El secreto del rey
El secreto del rey, José María Zavala, Ediciones B, 448 págs, 20 €
Por Juan Laborda Barceló.
El salto del historiador que decide adentrarse en la ficción es un vuelo peligroso. Si los amarres no son firmes, puede acabar en la red con un esguince vital, una frustración o algún cabreo de más. No es este el caso de José María Zavala, conocido por sus diversas obras de carácter investigador y divulgativo sobre la casa de Borbón, así como sobre la Guerra Civil, que se lanza con El secreto del rey a su primera novela.
Descubrimos desde las primeras letras el estilo del buen seguidor de Clío, que ahora se despega del dato minucioso y lo convierte en ficción falsaria, pero verosímil. El gusto por narrar se aprecia en el modo constructivo, netamente literario, y en el juego de espejos que toda la novela sin quererlo propone.
El autor, un ingente conocedor de la realidad presente y pasada de los Borbones, cuenta aquello que nunca acaeció, pero partiendo de hechos reales. La muerte del infante Alfonso de Borbón, hermano menor de nuestro actual monarca Juan Carlos, es el punto de partida de una historia llena de amor por el cine y la literatura. Baste con apuntar que los parecidos de determinados personajes se perfilan en torno al Errol Flynn de Objetivo Birmania o a aquel maravilloso villano que fue Basil Rathbone (sus papeles en Robín de los bosques o El bufón de la corte están en la retina de cualquier buen cinéfilo que se precie).
Quizá, uno de los mayores aciertos del texto sea utilizar la historia como motor de una poderosa ficción. La muerte del infante, accidental en la realidad, se torna de un negro policíaco en la novela. Hay un par de sabuesos de casta, como la pareja que forman Da Costa y Mora, que navegarán en torno a una muy bien hilada investigación para descubrir los recorridos de una trama imaginaria, pero cierta en la ficción. Son dos detectives de la serie B del cine negro, con la energía de un Burt Lancaster tullido (Da Costa comparte con él pasado de trapecista) y el fracaso grabado en la piel. Mora es un ex divisionario que las pasó canutas en el frente soviético y que recuerda a esos soldados que, tras regresar de la II Guerra Mundial, sólo encuentran su sitio en las crudezas necesarias de las fuerzas de seguridad. Vienen a la memoria al recorrer estas letras un Humphrey Bogart de mirada profunda o un Alan Ladd con la razón perdida, entre otros tantos ejemplos.
Al contrario de lo que se podría pensar, este “thriller borbónico” como lo tilda su autor, es una texto ligero, rápido como un directo al mentón, que se asemeja a las novelas bizantinas por su agilidad, su cambio de escenarios y la constante sucesión de acontecimientos. La acción se lleva al extremo. No olvidemos que menos del 5% de la obra es realidad, por eso se mezclan anarquistas, sociedades secretas, reyes perdidos por un inflamado amor juvenil, investigaciones policiales, repasos guiados por los magnicidios recientes y guiños a la historia.
Sabíamos que José María Zavala era capaz de tocar con amenidad los temas más peliagudos de la historia contemporánea de este país (La infanta republicana, Bastardos y Borbones, En busca de Andreu Nin, Los gángsters de la Guerra Civil…). Ahora, estamos seguros de que su aliento narrativo le permite poner sus conocimientos al servicio de una trama ficticia, entretenida y dinámica. Estamos ante el inicio de un novelista cierto ─las formas, más que los temas, así nos lo demuestran─ que crecerá, no nos cabe duda, con el paso del tiempo.