¿III República 2015? (I)
Por Ernesto Castro.
Las cosas mejoran, pero bastante poco; Cristóbal Montoro parece un superhéroe con los brotes verdes en la mirada y los gayumbos por fuera; la gente del común ya habla del próximo gobierno de España. Este último, el que todavía padecemos, desde luego ha hecho de su capa (electoral) un sayo (antidisturbios) y hasta un sudario en cuanto a previsión de voto se refiere. Gajes del oficio, supongo, cuando uno actualiza a la jerga de los wannabes empresariales el lema del Espadón de Lieja: «La gobernanza es la resistencia», pensará don Mariano entre decretos, cordones policiales y pompas de jabón. ¿Recibe Ud. muchas críticas?, pregunta la Forbes a Luis de Guindos; como ministro de Economía, ¿Ud. sabe qué piensa la peña? La respuesta es antológica: «Los ministros nos aislamos bastante del contacto con la gente, por razones evidentes, incluso de seguridad. Yo intento mantener ese contacto a través de mis colaboradores, que sí están [sic] en contacto con la realidad, como es el departamento de Comunicación». A diferencia de Lehman Brothers, donde una oficina de finanzas ignoraba, según contaron en los tribunales, que el vecino de arriba estaba apostando contra sus propias inversiones, parece que en Hispañistán la mano derecha y la mano extremo-derecha del gobierno sí están bien coordinadas, ¡y tanto!: el puño de acero de los recortes recibe las caricias enguantadas que la mano invisible de la iniciativa público-privada administra a través de los periodistas cómplices hasta el mismísimo departamento de Comunicación. Por desgracia, esta diferencia respecto a LB no salvará a los populares del hundimiento mutuo, anunciado y correspondido.
Además de tragarse la basura que censuran para él sus subalternos, de Guindos también tiene la loi de familie, no se crean: «También mi mujer, aunque no la veo mucho [sic], me dice las cosas que pasan. Y sí, para un ministro es importantísimo tener a gente que diga la verdad». ¡Habrase visto Donald Draper semejante! Primero la obsesión por la marca España, antepuesta como un eslogan sobre los intereses salariales de media España (ya saben qué mitad), y ahora la falta de contacto humano, han transformado para siempre a Luis de Guindos; y así lo retrata la prensa, como un tipo calvo con cara de perro: triste destino donde los haya para el único orador no-gangoso, no-tartaja y con idiomas del Gobierno de España, la Unidad de Todos. Luis, ¡tú antes molabas!
Como decimos, cuando no está distraída por el telefonino, la menu peuple cavila sobre las elecciones de 2015, que están a la vuelta de la esquina. Una vez pasado el miedo ante la posibilidad de un tecnócrata impuesto desde los poderes europeos (una auténtica locura, el deponer a Don Mariano: hubiera estallado el polvorín español; pregunten a los franceses, a ver si dan o no crédito), sólo quedan los viejos temores y las nuevas escisiones de la derecha, cuya amorfa unidad centrista es una invención del aznarinato (véase los efímeros partidos liberales durante los años 80: en solitario y en democracia, los liberales no se comen un colín; por eso van todas las tardes a misa). Y quien la hizo ahora la deshace: el gobierno tiembla con el alunizaje de Aznar; el sans moustache desestabiliza la situación; las corbatas, los gemelos y las carteras de inversiones parecen girasoles a su paso. («Cada vez que vea a alguien caminando mientras se aprieta los gemelos es que está cambiando suavemente de opinión o acoplándola con cortesía», Manuel Jabois dixit.) Ante este desaguisado, hasta Jesucristo se encoge de hombros en la cruz. En Intereconomía huele a cura quemado en la plaza. Y no es culpa del mamporrero de izquierdas que suelen invitar para encender la pasión del respetable. La derechona se fragmenta, señores.
