¡ANIMALES!
Por JUAN LUIS MARÍN. La fidelidad de muchas mascotas hacia sus dueños va, en muchas ocasiones, más allá de la muerte. A no ser que algo de una intensidad superior se cruce en su camino.
Como el HAMBRE.
Y es entonces cuando ocurren hechos que, incluso una mente tan retorcida como la del menda lerenda, tendría que hacer verdaderos esfuerzos para crear de la nada.
Ángel Javier C.M. tenía 34 años y vivía en un pueblo de la sierra madrileña con dos pitbull, esos perros que se han puesto tan de moda. Tanto como para que un «artista» latino tome su nombre prestado para convertirlo en el suyo artístico y grabar más duetos que Pimpinela. Vamos a ver, ¿este tío tiene algún disco en solitario?
Y lo que ocurrió fue que Ángel Javier murió repentinamente en su domicilio, sin más compañía que sus dos perros. Que lloraron y lamieron a su amo, hora tras hora, día tras día… hasta que, incapaces de acceder al lugar donde estaba su comida, Ángel Javier no tuvo tiempo de abrir una simple puerta que cambiaría su «destino», sucumbieron a un acto que en otras circunstancias no sería digno de mención.
COMER.
Y lo que se comieron fue el cadáver se su amo.
Que fue lo que encontró la policía cuando entró en el domicilio de Ángel Javier después de que, sin tener noticias de él durante días, su familia moviera ficha para averiguar qué podía haberle ocurrido.
Supongo que ni los Boinas Verdes estás preparados para lo que aquellos policías descubrieron cuando entraron en casa de Ángel Javier. Solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta. Porque es real. E imagino que si a mi me ocurriera lo que a él, Tapón (mi gato) haría exactamente lo mismo que esos dos pitbull.
Alimentarse.
SOBREVIVIR.
Y, por supuesto, sin poder reprochárselo.
Porque así es la vida.
Y la naturaleza.
Que en 1972 llevó a un equipo de rugby, cuyo avión se estrelló en los Andes, a tomar una decisión que cambiaría sus vidas para siempre, levantando ampollas en muchos… y en otros, la mayoría inteligente, el valor para aplaudir un acto de coraje incalculable.
Alimentarse de aquellos que murieron en el accidente.
Amigos y familiares.
Razón de más para que nadie se atreva a condenar a los pitbull de Ángel Javier…
Que en paz descanse.
Y sacrificarlos.