CríticasPoesía

El espejo de tinta

 

el-espejo-de-tinta-antologia-1970-2010-9788437630595Andrés Sánchez Robayna

El espejo de tinta (Antología 1970-2010)

 

Edición de José Francisco Ruiz Casanova

Cátedra, Madrid

318 páginas

 

Por Juan Soros

 

“Lo real se entrega sólo en la desnudez.” Esta es una de las “Notas de poética” que acompaña la antología El espejo de tinta de Andrés Sánchez Robayna (Santa Brígida, Gran Canaria, 1952), uno de los poetas más relevantes de la lengua castellana contemporánea. Su importante pensamiento crítico ha generado ensayos sobre poesía, ediciones y antologías esenciales (donde destaca Las ínsulas extrañas, antología de poesía en lengua española (1950-2000) editada junto a Eduardo Milán, Blanca Varela y José Ángel Valente), del mismo modo que su intenso trabajo y magisterio en el campo de la traducción han producido decenas de ediciones propias o del Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna que dirige. Todas estas actividades giran en torno a la poesía, por lo mismo no es de extrañar que, aunque sea un “hombre de letras”, como lo llama el autor de esta antología, la figura de Sánchez Robayna esté marcada, atravesada, por una experiencia profunda de la poesía. Este hecho ha quedado puesto de manifiesto con la edición de su poesía reunida, En el cuerpo del mundo: obra poética (1970-2002) en Galaxia Gutenberg, cuya colección de poesía aglutina actualmente las obras más relevantes del género y es una referencia ineludible para el lector atento, y con la posterior publicación de La sombra y la apariencia (Tusquets, 2010). Por todo ello, quizás lo que faltaba para que su obra tenga una presencia plena en el panorama literario era justamente que entrara en la colección Letras Hispánicas de Cátedra. La condición “de bolsillo” de estos libros permite que los lectores no iniciados se acerquen a obras relevantes pero a veces no tan presentes en los anaqueles de las librerías. Acompañada de un completo, pero no excesivo, estudio biográfico y crítico, la antología se compone de más de doscientas páginas que cubren cuarenta años de oficio poético y a las que se suman, como apéndice, las mencionadas “Notas de poética”, breves fragmentos de reflexión recogidos de los diarios del autor. Es de esperar que el esfuerzo de Ruiz Casanova, editor de la antología, al poner esta muestra de la poesía de Sánchez Robayna al alcance de la mano de los lectores, sirva de primer estímulo o invitación para entrar en profundidad en una obra capital de la poesía actual.

La desnudez que busca el poeta, como catalizadora de la realidad, es quizás una de las características más logradas y, por lo mismo, más rara de esta poesía. El trayecto que se percibe al leer esta antología nos deja la sensación de seguir a un escultor que poco a poco va cincelando la materia verbal, trabajando la palabra con máximo rigor pero también con un cuidado sentido estético. No se trata de cincelar hasta destruir la materia prima sino de darle una forma precisa. Clément Rosset dice que lo real es idiota, igual a sí mismo. Quizás por ello el llamado “realismo” puede estar cargado de esta misma cualidad. Sin embargo, nos dice, Sánchez Robayna, “la realidad se entrega” pero no por acumulación de datos, de información, de anécdota. Al contrario, per via di levare como decía Leonardo de la escultura. La desnudez de la palabra no debe llevar a confusión. No se trata del vacío o el silencio que ha llevado a algún autor, quizás desesperado, a editar un libro con todas sus páginas en blanco. En otra de las breves notas de poética incluidas al final de la antología, Sánchez Robayna cita a Maurice Blanchot en un texto que bien podría dar cuenta de su oficio: “Su vida está consagrada a la literatura y al silencio que le es propio.” La paradoja sólo es aparente. Es necesario mucho silencio para poder decir algo que tenga un sentido en el mundo, que renueve las palabras de la tribu. Palabras que salgan del ruido del mundo (y del mundillo literario) y se coordinen con la “armonía del mundo” de la que habla Sánchez Robayna en su poema “A las imágenes de la meditación” de su último libro La sombra y la apariencia. Armonía que sólo se logra con una disposición a la escucha del canto y cuya búsqueda es una tradición poética fuerte que se asocia, en la modernidad, a poetas como Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Claudio Rodríguez, Ángel Crespo o José Ángel Valente. Sánchez Robayna continúa este camino que no se agota. Cincelando el discurso se logra una palabra no esencial ni mística, tampoco el juanramoniano “nombre exacto de las cosas”, aunque todo ello está ahí, sino una poesía que es pérdida, como quería Georges Bataille. Una poesía que se dona, se sacrifica: “Todo poema es una operación sacrificial. Aspira a hacer sagrado aquello que ha podido tocar con la palabra.” dice otra nota de poética de Sánchez Robayna. Belleza y, sobre todo, gracia, son otros de los ejes no siempre destacados que se articulan con el rigor de esta poesía. La economía de recursos no cansa sino que concentra. El poema pide su forma, desde el poema lírico, espaciado en la página, hasta el poema en prosa, pasando por los poemas-pilares de La roca (1980-1983), con versos de apenas una o dos palabras. Las variaciones sobre temas restringidos hacen que estos reluzcan, emerjan con nitidez, como en una composición musical barroca donde una sencilla frase o danza puede generar un verdadero universo sonoro. La destilación de la palabra poética, con el mar como gran presencia en contraste polar con la luz, es una búsqueda que no acaba y que en su esencialismo nos enriquece, del mismo modo que, en los últimos poemarios, la meditación sobre el tiempo y la memoria.

Sánchez Robayna, considera su escritura religiosa “no sólo en el sentido en que toda escritura, en el fondo, lo es, sino también en un estricto sentido filosófico, en la acepción o la interpretación que de la re-ligación ofrece Zubiri.” Esta poesía, toda poesía real, material, nos ayuda a religar la palabra y el mundo. Es una epifanía material que, de forma análoga al levare con el que se construye, encuentra en la negación una manera de presentar la realidad. Recupera los procedimientos verbales de la teología negativa donde el oxímoron se presenta con recurso de extrema lucidez para desplegar las potencialidades del lenguaje poético. A diferencia de poéticas “realistas”, que pretenden dar su versión del mundo, su crónica, esta poesía nos dona una realidad desnuda en sus paradojas y contradicciones. De manera análoga a la dialéctica negativa de Adorno, la poesía de Sánchez Robayna no formula una síntesis de la realidad sino que crea una constelación de sentido donde poema y mundo son lo real.

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