Humor y sátira
Por Luis Borrás
Slawomir Mrozek. “La vida para principiantes. Un diccionario intemporal”.
Edición al cuidado de Daniel Keel y Daniel Kampa. Ilustraciones de Chaval. Epílogo de Jan Sidney.
Acantilado. Barcelona, 2013. 142 páginas.
La casualidad me trae un nuevo libro humorístico. Pero esta vez se trata de otro tipo de humor, otro estilo. Si el de Patxi Irurzun es un humor gamberro y castizo que provoca la carcajada el de Slawomir Mrozek es un humor irónico que provoca la sonrisa. Quizás que uno sea español y el otro polaco tiene algo que ver; aunque me resisto a caer en los tópicos. El humor de Mrozek resulta más frío y discursivo, supongo que más al gusto de un interiorismo nórdico y eslavo al que los españoles no estamos acostumbrados; el nuestro es más expansivo, racial, callejero y alborotador; más de comedia y carnaval. Pero que sean diferentes no significa que obligatoriamente tengan que ser incompatibles. Cuando el humor es bueno se convierte en un lenguaje universal; y siempre que no se caiga en lo trillado y partidista es la forma más difícil e inteligente de dejar en evidencia algo muy serio.
“La vida para principiantes” subtitulado “Un diccionario intemporal” es una selección de treinta y nueve relatos de Mrozek asociados a un mismo número de lemas de la A a la V. Y así, por ejemplo, “Ambición” se relaciona con el relato “El hijito” y en él se trata de la ambición del hijo bastardo por ser reconocido; “Anarquía” con “Té y café” y es la respuesta a la imposición de una anfitriona que obliga a su invitado a tomar una decisión: tomar té o café, a lo que él responde: “Mitad y mitad, por favor. ¡Y una cerveza!”; con “Arte” el relato es una parodia de su farsa y lenguaje para vender humo, con “Cambio” el relato asociado es “Revolución”, que es uno de mis favoritos y el más agudamente irónico; “Complejo” es el de no ser nadie y buscar la manera de ser por fin “Alguien”; a la “Cultura” la retrata bajándola de su pedestal y negándole sus privilegios, con “Democracia” hace ridículo su igualitarismo llevado al extremo; con “Depresión” muestra en “Pena” un desfile no militar como un espectáculo vergonzoso y populista de gobierno caribeño o norcoreano, la “Fama” es la oportunidad de salir en la televisión; el “Humanismo” de “Un héroe” es en realidad egoísmo y vanidad, el “Idealismo” es un funcionario “Kamikaze” que se presenta voluntario para organizar el Archivo de Asuntos Pendientes y en donde desaparecerá sepultado por el papel acumulado; la “Jubilación” es perder el trabajo que le quita todo el sentido a una vida, la “Juventud” es arrogancia; la “Libertad”, libertinaje; la “Literatura” son los libros que ha escrito un contable en el ejercicio de sus funciones y que pide le concedan el dinero en metálico del premio Nobel para sobornar a un funcionario de Hacienda; “Mujeres” es una crítica a la apariencia; “Pasatiempo” es unirse al cortejo de un funeral sin saber quién es el muerto; y la “Revolución” es comprar un auténtico revolucionario en una tienda de antigüedades porque nuestra vida es aburrida y necesita de alguna emoción.
Tal vez muchos conozcan a Slawomir Mrozek como autor teatral. Yo no. Y como explica Jan Sidney en el Epílogo: “su nombre suele aparecer unido al de autores como Ionescu, Beckett o Dürrenmatt. El escritor polaco es uno de los dramaturgos más importantes de la segunda mitad del siglo XX”. Para mí, con “La vida para principiantes”, ha sido un descubrimiento como narrador; algo por lo que –al parecer- es también de sobra conocido: “Si Mrozek se ha hecho acreedor al Nobel no ha sido sólo por obras (de teatro) como Tango, Emigrantes o Striptiease” sino por ser un “excelente autor de relatos breves”.
Para los que como yo suelan llegar tarde a las fiestas tienen en este “Diccionario intemporal” una manera perfecta para conocer y disfrutar con este escritor polaco -además de esta selección, la editorial Acantilado ha publicado ocho títulos más de su obra narrativa, entre relatos y novelas- que nació en 1930 en Cracovia y renegó y criticó al comunismo estalinista por lo que no pudo volver a su país hasta 1990, que vivió en varios continentes y “no se dejó llevar por ninguna corriente política ni por el espíritu de la época, sino que siguió siendo un solitario”. Un escritor independiente que utiliza el humor como formula para hablar en serio y denunciar, por medio de un surrealismo y un absurdo muy realista, la burocracia típica del totalitarismo, pero también lo intemporal y que resulta de triste actualidad: la corrupción. Que de igual manera evidencia el ridículo y caducidad de un discurso igualitario y de lucha de clases; pero también los privilegios de la aristocracia o el escalafón.
Mrozek nos muestra al individuo y al colectivo, el comportamiento del hombre en sociedad influenciado por el pensamiento dominante. Lo ridículo de sus actos. Los tipos son reales: el pícaro, el arribista, el obsesivo, el comisario político, el ingenuo, el aprovechado; el que se ha cansado de vivir en una mentira permanente y su espectáculo. Por fin alguien diciendo la verdad. La sátira contra todo lo reprobable. Un método al que se adapta perfectamente el relato corto por su contundencia sin atajos ni rodeos.
Este tipo de humor no se lleva en España. Aquí somos más pasionales, más sectarios y más tramposos. Nos hace mucha gracia la desgracia del contrario, del adversario, del enemigo. Nos reímos mucho y hacemos chistes con lo de los demás pero lo nuestro es intocable, profanamente sagrado.
Mrozek utiliza la sonrisa, el ingenio y la ironía para dejarnos algo doloroso e incluso triste: resultamos patéticos y debería darnos vergüenza; nos muestra nuestra estupidez y vanidad humana, se ríe de nosotros y de lo absurdos e idiotas que somos. Nos deja seriamente en evidencia con una sonrisa.
Nos iría mejor si lo imitáramos más en lugar de hacer ese humor casposo, clonado, bilioso y sectario de monólogos unidireccionales.