De dioses y hombres
De dioses y hombres, Miguel Puente Molins, 2013. Scyla Ebooks. 224 páginas. 2,99 €
Por Oscar Bribián
Hace una semana escasa salió a la luz la primera novela de Miguel Puente, autor de la antología El círculo de Krisky, que contenía algunos relatos fantásticos de buena factura. Ahora, este vigués nos adentra con su nueva historia en una ficción sobrenatural con tintes terroríficos, en la que tienen cabida multitud de mitos procedentes de la época antigua mesopotámica, cuna de las primeras civilizaciones y religiones.
Un dios camina entre los hombres. Es Pazuzu, Señor del viento del suroeste, portador de las plagas y la peste. Esta deidad sumeria lleva una vida normal bajo la apariencia de Lucas, un hombre agraciado físicamente que durante las noches deja a un lado la máscara con la que interpreta su vida laboral y sentimental para adoptar su verdadera forma, fecundando a mujeres durante sus sueños. Lleva miles de años haciendo eso, desafiando las reglas de los primeros dioses, con el propósito de engendrar a nuevos nefilim y seguir expandiendo el mal entre una raza débil como la de los seres humanos. Pero Eva, su novia, quien huye de una relación tormentosa con un exnovio que la maltrataba, no lo sabe. Por otro lado aparece Martín, un esquizofrénico en tratamiento que está convencido de ver parásitos (los igigi) con forma de escorpión que anidan sobre algunos hombres, sin que ellos los perciban. Esteban, su sobrino, le cree, porque también tiene esa facultad, además de ser telépata. Otra línea argumental es la de Jorge, un veterano inspector de policía que investiga los horribles crímenes que se suceden en la ciudad. Él acudirá a expertos en magia negra y mitología antigua para arrojar algo de luz sobre un caso que le confunde. Estos son algunos de los nombres propios de una obra coral en la que tienen cabida un amplio elenco de personajes muy dispares.
La historia arranca poco a poco, presentando a los protagonistas y los ambientes en los que se desenvuelven. Adquieren importancia los conflictos como la violencia de género, los trastornos mentales y los procesos de divorcio. Poco a poco nos colocaremos tras la perspectiva de Lucas, en su trabajo y la forma de desenvolverse con sus compañeros. También Martín guarda secretos interesantes que crecen a medida que avanzan las páginas. Pero sin duda, el principal acierto del autor es ambientar la trama en torno a unos mitos mucho más arcaicos que aquellos a los que nos tienen acostumbrados la mayoría de las historias de esta índole (los ángeles y demonios judeo cristianos más arquetípicos). Al apartarse del tópico y adentrarse en un imaginario más esotérico, el argumento se hace más sugerente, ya que el autor va dando pinceladas con signos cuneiformes, conversaciones acerca de la hechicería caldea, el poema de Gilgamesh o las imágenes de esplendorosos zigurats y los sacerdotes sumerios.
Por otro lado, los principales desaciertos de la novela tienen que ver con cierta frialdad del estilo narrativo, que parece distante, y la confusión que produce el intentar darle una profundidad incluso a los personajes más secundarios. También se detectan conversaciones encorsetadas e irregularidad en algunas descripciones, que si bien suelen ser acertadas, y en algunos casos notables, especialmente cuando adquieren tintes oníricos o bíblicos, en otras ocasiones se vuelven demasiado pedestres y chirrían: “su expresión, ya de por sí huraña, se torna más huraña, si cabe”, “observa con tontería paternal las fotos”, “un hall vacío como la cabeza de Forrest Gump”.
Con todo, la historia, con el advenimiento, o más bien despertar, de Imdugud, el águila leontocéfala encargada de derrocar a cuantos desobedecen los designios de los primeros dioses, se cierra meritoriamente; todos los personajes pierden en ella, a su manera, porque todos se han implicado al máximo. En definitiva, un libro para perderse en los abismos de la mitología y la magia negra, muy interesante para quienes deseen verse envueltos y descubrir el imaginario sumerio.