Muñeca de ojos azules
Muñeca de ojos azules, Jesús Ballaz, Saragossa, Barcelona, 2013. 132
Por Care Santos (@CareSantos)
Buen conocedor de la literatura para niños y jóvenes, como autor y también como editor, Jesús Ballaz (Liédena, Navarra, 1946) presenta ahora su última y premiada novela para jóvenes, Muñeca de ojos azules, la historia de un recién jubilado que descubre la presencia de un extraño en el garaje de su propia casa. A pesar de lo poco juvenil que pueda parecer el planteamiento, en cierto modo estamos ante una novela de aprendizaje, que conectará bien con los intereses y emociones de los lectores adolescentes (y también con los de todo tipo de lectores, por supuesto, porque nos atendemos a aquella canónica y maravillosa definición de Emili Teixidor según la cual la literatura juvenil es «la que también pueden leer los jóvenes»).
Pues bien, Gerardo, el protagonista de esta historia, ha perdido a su mujer, que durante años fue su enlace con el mundo. A través de ella se relacionaba con sus semejantes, desde los vecinos a la señora de la limpieza. Por ella veía el mundo. Y ahora que ella falta, sólo halla rastros inexplicables de su ausencia: como las flores que la difunta cuidaba y que ahora parecen tan desamparadas como él mismo. Gerardo, pues, debe aprender a reubicarse. Y antes de que tenga que hacerlo, su hijo le reclama desde la Alemania en la que él mismo fue un exiliado mucho tiempo atrás. Es en este instante en que Gerardo ya parece tenerlo todo hecho cuando irrumpe en su vida el okupa de su propia casa, y en principio por curiosidad y más tarde por un sentido de la responsabilidad que mucho tiene de existencialismo, decide quedarse.
La historia, breve, estructurada a través de cortos capítulos, se lee con enorme gusto. Tiene esa sencillez de las cosas obvias, naturales. Poco a poco vamos comprendiendo lo que ata a Gerardo al que fue su lugar durante un tiempo más largo de lo previsto, lo que nos ata a todos a las cosas, a las ciudades, a la vida misma: tener alguien que espera algo de nosotros. La ausencia es la rendición, según este discurso. Y Gerardo no se da por vencido tan fácilmente.
Por supuesto, el ocupante del garaje deparará sorpresas, escenas de enorme ternura y esa identificación que al lector joven le resulta imprescindible. Al cabo, será mucho más juvenil esta novela de lo que parecía al principio. Pero también es la trama de un hondo conocedor del género, que sabe dar un giro a todos los planteamientos más o menos clásicos de esa literatura dirigida, para bien o para mal, a los lectores de entre 12 y 18 años. Ningún interesado en el asunto debería dejar de leerla.