La novela de tu vida: Juan Carlos Palma
Por Juan Carlos Palma*
Además de los sempiternos juegos de plumas y bolígrafos, el regalo estrella de mi Primera Comunión fueron los libros. Ya con esa edad era un asiduo lector de los cómics de Astérix y los tebeos de El Guerrero del Antifaz, que mi padre tenía encuadernados en tomos de piel anaranjada. A pesar de nacer en una familia numerosa y disfrutar jugando al aire libre, dibujando o con los programas del Spectrum 48K, siempre me buscaba mi rincón solitario para la lectura, en el que me sentía en un reino aparte, alejado de la rutina diaria del colegio y los quehaceres habituales. Esas primeras novelas de Verne, Salgari, Swyss o Fenimore Cooper tenían todavía algunas ilustraciones, y pronto empezaron a serme insuficientes, así que aproveché las visitas a la librería con la que mi padre nos obsequiaba tras la misa de los domingos para iniciar mi primera colección bibliográfica propia, titulada Las grandes novelas de aventuras. Al igual que Las grandes novelas de ciencia ficción que compraba mi hermano Félix en colores azul y plata, ésta la editaba Orbis en volúmenes con el borde blanco y el canto y la portada en dorado, siempre ilustrada con un fotograma de la adaptación televisiva o cinematográfica de la novela en cuestión. Todavía conservo la mayoría de los cincuenta que llegué a comprar en una caja en el trastero, ya con las páginas amarillas y las cubiertas desgastadas.
Fueron muchos los que lograron cautivarme, como El Corsario Negro o Los Tres Mosqueteros, pero hubo uno, sólo uno, que me produjo sensaciones más profundas. De Jack London ya había leído La llamada de la Selva, Colmillo Blanco y El lobo de mar, pero sería Martin Eden la que le convertiría para mí en una especie de dios, alcanzando una estatura literaria que con el tiempo sólo encontrarían Kafka, Rilke y muy pocos más, a pesar de que tuviera que luchar durante su época, décadas después y aún hoy, con el sambenito crítico de ser un simple escritor de novelas de aventuras. Martin Eden narraba la odisea vital del joven protagonista del mismo nombre, pobre chico sin recursos quien, enamorado de una dama de la alta sociedad, se hace a sí mismo trabajando en infinidad de oficios, aprendiendo de forma autodidacta y escribiendo sin parar hasta lograr que sus méritos se reconozcan. Aupado a la fama literaria, pero sin poder lograr la felicidad, decide poner fin a sus días en un final enigmático y desolador. Pocos años después, supe que London había escrito con Martin Eden su obra más personal y autobiográfica, poniendo una gotita de sangre, un hálito de vida en cada línea. Su trayectoria vital fue una novela en sí misma. Autor de relatos impresionantes, de novelas avanzadas a su tiempo como El vagabundo de las estrellas, y de ensayos periodísticos a tumba abierta como Gente del abismo, nunca logró tanta intensidad como la novela en la que se autorretrata. Para un chico de apenas doce años, el viaje de Martin Eden representaba una auténtica revelación: bastaban cinco horas para dormir, había que aprovechar el resto del día para escribir, memorizar biografías, aprender en definitiva, siempre aprender. Desde esa primera lectura sentí que podía hacer lo que quisiera en la vida, que todo era cuestión de esfuerzo y disciplina. Todavía hoy sigo pensando lo mismo.
* Juan Carlos Palma (@JCPalmaMacias) es periodista y escritor. Su último libro publicado es Bancos de niebla (Paréntesis, 2013).