha; contra los lassallistas que aspiraban a estatalizar las instituciones de la clase obrera, escribía Marx:

En lo que hace a las sociedades cooperativas actualmente existentes, éstas tienen valor sólo en la medida en que sean independientes, no criaturas obreras amparadas o por los gobiernos o por los burgueses.

De esto se trata. Pero es igual mi referencia dogmática a Marx, porque los zurdos con posibilidades de gobierno en España tienen dogmas mayores que los clásicos, entre los cuales se cuenta, amén del históricamente comprensible anticlericalismo, el amor hacia el Estado. Poco se puede esperar, salvo una subvención para el 15M, a modo de conmemoración monumental, de la triunfante, hipotética y renovada izquierda de 2015. Fácil será, con esta estrategia política a medio plazo, que los conservadores nos roben de nuevo las lealtades liberales con una súbita bajada de impuestos: la III República se difumina en el horizonte como el humanismo de Foucault porque los partidos que la desean son incapaces de representar a las clases medias que prefieren empaquetar las maletas y dejar España a su suerte. Si las previsiones actuales se confirman, y 2015 nos encuentra con esta tasa de paro, estate seguro que la hipotética coalición de izquierdas, con estos planteamientos, será eclipsada por un gobierno de concentración nacional. Muy favorable tiene que resultar, para evitar tal cosa, las elecciones a IU. Pero todavía queda mucho tiempo, muchas manifas y muchos deshaucios para que sepamos el resultado. Por el momento solo cabe decir que, dada la tendencia hacia la desafección sociopolítica, sobrevalorada por los senadores a los cuales nadie nunca ha votado, desestimada por los perroflautas que están en la calle, luchando optimistas por nosotros, el grueso de la población española necesita muchos gobiernos de 14 años, mucho tejido contrainstitucional socialdemócrata y muchos campos de reeducación (es una broma) para jubilar de una vez por todas el «Cada uno en su casa y Dios en la de todos» que tan presente se encuentra en los movimientos sociales multicolores que aparecen en cuanto los gobiernos conservadores de la Península deciden planchar el bolsillo del contribuyente y cortar —a la vez— el grifo de los servicios públicos que tanto necesitan nuestras hipotecadas clases medias, entidad fantasmal donde las haya, intentando deshacerse de la casita en la playa. En conclusión, algo más que NIMBY, me temo, vamos a necesitar para la Tercera.

 

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