Cuidado, ¡pedagogos al acecho!
Por Santiago Benito López.
Con todo esto de la educación, los pedagogos están más de moda que nunca, pero quiero alertar de que son altamente peligrosos. Creo que hablo con propiedad si afirmo, tras un año tratando con ellos, que han conseguido levantar un edificio burocrático de tal calibre que, difícil de caerse, se dedica a causar más mal que bien en lo que a la educación se refiere. No negaré la buena intención de estos “maestros que enseñan a enseñar”, pero a partir de concepciones erróneas, las cuales ahora explicaré, se ha llegado tras años de juegos y recreos varios a favorecer la decadencia del nivel educativo.
Nociones tales como motivación, atención o aprendizaje significativo son centrales en la concepción de esta nueva doctrina y en su intento por materializar tales ideas lo que han conseguido es difuminar al individuo, diluirlo. Hablo a ciencia cierta cuando digo que en el empeño de la profesión pedagógica se han llegado a poner videos de YouTube acerca del vello púbico en la pubertad o se han realizado actividades propias de guardería al hacer que un estudiante salga a la pizarra para apuntar todas y cada una de las definiciones que el resto de compañeros dan sobre qué es educación: decía la pedagoga que así el aprendizaje era más significativo; lo triste de todo esto es que estas cosas se dan en la universidad (y no en la guardería).
El error a mi juicio de toda la concepción pedagógica moderna es considerar al individuo como algo totalmente abarcable, dominable; ya sé que ellos dicen que no tienen esta concepción pero si así fuese no se empeñarían en realizar juegos y actividades para que todo el mundo pueda adquirir todos los conocimientos fácilmente o para que todos los individuos sean buenos en todo: esto es querer abarcar la totalidad del ser humano y evidentemente es una empresa imposible. Todas las actividades y ejercicios que lleva a cabo la raza pedagógica van enfocados a implantar en el individuo la motivación y a convertir todo contenido a enseñar en algo atractivo que haga mantener la atención del alumno: he aquí el error. La motivación o la atención no se encuentran en los ejercicios o dicho de otro modo: la motivación del individuo no se puede implantar, precisamente porque no sólo la padece el individuo sino que es él quien la genera si el contenido en sí es para él significativo, sea cual sea la forma en que se enseñe.
Lo máximo a lo que puede aspirar un buen ejercicio pedagógico que no falte al libre desarrollo del individuo es a descubrir qué cosas motivan al individuo y tras esto alimentar esa pasión que genera el propio individuo: como vemos, la concepción del ejercicio pedagógico cambia si reubicamos el lugar de la motivación y lo mismo pasa con la atención. ¿Qué es lo que ha sucedido hasta el día de hoy? Los pedagogos al no percatarse de esto siguen buscando y creando nuevos ejercicios que motiven y capten la atención del educando, cosa que al ser imposible, obliga cada vez a transformar y devaluar los contenidos a impartir hasta llegar a lo que tenemos ahora: juegos como el corro de la patata para que el aprendizaje consiga hacerse con el individuo y no a la inversa, que es como tiene que ser.
Al cambiar la concepción pedagógica (es el individuo el que ha de hacerse con los contenidos) es cuando se ve realmente en qué aspectos o temas es en los que un alumno es realmente válido y es en estos donde el alumno se encontrará motivado y atento. Sólo así es cuando la comunión entre contenido e individuo es perfecta y respeta a ambas partes del binomio. Evidentemente esto nos hace ver que no todos valemos para todo y que no a todos nos gusta todo; ahora bien, la pedagogía actual se sustenta sobre la tesis contraria, evidentemente falaz.
A pesar de todo lo anterior, no quiero decir que a la hora de enseñar no existan ciertos consejos o truquillos que hagan de los docentes algo mejor o peor capacitado para la empresa de educar pero más allá de esto no se puede ir. Todos hemos tenido profesores malos, pero esto no era porque no consiguieran captar nuestra atención y motivarnos sino más bien porque no nos interesaba el tema del que nos hablaban¸ a pesar de lo cual, sabías que ese profesor era bueno y que aprendías. Lo peor que podía pasar era que existiera un profesor al que no le gustaba lo que hacía: pero el fallo no estaba en su pedagogía sino en que ese tipejo no debía estar ahí. Si realmente el docente ama aquello que imparte será capaz de alimentar la motivación de aquellos que son propicios para ese contenido y para los que no, al menos hará que estos se esfuercen.
