Snowden, el Traidor Incomprendido
Por MIGUEL ABOLLADO. Lo que está pasando con Edward Snowden me tiene completamente perplejo.
No entiendo que, a estas alturas de la jugada, a ese hombre no lo hayan extraditado todavía al país que lo reclama, es decir, a Estados Unidos.
Lo que ha hecho es tan grave que el propio Putin ha insinuado que o se calla la boca, o le largan de allí.
Pero no, el hombre sigue soltando secretos de Estado a diestro y siniestro sin importarle lo más mínimo el daño que está causando a su país, y de paso a todos los países aliados que le están dando credibilidad y con ello extendiendo el malestar hacia la administración de Obama.
Luego entraremos en el contentido de dichas filtraciones.
Pero ya digo, y por supuesto esta es mi opinión, que sean cuales sean esos contenidos, es inadmisible que un agente de la CIA se dedique a contar nada de lo que puedan hacer allí dentro. ¿Os acordáis del contrato de confidencialidad? Todos lo firmamos al entrar a formar parte de una empresa. Seamos o no del todo conscientes de este detalle, siempre hay una cláusula donde se especifica claramente la obligación de no contar según qué cosas durante el tiempo que dure la relación laboral, y también cuando ésta acabe. Independientemente de esta cláusula, está la ética propia del trabajador. Yo he trabajado diez años en un banco, y he tenido acceso por mi trabajo a ciertos datos de clientes. En la vida se me ocurriría utilizar ninguno de esos datos. Tengo amigos que trabajan en banca, en bolsa, en la policía, incluso en el CNI (creo), algunos son jueces o fiscales, médicos, políticos, y cuando estoy con ellos (o ellas) no se les ocurre darme su opinión sobre ciertos temas, porque incluso una opinión por su parte, estaría seguramente mediatizada por datos que conocen y que no pueden revelar. Porque no es ético. Muchas veces, en esas, y otras profesiones, esa ética no está tan clara. Es posible que contemos algunas cosas de nuestras empresas, compañeros o jefes, que no debiéramos. Pero las cosas importantes, las confidenciales, las que pueden dañar a esas empresas, a sus clientes o a sus trabajadores, y que nosotros conocemos porque hemos formado parte de esas empresas, esas cosas importantes todo el mundo sabe que no se deben contar.
Si entras a trabajar en la CIA, estimado señor Snowden, o eres un idiota, o sabes que no vas a colaborar con una ONG. Podías haber decidido dedicar tu vida a trabajar para Amnistía Internacional, es muy lícito, y por supuesto muy loable, pero no, decidiste probar en la CIA. Ya sabemos que mola mucho eso de ser espía. Hemos visto películas, hemos leído libros. Ellos son inteligentes, fuertes, ganan un montón de dinero, su trabajo es apasionante. Viajan, corren peligro, y siempre se acuestan con esa agente especial enemiga que está tan buena. Por tanto la traición está servida. No sólo estás rompiendo el contrato de confidencialidad, sino que encima estás contando secretos de Estado de las manera más dañina, frívola e imprudente. Y lo que es peor, en lugar de hacerlo desde tu país, con un par de huevos, te largas a Hong Kong, que sabes que allí no te pueden pillar. Después te vas a Rusia, y metes en el lío a la Confederación. Los rusos mantienen todavía un poso de antiamericanismo hasta cierto punto lógico sabiendo de donde vienen, así que resulta cuanto menos curioso que hasta Putin no sepa que hacer con él. Y por el camino, todas las rémoras anti americanas corren en su auxilio. Primero Morales, realizando un viaje de postín, desafiando a todas las naciones por encima de las que pasaba su flamante “falcon”, y por último echando las culpas a España por “dudar” de ellos. ¿Cómo no iban a dudar? Señor Morales, ¿crees que a España, o a Francia, o a Italia, le merce la pena arriesgarse a meterse en un conflicto diplomático con Estados Unidos por culpa de tu estupidez? Eres tan tontaina como Maduro, hijo mío, valiente ejercicio de demagogia el que estáis haciendo.
Y mientras, el héroe traidor sigue soltando por la boquita. Desde la zona de nadie de un aeropuerto ruso, amparado por la impunidad de la que goza allí donde no puede ser capturado, el joven irresponsable sigue con su cruzada. Pero no se le puede criticar, claro. Porque lo que está haciendo es muy “guay”. Los progres de pro le alaban, tú lo alabas, los columnistas “independientes” de El País todos con él, Garzón se insinúa, Assange lo ampara…
Estraditación YA.
