Festival de Cannes 2013 (2)- El rostro de una mujer (II)
Por Miquel Escudero Diéguez
Si puede existir algo más fascinante que el cine que vemos es el cine que no vemos. Las imágenes que bailan en la oscuridad de la linterna apagada vuelven a visitarnos de noche, en forma de fantasmas. Nunca se fueron. Siempre he sentido curiosidad por saber si los personajes de unas y otras películas llegarían a hablar entre ellos si tuvieran la oportunidad. ¿Qué se dirían? ¿Se acercaría la Marion Cotillard de The Immigrant (James Gray, 2013) a la Marine Vacth de Jeune et jolie (François Ozon, 2013)? Dos prostitutas separadas por el espacio y el tiempo, tan lejos una de la otra.
Ewa Cybulski, Cotillard, es una mujer polaca que llega al Nueva York de 1921 junto a su hermana, con necesidad de huir de la miseria. La hermana de Ewa, Magda, es retenida por la policía ya que se le diagnostica una enfermedad contagiosa que le impediría acceder al sueño americano. Bruno Weiss, interpretado por un Joaquin Phoenix enigmáticamente eterno, acoge a Ewa en la desesperación de verse alejada de su hermana. No lo han conseguido. Bruno introduce a Ewa en el espectáculo en el que él es el gran maestro de ceremonias: la prostitución. Pese a que The Immigrant fue el título definitivo de la película (anteriores propuestas de títulos como Low Life habían sido descartados. Una, al haber sido usado previamente por Nicholas Klotz y la otra, The Nightingale, aparentemente sólo gustaba a James Gray), la voz de la narración recae en un ruiseñor ahogado en una jaula que no conoce. Ewa se prostituye contra su voluntad para obtener el dinero que le permita comprar la libertad de su hermana. Bruno se enamora perdidamente de ella, pero no por eso deja de utilizarla. La desesperación de la pobreza sólo deja espacio para que florezca la miseria humana. Tanto Bruno como Ewa se encuentran en tierra de nadie, son personajes sin espacio. En este sentido recuerdan a los personajes de Chaplin, quiénes no eran por sí mismos sino que eran en tanto que representaban a alguien: un vagabundo, una florista ciega, un trabajador de la fábrica… El drama de los que no pertenecen a ningún lado y luchan por encontrarlo en las personas que les rodean. Ewa no puede confiar en Bruno ni en el mago Orlando, el primo de Bruno que también pretende seducir a Ewa (interpretado por Jeremy Renner), porque ellos también necesitan ese espacio. Todos se encuentran en ese etéreo American dream, esa huída a ninguna parte, que no les pertenecen. No olvidemos que los Estados Unidos es una tierra de inmigrantes, del primero al último. Los primeros habitantes de los Estados Unidos son los indígenas con los que no supieron compartir el espacio los primeros colonos europeos. Sergi y yo esperamos en la sala de prensa. Llega el flemático Jeremy Renner, le sigue la fascinante Marion Cotillard tras el admirable James Gray. Joaquin Phoenix no ha venido porque está rodando el próximo proyecto de Paul Thomas Anderson, con el que ya trabajó en The Master (2012). Gray considera que la inmigración es sangre nueva y da lugar a una nueva riqueza. Es interesante el repaso histórico que dibujaba el pelirrojo director a la historia de los Estados Unidos: es curioso ver cómo cuando llegaron los irlandeses se decía que éstos eran sucios, alcohólicos y vagos. Cuando llegaron los italianos, los irlandeses les dedicaban las mismas lindezas. Las mismas que hoy deben soportar los latinos de los labios de irlandeses e italianos. Marion Cotillard. Centrémonos ahora en Marion Cotillard: “Me gusta crear personajes que tienen su propia manera de hablar. Es una manera de usar la voz de manera diferente”. Did you work your Polish in a musical way? “Hay pocas palabras que se parecen al inglés o al francés. Tenía que hablar polaco con acento polaco. No sabía si iba a ser perfecto, pero tenía que serlo”. James Gray reconoce que no había visto ninguna película en la que participara Marion Cotillard antes, pero en una cena con Guillaume Canet, su marido, Marion le tiró a James un trozo de pan a la cara. James levanta la mirada y ve el rostro de Marion. Sueña en Renée Falconetti y en Lillian Gish y piensa que Marion tiene un rostro fascinante. “Tiene una inteligencia emocional tan grande que llena toda la pantalla”.
Ewa conoce a Léa.
El verdadero nombre de Léa es Isabelle. Tiene diecisiete años y va al instituto. Trabaja como prostituta. Jeune et Jolie (2013) es la nueva propuesta de François Ozon. Éste la define como el retrato de una joven de 17 años en cuatro estaciones y cuatro canciones (las de Françoise Hardy). Tous les garçons et les filles de mon âge se promènent dans la rue deux par deux, tous les garçons et les filles de mon âge savent bien ce que c’est d’être heureux.
Isabelle es una niña nacida en el seno de una familia parisina bien acomodada. En el verano en el que cumplirá los diecisiete, pierde la virginidad en la playa con un rubio alemán, un par de años mayor que ella. A partir de ese momento Isabelle decidirá perder de vista tanto al alemán como al tiempo ocupado por la ignorancia acerca de todo lo que concierne el sexo. Pasa el verano y la familia vuelve a París: Victor (su hermano, interpretado por un intrigante Fantin Ravat), la madre y el padrastro. Tanto Victor como Isabelle empieza a descubrir las sensaciones que rodean el sexo: el primero desde la soledad de sus doce años y, la segunda, desde la soledad de sus diecisiete. Isabelle ya no es virgen y su siguiente experiencia sexual será a través de los contactos desconectados de Internet: se hace pasar por una estudiante de veinte años para cobrar en encuentros con desconocidos. ¿Qué empuja a Isabelle a convertirse en Léa? Ozon no nos da la respuesta. Ya dijo en unas declaraciones que consideraba al espectador como a alguien más inteligente que él. Por tanto, decidamos nosotros. Yo no sé qué decir, no me gusta hablar por hablar. Pienso en una niña que se ha arrebatado a sí misma un instante de experiencia para venderse a hombres que detesta. ¿Qué le diría Ewa? Sin embargo, le confiesa al psicólogo algo que le excita: volver a casa y pensar en lo que acaba de suceder le incita a volver a hacerlo. Aunque Isabelle-Léa sea sorprendida en su actividad secreta, algo le atrae hacia el abismo. El tiempo de transición entre la niñez y la edad adulta ya no existe para ella. Ya no puede volver atrás. Los hombres que se han acostado con ella mientras era prostituta le han arrebatado esa misma inocencia que ella quería perder, sin saber por qué. La explotación de la juventud de su cuerpo ha sido la misma que le ha empujado a un nuevo estado de su vida. Isabelle no necesitaba dinero, no vivía en la miseria de Ewa, pero algo las une irremediablemente. Mientras Ewa se ha perdido en el espacio, Isabelle se ha perdido en el Tiempo.