Entrevista a Recaredo Veredas por su nuevo libro "Actos imperdonables"
Por Benito Garrido.
La estrategia del cáncer es absurda: una vez conseguido el triunfo vendrá su derrota. Yo soy su único alimento y sin mí desaparecerá. No posee los beneficios de los virus, que pueden migrar de un organismo a otro expandiendo su mal. Para él no existe otra salida que el silencio.
Todos cometemos actos imperdonables cada día, algunos de mucha gravedad y otros, en cambio, leves como motas de polvo. Este libro de relatos de Recaredo Veredas (Madrid, 1970) habla sobre estos actos y sus consecuencias en nuestras vidas cotidianas. Son las réplicas de un temblor que a veces se diluye sin más y en ocasiones marca toda una vida. Recaredo Veredas es licenciado en derecho y autor del libro de relatos Pendiente (2004), del manual Cómo escribir un relato y publicarlo (2006) y del poemario Nadar en agua helada (2012). Actos imperdonables (Bartleby Editores, 2013) es su último libro.
P.- De la poesía de Nadar en agua helada vuelves al relato en Actos imperdonables. ¿Retomas el camino lógico de tu escritura o quizá este es un acto de “renovarse o morir”?
No pertenezco a un género concreto. Escriba lo que escriba trato de mantener y defender una mirada y esa mirada se adapta a distintos formatos en función de lo que desee contar. En Nadar en agua helada la fragmentación de la historia y los fines estéticos del libro reclamaban un lenguaje poético. Actos imperdonables es un libro de personajes e historia, que exigen narrativa pura.
P.- Bajo el prisma del creador, los personajes de tus cuentos cometen actos imperdonables, actos cargados de desprecio y pesimismo. ¿Qué es más imperdonable: el hecho o la actitud?
La actitud puede resultar imperdonable para uno mismo pero no la sufren los demás. Cualquiera puede masturbarse mentalmente con la comisión de un acto durante décadas sin que afecte a terceros. Considero mucho más imperdonables los hechos. Suponen una colisión con el itinerario vital de otros y, en muchos casos, un daño. A veces esos daños son irremediables porque el agresor no tiene otra opción, incluso pueden resultar positivos a largo plazo, pero no por eso dejan de doler. Aunque algunas acciones u omisiones no admitan perdón, no todos los actos dañinos son imperdonables: el perdón y la compasión, bien entendida, son virtudes maravillosas.
P.- El humor negro, la crítica y una visión racional de las cosas se conjugan en tus historias. ¿Cuál es el nexo de conexión que aglutina esta selección de relatos?
Que los he escrito yo durante un periodo de tiempo relativamente breve. Largo para una creación literaria, corto si lo comparamos con la extensión media de la vida humana. Y al escribirlos yo, como ocurre con cualquier escritor pues toda escritura es autobiográfica, reflejan mis neurosis y mis preocupaciones. Me preocupa, por ejemplo, la ignorancia de los sectores más humildes de la sociedad sobre la manipulación a la que son sometidos cada día. En cuanto al humor negro, sí, existe y es premeditado pero intento no caer en el sarcasmo, no perder el respeto a los personajes y, en consecuencia, a las personas que puedan sentirse identificadas con ellos.
P.- Tocas temas trascendentales y terribles para el ser humano como el cáncer, la guerra, la corrupción, la mentira, el amor… Y lo haces desde las distancias cortas que marca el relato. ¿La extensión te la marca la historia o la impones tú como escritor?
Ambas opciones se combinan. Un relato es una epifanía, un momento trascendente para el personaje, que define un antes y un después en su vida. O que, sin poseer tal importancia, intenta iluminar la conciencia del lector (qué frase más cursi). Algunos relatos poseen ese carácter, otros podrían haberse extendido bastante más, es cuestión de crear escenas, de modificar el ritmo y mostrar con mayor expresividad aquello sobre lo que se informa o aquello que se da por sabido. Las consecuencias podrían haber sido nefastas. O estupendas, supongo que nunca lo sabré.
P.- ¿Cómo te llegan las ideas para los relatos? ¿Te dejas sorprender por la vida, por las musas, o surgen a fuerza de constancia?