Entrando en el contenido de las filtraciones (aviso que no las conozco al dedillo, estas filtraciones), resulta que Estados Unidos, o la CIA, han hecho escuchas ilegales. Han pinchado embajadas, reuniones, saben todo lo que hacemos, de dónde salimos, adónde vamos, con quién hablamos. ¡Vaya! ¿así que lo saben? Me perdonen, pero a estas alturas, todo el mundo sabe todo de todos. Facebook se empeña en cambiar la privacidad cada mes para que más gente sepa más cosas de nosotros. Gente que no conocemos de nada. Todos nuestros movimientos por internet pueden ser recopilados por cualquier virus no demasiado complejo. Los navegadores guardan esa información en nuestro ordenador. ¿NO lo sabíais? Pues sí. Se llaman cookies, y son la mayor fuente de información para cualquier programa informático, web, e intruso que se decida a pasearse por nuestro ordenador. Pero es legal, señores. Se pueden desactivar, pero nadie lo hace. ¿Y por qué? Porque gracias a esas cookies, podemos navegar mucho más rápido, porque si las webs saben lo que queremos, lo que buscamos, el servicio que nos darán será mucho mejor. Sacrificamos privacidad, pero obtenemos beneficio. Como en Facebook, otra vez. ¿Como en la CIA? Eso ya no lo sé.
Así que la CIA espía conversaciones. Vaya, vaya. Ojo, que con esto no estoy diciendo que eso me parezca bien. No me parece bien, me parece un escándalo. Sobre todo en lo concerniente a embajadas y gobiernos extranjeros. Pero tú, señor Snowden, has entrado en la CIA sabiendo dónde te metías. Ellos, Estados Unidos, es posible que se hayan escudado en eso que llaman “Seguridad Nacional” para infringir un montón de normas internacionales desde la creación de la Agencia. Todos sabemos lo que hizo Estados Unidos en la segunda mitad del siglo veinte con los dictadores sudamericanos, por poner un ejemplo muy claro. Se podrían poner mil ejemplos más. También la inutilidad que demostraron al no detectar el entramado del 11-S. Pero seguramente la labor de la CIA haya sido muy loable en otros mil casos que no se cuentan, o no se saben. En una agencia como esa, o como el CNI en nuestro país, una de las consignas, de las normas más imprescindibles para su funcionamiento, es la discreción. El secreto. Por eso las condenas son tan duras, por eso te “dejan” elegir, como en todas las empresas del mundo. O entras, o no. Pero si entras, te callas. Y si no te gusta lo que ves, te largas.
Ya sé que todo esto que digo es políticamente incorrecto, y la mitad de los que leáis este artículo no vais a estar de acuerdo conmigo (ojalá, discrepemos a gusto), pero me escandaliza la facilidad con la que se encumbra a un traidor. Que además es un cobarde. Renunciar a tu país, a un sueldo de 200 mil dólares y a una novia que te quiere para contar cosas que no debes contar no es ser un héroe, ni un valiente. Ojalá todo esto termine bien, y Snowden y la administración Obama lleguen al mejor acuerdo posible, siempre teniendo en cuenta la gravedad del delito.
Pero no imponiendo tus condiciones a tu gobierno, chico, sino agachando las orejas, y reconociendo el error.
Después ya, si eso, pides plaza en Amnistía Internacional.
Seguro que estarán encantados de tenerte en sus filas.
Sr. Abollado: No me propongo defender al tal Snowden o al otro, Assange, cuyas intenciones y propósitos desconozco. Me detengo sí en el desprecio que se ve a las claras usted manifiesta por presidentes latinoamericanos. De primera, aclaro que no comulgo con muchos dichos o acciones de Evo Morales (y mucho menos con el “pajarico” de Maduro). Sí le puedo decir que Morales es un Presidente elegido democráticamente en un país pobre, que ha sufrido durante siglos el saqueo y la exterminación sistemática de la “conquista” primero y de las empresas, en especial norteamericanas y españolas, después, que han expoliado hasta el hartazgo el país del Altiplano. El señor Morales representa a una comunidad indígena que intenta salir adelante de todo ese pasado ominoso. Una comunidad que no necesita inclinarse ante reyes cazadores de elefantes ni marqueses o decrépitas duquesas, para mantener su democracia. Ese “ninguneo” que usted defiende se manifestó claramente en el episodio del avión, al que las patrias de Berlusconi y de Bárcenas (también de Dante y de Cervantes, que se revolverán en sus tumbas) impidieron siquiera transitar por sus espacios aéreos, bajo las órdenes de lo que usted llama cándidamente “nuestros aliados”, lo cual constituye un hecho gravísimo. En cuanto a lo que revela Snowden y que usted dice “eso ya se sabe, Facebook, etc.” es evidente que usted sugiere, como pasa siempre, apresar al denunciante (o matar al mensajero, como se hacía en otros tiempos). Me recuerda a una persona a quien un amigo le dijo que su mujer lo engañaba y él se enojó con el amigo porque “ya se sabe que las mujeres engañan”. Le recomiendo más dignidad, Sr. Abollado.