Ensayos sobre la vida y obra de Rafael Alberti
Por Ignacio G. Barbero.
“Yo soy un navegar fiel, permanente”– Rafael Alberti
Un constante exilio: así podríamos resumir la vida y obra de Rafael Alberti, uno de los líricos españoles más importantes del siglo XX. Nacido en el Puerto de Santa María, Cádiz, muy joven se trasladó con su familia a Madrid, donde conoció -estudiando en la Residencia de Estudiantes- a otro gran poeta andaluz, García Lorca. El año 36 supuso el inicio de la Guerra Civil, tras un terrorífico Golpe de Estado Militar que asesinaría al glorioso bardo granadino, instalaría a un genocida en el poder y llevaría a Alberti a una huida forzada a París; años después, debido a la II G.M., se irá a Buenos Aires, y vivirá además en Punta del Este (Uruguay) y Roma. No pisará España de nuevo hasta el año 1977.
La apenas fija residencia del poeta nunca diluyó las raíces gaditanas de su sangre, que expresó en versos, dramas o pinturas, mas siempre se sintió un “hombre deshabitado». En consecuencia, aunque su producción poética está plagada de enorme experimentación vanguardista, una nostalgia sutil la atraviesa. Una añoranza de lo que quedó atrás y parece que la memoria no va a poder retener: el mar del Puerto, el navegar de los barcos, el estricto colegio jesuita en el que recibió clase… Una necesidad de recordar y, así, recuperar esos lugares y esas vivencias a través de la palabra. Por ello, tituló “La arboleda perdida” su magnífico libro de memorias de infancia y juventud redactado en el destierro; por ello, ese libro comienza con una frase de Miguel de Unamuno que resume certeramente la emoción nostálgica: “No sé cómo puede vivir quien no lleve a flor de alma los recuerdos de su niñez”. Sin embargo, el exilio, la huida sin cese, no sólo implicó la necesidad de rememorar lo pasado, sino que es consecuencia del compromiso fiel con unas ideas políticas muy determinadas que fueron anuladas por el statu quo: su firme e inalienable pensamiento comunista, mantenido durante toda la vida (sólo hace falta recordar el poema elegíaco a Stalin).
Nadie mejor que Gregorio Torres Nebrera para analizar concienzudamente este fondo (y las formas) de la dilatada obra literaria de Rafael Alberti. Con “Fiel en la dicha, fiel en la desgracia”, libro editado por la joven y pujante editorial Xorki, el autor se aproxima desde diez perspectivas diferentes a los textos albertianos, repasando sus pormenores estilísticos y biográficos de manera dinámica y sencilla (que no simple), descubriéndonos joyas ignotas y realizando una profunda hermenéutica de las ideas que los habitan. Catedrático especializado en la literatura española de los siglos XIX y XX, Torres Nebrera ya había escrito sobre María Teresa León, maravillosa escritora que fue compañera sentimental del poeta de la Generación del 27. Y como escribe Aitana Alberti León, hija de ambos, en el prólogo: “Adentrarse en la obra de María Teresa León lo conducía de forma ineludible a hacerlo en la de Rafael Alberti, señuelo demasiado difícil de ignorar para alguien cuya sensibilidad y habilidad expresiva apoyaban de forma feliz su rigor investigativo”. Nebrera deja que respire y hable la lírica de Alberti, no la fuerza en ningún momento ni pretende encajarla en unos estereotipos puestos de antemano. Así, el ritmo, tono y color de las creaciones del gaditano refulgen con toda su intensidad; ésta, además, se ve potenciada por las descripciones y análisis presentadas en los ensayos de esta obra.
Toda poesía es fruto de una vida concreta y de unas ideas generales (estéticas, éticas, políticas…) que hablan en ella. Vida e ideas se combinan, así, para dibujar la silueta de un poeta o poetisa determinado. El caso de Alberti es ejemplar a este respecto y Torres Nebrera lo hace ver con prístina y dolorosa claridad. Sí, dolorosa, pues lo que expresó y recordó en sus versos el poeta del Puerto de Santa María nació de un pensamiento descarnado que hunde sus huellas en una existencia exiliada, deshabitada de sí, que sólo tuvo su excepción en la infancia y en la ancianidad (tras su vuelta a España):
Hincado. Así.
Y en los dientes,
el corazón, y en lo labios,
contra tu tierra con sangre,
todo su sabor amargo.
Dolor a muerto en la lengua,
sabor a desenterrado,
gusto a puñal por la espalda,
sabor a crimen, a mano
con gusto a sombra en la sombra,
sabor a toro engañado,
gusto a león exprimido,
sabor a sueño,
sabor a llanto,
gusto a solo vientre hueco,
a hombre arrancado de cuajo,
sabor a mar triste, a triste
árbol sin sabor a árbol.
Amarga ha de ser la vuelta,
pero sin sabor amargo.
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«Fiel en la dicha, fiel en la desgracia» (Temas y textos albertianos)
Gregoria Torres Nebrera
Ediciones Xorki, 2013
227 pp. , 15 €