De repente hacen Chas y aparecen a mi lado, como en la canción de Alex y Cristina. Suelen provenir de fuera, de historias que me cuentan, de películas que veo, de situaciones que contemplo. No provienen de un solo golpe. Si analizo el origen de cada relato, nacen de hechos diferentes que, por motivos que ignoro, se han combinado así en mis neuronas. Por ejemplo, El mamut enano se origina en la mezcla de una excursión a Groenlandia en trineo que organizaban en mi gimnasio, combinada con el visionado de Cave of forgotten dreams, un documental maravilloso de Werner Herzog.
P.- Tus personajes son impresionantes, bien perfilados y perfectamente reconocibles. El Arturo Minimí de El doble, por ejemplo, sería ideal tenerlo como empleado. ¿Cómo se dibuja mejor un personaje, desde el odio hacia él o desde el amor?
Desde la distancia. Intento mirarles sin amor ni odio. Reflejarles tal y como son, tal y como somos, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Desde mi muy subjetivo punto de vista, por supuesto, no poseo el don de la omnisciencia. El escritor debe entender a su personaje pero entender a alguien no implica quererle, ni siquiera odiarle. Supongo que todos actuamos conforme a patrones muy similares, tanto en lo bueno como en lo malo, lo que cambian son los contextos en los que vivimos, nuestra capacidad para pasar de la potencia al acto. Por eso existen los psiquiatras, porque pueden situar una conducta y unos pensamientos -más o menos demenciales- dentro de un esquema previo.
P.- Lo tuyo son los antihéroes, y las personalidades oscuras… ¿parejas quizás al momento tan triste que nos ha tocado vivir?
El momento que nos ha tocado vivir es triste o alegre, depende del lado de la tortilla en que te toque. El mundo no marcha mal, de hecho la mayoría de los países están creciendo y escapando de la pobreza. Nosotros, los españoles, nos hemos corrido la fiesta del siglo y aún queda resaca para rato. En cuanto a los héroes o los antihéroes, no he conocido a un auténtico héroe en mi vida. Eso lo dejo para Juego de Tronos. Tal vez todos lo seamos a ratos y algunos seres excepcionales con mayor frecuencia que la media.
P.- ¿Te atreverías a hacerme ahora mismo un microrrelato (una sola línea) sobre el último acto imperdonable que hayas contemplado?
Jopé, Benito. No he escrito un microrrelato de una línea en mi vida. Para hallar actos imperdonables solo hay que repasar la portada del periódico cada mañana. O mirarse a uno mismo con un poco de objetividad. Por ejemplo este mediodía he comido unas chuletitas de cordero que, sabrosísimas, me han dejado un poso muy amargo. En serio. No podía dejar de pensar en el animalito Norit que estaba devorando.
P.- A la hora de enfrentar actividades, ¿con que resulta más duro bregar: con un cuento, un juicio o un libro por editar?
Creo que con un libro por editar. El mundillo literario y la sobrevaloración del capital simbólico que conlleva la publicación en una buena editorial provocan auténticas neurosis y odios africanos. Un cuento aceptable es un asunto menor, lo puede escribir cualquier escritor solvente. En cuanto al juicio, depende de tu posición. Si eres el abogado, puede sobrellevarse con más o menos distancia. Si eres el implicado un divorcio, una pelea con tu familia con una herencia o una deuda que termine con la subasta de tu casa pueden dejarte hecho una triza durante años.
P.- Recaredo, ¿para cuando una novela?
Hace años escribí una novela regular tirando a mala que, lógicamente, no encontró un destino aceptable. Ahora he escrito una novela bastante mejor, que espero alcance las estanterías relativamente pronto. Por mucho que digan los cuentistas, escribir una buena novela es incomparablemente más difícil que escribir un buen relato. Requiere un dominio del ritmo, de la estructura, de las peripecias y de las motivaciones de los personajes que el relato no precisa, o al menos no precisa tanto.
P.- ¿Tienes nuevos proyectos de los que nos puedas hablar?
Sí, precisamente tengo esa novela que te comentaba, y que busca una editorial que la trate con el cariño que merece, y un poemario que aún debo pulir y repulir.
Actos imperdonables. Recaredo Veredas. Bartleby Editores, 2013. 164 páginas. 16,00 €
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