La lapidación de Saint Étienne (2012) de Pere Vilá
Por Miguel Ángel Martín Maestro
La pasada edición de la Seminci (Festival de cine de Valladolid) ofreció pocas novedades formales, poco cine arriesgado, poco cine de autor en el sentido de ruptura o nuevos cauces a la expresión cinematográfica. Una de las pocas excepciones fue esta Lapidación de Saint Etienne, del joven director Pere Vilá, director formado bajo la directa relación profesional con Joaquim Jordá, y que en éste su segundo largometraje alcanza un nivel de interés muy notable aportando, como dice un amigo, la visión cutre y sórdida del Amour de Michael Haneke.
Etienne, como el santo del que toma nombre, que clamó contra la hipocresía y el fariseísmo, defendiendo a los judíos helenizados que eran postergados por los judíos hebreos de Jesusalén, sufrirá su propia lapidación. El formidable actor Lou Castel, otro superviviente de la nouvelle vague y del Mayo del 68, sólo que éste sí que estuvo en París a su debido tiempo, y que se presentó en la Seminci al grito de “Viva el 15M”, ha decidido encerrarse en vida en un piso ruinoso, anterior domicilio conyugal de una pareja que ya no existe por la muerte de la esposa, con quien mantiene un vínculo espiritual que le atormenta y que ha anulado sus ganas de vivir, agravado por el recuerdo de una hija perdida. Misántropo por evolución o por necesidad, Etienne se encierra en su domicilio resuelto a aguantar todo tipo de acosos, el de una hija que quiere deshacerse de un padre con el que mantiene muchas cuentas pendientes y cuyas apariciones sólo buscan torturar al anciano con una crueldad extrema, el de una comunidad de propietarios cansada de los impagos y la falta de higiene del morador, unas veces propias y otras provocadas, el de unos servicios sociales dispuestos a entrar y violar tu intimidad bajo un mal entendido sentimiento de solidaridad no pedida. Etienne tiene sus limitaciones, las de la edad, el desamparo de la vida en soledad y la decrepitud física agravada por un cáncer no supervisado por decisión de propio paciente, pero ha tomado esa determinación libre y voluntariamente, el resto de su vida estará destinado a vivir por y para el recuerdo de una relación, una relación que le provoca visiones o alucinaciones y momentos cercanos al éxtasis místico como el encuentro de un pelo de su mujer, que guardará en la caja donde tiene más y otros recuerdos atesorados como reliquias, o la contemplación de las radiografías del enfermo cuerpo de la ausente, que colocadas en los cristales de la vivienda hacen las veces de una neo-catedral pagana, o los recuerdos de ese piano que ya no suena más que en el recuerdo del protagonista.
El largo final consigue el propósito inevitable de incomodar al espectador, nada es amable ni optimista en esta película, luego un final liberador sería una impostura inaceptable, el rigor y la valentía de la historia y de su creador exigen ser cómplices de este martirio del protagonista, culminado por una escena final que abre las interrogantes sobre lo que acabamos de ver y su significado último. Puede que el espectador se quede con esta última escena y haga de ella el resumen de la película. Sería injusto que el recuerdo hacia la historia fuera ese último detalle trascendente, Etienne repara imágenes sagradas pero no es creyente, o perdió la fe, que la casa aparezca vacía cuando todos suponemos que en su interior tiene que haber un cuerpo no debemos interpretarlo como ascenso a los altares, ¿o sí? ¿No será un último guiño a la misantropía de este huraño anciano? O es todo mucho más fácil, ha pasado el tiempo y lo que no hemos visto ha pasado fuera de campo.
Rodada en francés y en la ciudad de Girona, se explican muchos de los males de nuestro cine actual, dinero extranjero y rodaje en francés, ya por exigencia del capitalista o por comodidad del actor principal, mientras que el dinero español del robinson de la producción española Lluis Miñarro no es suficiente para sacar adelante el proyecto por sí solo. Si estaremos mal que el próximo proyecto del director tiene un presupuesto de 10000 € y 6 días de rodaje para un nuevo largo, La fosa, donde otro anciano decide desplazarse al antiguo frente de Aragón para morir donde quiere ser enterrado. Triste camino el de los cineastas jóvenes, pero como talento y dinero no tienen porqué ir de la mano, no hay por qué dudar de que Pere Vilá sacará adelante el proyecto con nota, aun cuando la beca futura esté en manos de ministros alérgicos a la cultura y a la educación.
La lapidación de Saint Étienne (2012) se estrenó en España el pasado 21 de junio de 2013