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El hombre perpendicular

El hombre perpendicular. Fernando Gómez Mancha. Ediciones Moreno Mejías. Editorial Wanceulen.  2011. 114 pp.

Por Sara Roma

el-hombre-perpendicularA Aidan le gustan los números, las cifras. Piensa en cifras como las mil cuatrocientas mañanas que lleva despertándose junto a Eileen o las veinticuatro veces que cada tarde se lleva el tazón de café hasta sus labios mientras escribe. Pero Aidan prefiere pasar desapercibido porque se considera un hombre normal, “a pesar de tener nombre de santo irlandés” (p. 11). Aidan es el tipo de hombre perfeccionista hasta el hartazgo y su vida está organizada en torno a ello. Trabaja en la oficina de correos clasificando miles de cartas. Su tiempo libre –mientras espera que Eileen llegue del trabajo− lo ocupa escribiendo las historias con un rotulador calibrado siempre sobre cuartillas amarillas. Aunque escribe bien, con un estilo pulcro y un léxico impecable, sus escritos son un calco de su persona: les falta sangre, pasión, les falta piel… Hasta que un día Eileen decide tomar las riendas de la situación y le propone a Aidan una tentadora oferta que no podrá rechazar y que por completo su vida y su visión sobre la literatura.

El hombre perpendicular es la última novela de Fernando Gómez Mancha (Granada, 1971), un hombre versátil e inquieto, un hombre orquesta que lo mismo diseña, ilustra y escribe, facetas a las que ha llegado por su amor a la literatura. Aunque Gómez Mancha mantiene su estilo literario, en esta obra da un paso más y confirma la calidad que reveló en El cuerpo desobediente. En El hombre perpendicular, el narrador juega un papel fundamental y clave, aunque no se desvele hasta bien avanzada la trama. La novela está narrada en tercera persona por un narrador omnisciente que lo sabe todo de sus dos personajes, Aidan y Eileen. Se involucra de tal manera en la novela, que revela una atracción furtiva y obsesiva hacia Eileen. Pero no será hasta bien entrada la trama, cuando descubramos que se trata de una amiga de Aidan que ha retomado la escritura tras leer La noche del oráculo, de Paul Auster. Es en la segunda mitad del libro cuando nos daremos cuenta de que El hombre perpendicular es una novela sobre Aidan y no escrita por él. Esta manera magistral de ocultarnos, de engañarnos o de hacernos ver una cosa cuando es su contraria, es la clave de esta obra con reminiscencias un tanto cortazarianas que demuestra que la literatura es un juego donde las reglas a veces se pueden romper.

Finalmente sonríen, al imaginar que un observador externo –quizás un lector− pudiese estar contemplando o leyendo esta extraña situación.

En El hombre perpendicular nada de lo que se cuenta es fantasía. Aidan ignora todo lo que su amiga sabe, incluso los posibles finales que baraja en la cabeza, por eso la narradora advierte que no conviene ponerse a malas con ella, pues “su presente y su futuro están solo en mis manos, incluso su pasado también” (p. 49).

Esta novela simboliza una perfecta caja de muñecas que te lleva a otra historia y esta a otra más pequeña, como el cuento “Un hombre y sus pies” o “La balada de Liffey”, pieza clave para comprender la historia vital de nuestro protagonista. En efecto, el hilo conductor son esas historias perfectamente hiladas con un sencillo y claro, con una adjetivación rica, pero alejado del barroquismo y la artificiosidad. Y es que Fernando Gómez Mancha sabe, como buen docente, que tan importante es lo que se dice que cómo se dice. Para ello, basa en sutiles ironías y arrancarán la sonrisa de más de un lector que se sentirá identificado con alguno de los personajes, pues todos tenemos una extraña forma de vida digna de ser contada.

Como dice la propia narradora sobre El hombre perpendicular, esta es una historia sencilla, sin demasiadas pretensiones, una historia de relaciones humanas.

 

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