Yo muero hoy de Olga Rodríguez: el intento de cambiar el mundo desde las Revueltas árabes
Por Anna Maria Iglesia
@AnnaMIglesia
En ocasiones, y por mal que nos pese, debemos reconocer nuestros límites. Si bien desde la crítica literaria se tiende a poner en evidencia -siempre, claro, que el grupo editorial/empresarial lo permita- los límites de la obra reseñada, frente a determinados libros, sean éstos de ficción o de naturaleza ensayística, el crítico solamente puede retirarse y reconocer los límites intelectuales -sí, no hay que temer en reconocerlo, pues ¿acaso no son común a todos?- que le impiden juzgar y valorar la obra que tiene delante. Antes de comenzar este artículo, por tanto, debo confesar que no sólo no soy capaz de ofrecer una lectura crítica de este ensayo, sino que todo aquello que pudiera decir acerca de él resultaría impertinente, un ejercicio de osada presunción.
Frente al ensayo Yo muero hoy (editorial Debate), escrito por Olga Rodríguez, poco puede decirse: se trata, en cuanto al género, de una obra híbrida, pues su autora mezcla con impecable maestría el análisis crítico propio del ensayo con el reporterismo y con la narración testimonial propia del periodismo en mayúsculas. Yo muero hoy es, ante todo, es una obra imprescindible para conocer y, lo que es más difícil, para comprender las Revueltas Árabes, puesto que, lejos de la brevedad y, sobre todo, de la inmediatez de las noticias diarias, Olga Rodríguez reconstruye el trayecto que ha llevado a muchos ciudadanos a salir a la calle, ocupar las plazas, vencer el miedo a las violentas represiones para reclamar un cambio político, una nueva sociedad que, de la mano de la democracia, les ofreciera pan y libertad. La primavera nunca llega sola, siempre le antecede el invierno; no es posible comprender el cambio de estaciones sin comprender el tiempo que las precedió: Olga Rodríguez dirige su mirada hacia el pasado, hacia un tiempo que, despreciado por la imperante actualidad en tanto que caduco, resulta imprescindible conocer para poder comprender el presente. Publicado en el 2012, Yo muero hoy no caduca: no sólo es el relato de la Primavera Árabe que despertó, tras demasiado tiempo en hibernación, hace apenas dos años, es también y sobre todo la narración analítica de los motivos que llevaron a este despertar, es la recuperación crítica de los procesos históricos y de los contextos político-culturales que sirvieron de marco para las protestas, es la voz de los protagonistas, muchos de ellos anónimos, que dieron voz y contenido a las protestas y es, asimismo, el retrato de unas sociedades que todavía siguen construyendo el propio futuro, pues como se ha podido observar en estos últimos días, todavía no se ha alcanzado el punto de final.
La Plaza de Tahrir, en torno a la cual gravitan las páginas que Rodríguez dedica a Egipto vuelve a ocupar las portadas de los principales periódicos; las protestas contra Morsi, el golpe de estado y la caída del gobierno han puesto, una vez más, a Egipto en el centro de atención: tras meses de silencio informativo y de apática desinformación, día tras día, vuelven a llegar a un occidente de memoria demasiado frágiles las noticias de cuanto allí acontece. El ensayo de Olga Rodríguez, así como los artículos que habitualmente publica en Eldiario.es, es clave para poder comprender el nuevo -¿inesperado?- giro en Egipto; no es posible entender las nuevas protestas contra la política de Morsi, la represión que, tras el golpe, han sufrido los partidarios de los Hermanos Musulmanes o la elección de Al Baradei como presidente de transición sin mirar hacia atrás y, como propone en su ensayo Rodríguez, recordar la política neutral de Nasser, la pérdida de influencia de los Estados Unidos tras el 1948, el radical giro político de el-Sadat y los acuerdos de Camp David. ¿Acaso puede comprenderse la actitud de Estados Unidos con respecto al Egipto de Mubarak sin tener presente los 1.500 millones de dólares que el ejército egipcio recibía de Estados Unidos tras la firma de Camp David?