Y si el campeón de los abdominales parece haber esnifado algo por sus (ahora) imberbes fosas nasales, no será Napoleón Bonaparte la sustancia, como sugiere con astucia el pillastre de Juan Soto Ivars. A diferencia de Pepe Botella, José María no viene a domeñar nada ajeno, sino a hacerse el capitán del futuro bando perdedor (sí, he dicho perdedor). Viene, en todo caso, a drogarse con el conde de Romanones, heredero del Partido Liberal de Sagasta et tutti quanti, cabeza de cartel de la monarquía constitucional en las elecciones de 1931 —sí, las municipales de abril del treinta-y-uno donde realistas y liberales, guarecidos bajo el almirante Aznar-Cabañas (¡será por apellidos!), fueron arrasados en las capitales de provincia por la coalición republicana. Un columnista de El Mundo, Carlos Cuesta, expresa muy bien cómo, a dos años vista, el miedo puede cambiar de bando, siempre y cuando la Troika haga mal su trabajo, como hasta ahora, y el FMI no vuelva a errar de nuevo, eventualidad lógicamente improbable; las palabras de Cuesta:
“A todos esos que consideran un bien supremo la lealtad al partido, permítanme, sin más, que les recuerde un detalle: si como ha anunciado el Gobierno de su partido llegamos a 2015 con un paro de casi el 26% –tres puntos más que con el PSOE– en medio de una órbita de permanente bombardeo mediático con la trama de corrupción Gürtel, resultará más que improbable ganar las próximas elecciones generales. Y si no se ganan esos comicios, pasará por España el mayor rodillo socialista-comunista-independentista que nadie haya conocido en toda la etapa democrática. Y dudo que en ese momento sirvan para mucho las lealtades de partido, mientras todo lo que conocemos salta por los aires.”
Dicho y hecho. Pablo Iglesias, un gran orador con aspecto de Nazareno, según la certera descripción de Jiménez Losantos, organizó hace poco una tertulia para debatir sobre la posibilidad de extrapolar a nivel estatal la solución de compromiso andaluza entre IU y PSOE. Aupados por el derrumbe del bipartidismo, los comunistas de IU (aún se les puede llamar así) no parecen haber olvidado (¿para bien?) el pasado. Las heridas dejadas por Zapatero tardan en cicatrizar. La gente del PSOE, dividida por si llevaban chaqueta o iban más casual, parecían apostar —mirando hacia el futuro— por una ensalada de siglas que incluyera hasta Equo, PACMA y más allá, atracando los valores del pluralismo, el ecologismo y los derechos animales a su dique seco de ideas: una vez abandonado el espíritu obrerista, que los socialistas nunca llegaron a tener, poco más queda para un partido como el PSOE, laboratorio de pruebas de la tercera vía con González y baluarte del republicanismo manirroto, sotto voce zapateril, salvo las guerras culturales y morales contra los toros y la Iglesia. Que todos los intereses cuenten y todas las voces retumben, lo cual está muy bien, es el único programa sustantivo del PSOE, quien siempre prefiere mucho abarcar, para así apretar menos. Y sobre Euskadi, Cataluña, Galicia y hasta Murcia, mejor ni hablamos: salvo por las inocuas salidas de emergencia democrática («Que se haga la voluntad del pueblo», sentencian quienes pretenden resolver con vagancia electoral la ausencia de argumentos consistentes), según el imaginario 2015 de las izquierdas, el Reino de España sigue siendo uno y no 51. Sobre este punto, IU dice que nanai: sin una República Federal no vamos a ninguna parte. Y tienen razón, sin un Estado de derecho social, democrático y republicano no salimos de esta. Y no se equivoquen, ésta no es la prima de riesgo, que sube igual que baja. Las cuestiones macroeconómicas importantes se deciden en Bruselas, por mucho que nos empeñemos, nos escindamos o nos devaluemos con las antiguas (¿o quizá nuevas?) pesetas. Y si el objetivo consiste en aumentar las competencias del BCE, hacia una mayor unidad fiscal, por ejemplo, con impuestos más altos para todos los ricos de Europa, entonces quedan por resolver entre nosotros las cuestiones magras de la Historia de España: el modelo de sociedad, el modelo productivo, el modelo territorial, ¡la desamortización de la tierra! y cosas así.