La danza de la muerte: Bailar hasta que la muerte nos separe

Por Jana Pacheco

 “En el teatro, los únicos seres vivos son los espectadores”

Tadeusz Kantor

Uno de los elementos más atractivos para la mirada del vouyeur es contemplar aquello que se descompone. Una manzana consumida o un cuerpo enfermo pueden ser un manjar exquisito para quienes desean contemplar la putrefacción. El dolor y el sufrimiento humano pueden resultar tan apetecibles como la belleza, sobre todo si ésta tiene algo que ver con la muerte.

El teatro puede jugar a desvelar el sentido de nuestra existencia. Strindberg, en La danza de la muerte, nos enfrenta a una pareja que, tras haber pasado su vida juntos, espera la muerte como única solución para liberarse del otro. Lo siniestro aparece en el placer de contemplar el proceso agónico de la degradación.

La propuesta que Rodolfo Cortizo ha realizado en su último montaje con la compañía La pajarita de papel  respeta la esencia de la obra, aligerando la carga que presenta el texto de Strindberg. El director, como un gran maestro de orquesta, ha sabido combinar la música que desprenden sus actores para proponer una danza escénica que invita a bailar sin despegar los pies del suelo. Los intérpretes desarrollan libremente sus habilidades, paseando por una atmosfera creada para la ocasión.

La estremecedora interpretación de Nicolás Fryd y Victoria Peinado sumergen al espectador en un mundo de imágenes subterráneas que invitan a la reflexión. “¿Has conocido a alguien que sea feliz?“, pregunta Alicia al Capitán. Esté respira profundamente generando un silencio ensordecedor. En este tiempo, el público tiene la oportunidad de hacerse la misma pregunta. Él contesta, y su respuesta, quizá no coincida con la propia, pero la reflexión, por unos segundos, ha sido la misma. Esta es la magia del teatro, compartir emociones en un espacio de tiempo concreto.

La danza de la muerte, Strindberg.

 La aparición de Kurt, interpretado por Paco Gámez, pretende ser una ventana de comunicación con el mundo exterior, una esperanza para escapar; pero esta pareja parece haber dejado una huella tan profunda en el otro que ningún elemento externo podrá separarlos. Kurt advierte en ellos el miedo a una muerte que ya se ha producido.

El personaje de la criada, interpretado por Violeta Jara Martín, parece ajeno a esta atmósfera. Sus acciones simbólicas son una máscara de oxígeno hacia la esperanza.

Los cuatro actores nos sitúan en un mundo escénico que reivindica lo corporal como elemento esencial de lo dramático. El cuerpo del actor es el disparador de sus emociones. El espectador se convierte en ese vouyeur que contempla las heridas provocadas por la destrucción mutua. El deseo de ver más allá de la muerte rompe la cuarta pared y nos sumerge en la historia.

El ser humano reflexiona sobre la existencia ante la imposibilidad de ver realizados sus sueños. Esta es la lección que nos da el personaje de Alicia, en un monologo poético donde la actriz despliega todos los encantos a los que aspira su personaje. Edgar, ser humano despreciable, será defendido por su actor como un hombre que busca la piedad y el perdón a las puertas de la muerte.

Buscamos la felicidad en el otro, aquél que nos tiende la mano y sentimos que nos completa.  Sin embargo, cuando esta unión, se convierte en una soldadura, el otro se convierte en una amenaza. Si desaparece, desaparecemos y la única posibilidad de salvación es la misma soldadura que nos ha condenado. Es entonces cuando comenzamos a modificarnos, a adaptarnos, y cuando se produce la trasformación penetrando en el otro cuerpo. Es el amor y no la muerte la que nos completa.

La puerta estrecha nos invita a esta última cena, donde al final se nos tiende una soga para salir a la superficie. ¡Sálvese quien pueda, el último baile no tiene por qué ser el último! “Los espectadores, aún estamos vivos”.

 

cartel_A3 La danza de la muerteLa danza de la muerte

Autor: August Strindberg

Compañía: La pajarita de papel

Dirección: Rodolfo Cortizo

Intérpretes: Nicolás Fryd, Victoria Peinado, Paco Gámez, Violeta Jara Martín.

Lugar: Teatro La puerta estrecha

Horario: Viernes, sábado y domingos a las 20.30h

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