En un momento en el que la prensa y, en especial la información internacional, se caracteriza por la ausencia de análisis y por la superficialidad «impuesta» por la actualidad diaria, Yo muero hoy da sentido al género del reporterismo y se postula como un admirable ejemplo de trabajo de investigación: lejos de ser un ensayo tendencioso, lejos de todo fanatismo ideológico, Olga Rodríguez se acerca a los hechos, reconstruye la narración histórica y, sobre todo, da voz a los auténticos protagonistas. Yo muero hoy es, ante todo, una narración a través de los diversos actores que participaron en aquellos meses revueltas, pero cuyas historias tienen su inicio años atrás, mucho antes de que la Primavera diera inicio. Las páginas dedicadas a Egipto tienen como eje la historia de la familia de el-Hamalawy que, tras años de exilio, regresa a Egipto, donde el hijo Hossam sigue los pasos de su padre Rashad, un hombre que había participado en las manifestaciones contra el-Sadat, después de que éste hubiera cancelado los subsidios a las clases más humildes, y había sido obligado al exilio. Décadas después, Hossam toma el relevo de su padre: ya en el 2000, protestaba desde lo alto de unos de los principales edificios de la universidad contra el apoyo de Mubarak y de los Estados Unidos a los ataques perpetramos por Ariel Sharon contra el pueblo palestino. Ese era sólo el punto de partida de un activismo que Hossam no abandonaría y al que se uniría muchos otros, como el joven Karim el Beherey.
En Yo muero Hoy, Olga Rodríguez dedica la mayor parte de sus páginas a Egipto y, en cada una de ellas, lejos de la abundancia de datos, porcentuales y vacuas declaraciones oficiales, se escuchan los testimonios de Karim, Hossam, de Ahmed Seif y de su hijo Alaa, de Tarek Shalaby o de la periodista Nora Yunis. Como ya reclamaba el historiador Carlo Ginzburg, Rodríguez escribe la narración de los hechos a través de la microhistoria: la Primavera árabe se entiende desde abajo, es un pueblo y sus ciudadanos quienes finalmente se apropian de la historia; ya no quieren ser los vencidos, cansados de ser los eternamente condenados de la tierra -imprescindible el libro de Franz Fanon-, deciden, en palabras de la propia periodista, «extraer energía y valor en los momentos más adversos para mantener viva la llama de la protesta». La protesta que se vivió en aquellos meses en las calles de Egipto, en Túnez, Libia, Bahréin o Yemen fue, y todavía es, «la única arma de un pueblo contra el poder que le despoja de sus derechos, de su dignidad».
En las páginas dedicadas, Olga Rodríguez presenta a los lectores a Zainab Alkhawaja, cuyas palabras sirven como corolario del sentimiento que palpitaba tras cada una de las protestas: «Nosotros hemos sufrido demasiado, pero nuestros hijos quizá puedan disfrutarlo. Quiero que mi hija tenga derechos y libertad» y, añade, «me vuelvo más fuerte cuando actúo, no podría quedarme en casa lamentándome». Las últimas palabras de Alkhawaja evocan el grito de «yo muero hoy» que resonaba en la Plaza Tahrir; cuando no hay nada que perder, cuando el poder ya no puede abusar más, uno no puede quedase en casa. Éste espíritu no sólo cruzó las fronteras del mundo árabe, sino que penetró en los movimientos que, como el 15-M o Occupy Wall Street, hicieron de la plaza, de la calle, en definitiva, del espacio público el ágora a través de la cual dar voz a la protesta.
Olga Rodríguez con Yo muero hoy nos permite viajar hacia tierras árabes, conocer y sentir, aunque sólo sea a través de la lectura, el pulso que vibraba en cada una de las protestas; nos permite observar que cada rostro, cada uno de los protagonistas, tiene una historia propia, distinta. Las trayectorias personales nunca son iguales y, como la propia trayectoria de los países, nunca es equiparable: Libia, Túnez, Egipto, Siria o Bahréin….todos esconden una historia propia e incomparable, un pasado que ha marcado y marca su presente. Entender las revueltas de sus pueblos es, ante todo, entender la historia que las precedía y, necesariamente, adquirir conciencia crítica de la responsabilidad que Occidente, la denominada Comunidad Internacional, ha tenido y tiene. Yo muero hoy nos permite mirar atrás, reconstruir unos hechos para comprender el presente y el futuro; la lectura de Yo muero hoy borra los estigmas, los tópicos y las superficialidades que demasiadas ocasiones han teñido esos hechos y sus protagonistas; como dice la protagonista, es necesario entender que «su lucha es en realidad la de todos los que buscan justicia social y libertad».
Hay momentos en los que el crítico debe callar, debe dejar que hable la obra y su autor. En esta ocasión el crítico sobra, frente a Yo muero hoy sólo se puede callar, leer y aprender.