La experiencia es la mejor pedagogía y no un conjunto de reglas y juegos que presuponen al individuo como máquina. Los pedagogos podrán decir que esto no es así, que lo suyo sólo son ciertas formas de enseñar lo mejor posible, pero yo sigo diciendo que pecan de ignorancia y sino que me expliquen lo del “Máster del profesorado”, en donde aspirantes a docentes de diferentes materias son reunidos para que reciban las mismas clases de nociones pedagógicas del desarrollo o de la educación (nociones cuyo significado es más que confuso). Un profesor de historia no puede enseñar igual que un profesor de matemáticas, de física o de filosofía porque cada materia tiene su carácter, su personalidad y no hay normas pedagógicas que puedan englobar estas diferentes dinámicas; sin embargo en el máster que acabo de mencionar es lo que se pretende.
Y ya para terminar recalcar que tras la fallida pretensión de la pedagogía moderna, al menos la que se da en España, lejos de desistir y de extinguirse, los pedagogos han intentado mantener su ejercicio o su negocio según se mire (porque los 2100 € que cuesta el máster del profesorado son una broma, ya que de máster no tiene nada). ¿Cuál es el resultado? Pues al no poder obtener resultados verdaderamente fructíferos en lo que al individuo se refiere se han dedicado a inventar una ciencia de su supuesta ciencia, es decir, que como no pueden abarcar al individuo se han limitado a teorizar sobre su propia ciencia; ya no se piensa en la educación sino en cómo enseñar a educar, se piensa en cómo motivar motivando y no en favorecer y guiar al educando, que es el único ejercicio docente que es posible. Pero van todavía mucho más allá y es que para que la pedagogía pueda existir como materia o carrera en toda su burocracia hay que ampliar los contenidos y por eso ahora se habla de enseñar a enseñar enseñando y enseñar al que enseña a enseñar enseñando y así sucesivamente. Si antes decíamos que erraban en la concepción del individuo, actualmente se han olvidado de este por completo. Las doctrinas y contenidos que imparte la pedagogía actual se ha quedado sin objeto de referencia; dicho de otro modo, la pedagogía ya no es una teoría sino una mera formalidad sin contenido referencial, precisamente porque no se puede categorizar y enclasar al individuo en tanto que educando.
Así pues, la pedagogía a pesar de ser este batiburrillo en donde lo único a que se ha llegado es a jugar jugando, consigue mantenerse a día de hoy como un muerto viviente que no sirve para nada pero que se sustenta a costa de los demás, pero al ser la ciencia de la educación se presupone que es normal que exista. No nos confundamos, porque en la educación se puede hacer mejor o peor, pero no hay ciencia posible. Decía un amigo mío bastante picantón: “la pedagogía es a la educación lo que el sexo telefónico al coito, no en lo que al placer se refiere sino por la distancia del objeto a alcanzar”.
Yo lo vengo diciendo hace años. Y todos los profesores lo sabemos, excepto los que no quieren darse cuenta. Recuerdo una mesa redonda en el Ateneo de Madrid con Ricardo Moreno Castillo (autor de “El panfleto antipedagógico”. Una doctora en pedagogía que estaba entre el público empezó a exhibir toda esa serie de teorías pedagógicas extravagantes y teóricas. Todos los profesores terminamos abucheándola. Claro, una señora que nunca ha pisado un aula e intenta dar lecciones a los que llevamos muchos años dando clase…, la cosa no podía acabar de otra manera. Ricardo terminó diciendo que un niño que pega a otro es un cabrón, no un enfermito que hay que llevarle al orientador y al director. La señora tuvo que abandonar el auditorio tachándonos de paletos y poco dialogantes, por decirlo de alguna manera. Pero es que ya estamos hasta las pelotas.
Un abrazo.
Cada idea de este artículo es una tontería detrás de otra, podrían rebatírtelas una por una, con argumentos científicos, y no con meras opiniones como las que componen tu artículo, la mayoría de los estudiantes de primero de pedagogía.
Estimado Colega:
Por si os interesa saberlo, acabo de publicar otro libro en la misma línea que el Panfleto Antipedagógico. Se llama La conjura de los ignorantes (los ignorantes son, por supuesto, los pedagogos).
Atentamente
Ricardo Moreno Castillo