No utilizar la silla salvaescaleras en caso de Gremlins
Por Ana Durá
La historia del cine nos ha ofrecido unas cuantas situaciones brillantes e hilarantes con plataformas salvaescaleras de por medio; un invento que ayudó al verborreico protagonista del clásico del cine Testigo de cargo a recuperarse de su ataque al corazón y que, en cambio, para la vieja adinerada de Los gremlins supuso el fin porque obvió una de las reglas elementales en el uso de estas plataformas: no utilizar en caso de gremlin.
Cuando a un adicto a los retos judiciales, incapaz de desprenderse de su blanca peluca de abogado londinense, le piden que defienda una causa perdida, lo hará. Y se embarcará en la tarea a pesar de que su corazón sea un bastión a punto de sucumbir a causa de su ajetreada vida de letrado, sus coñacs, sus cigarros perennes y sus comilonas sabrosas en colesterol. “Bueno, de acuerdo, pase por esta vez. Puede defender a ese acusado de asesinato”, parecen consentir sus médicos, pero ha de soportar las ideas y venidas de una enfermera con ínfulas de sargento de hierro y, además, le instalan una silla salvaescaleras para ahorrarle los acelerones al corazón.
Así es más o menos la vida que asume el personaje al que presta su piel Charles Laughton, en la admirada, entonces y ahora, Testigo de cargo, dirigida en 1958 por Billy Wilder. En este filme, el mítico actor encarnaba a Sir Wilfrid Robards, un picapleitos de cintura abismal y convaleciente de un ataque al corazón, que se muestra incapaz de resistirse a los ‘encantos’ de un nuevo y enrevesado caso. Por lo tanto, tentado y con la boca haciéndosele agua ante la inminente perspectiva judicial, decide enrolarse en la aventura de defender a un apuesto joven, Leonard Vole, al que acusan de ‘birlarle’ la vida a una solterona ricachona. Así que contraviniendo su ‘dieta de casos civiles’ (que no le brindan demasiadas emociones peligrosas para su querido órgano central), como se queja el letrado en la película, se permite un último banquete con un buen plato de caso penal.
¿Y por qué acusan a este joven? Al parecer las pruebas le colocan en una difícil tesitura: tras la muerte de la rica viuda cincuentona, él heredará sus millones y esa sobrevenida fortuna le señala como culpable. Además, otras muchas circunstancias pesan sobre la inocencia de Vole, pero Robards tiene intención de volatilizarlas con su verborrea de abogado criminalista de los buenos.
Sin embargo, Laughton no está solo. Todos recuerdan a Marlene Dietrich, dando vida a la esposa alemana de ese joven desgraciado, y a Tyrone Power, interpretando a Leonard Vole, ese caballero poco mimado por los astros, pero sobre todo a esa enfermera que persigue con un sinfín de recomendaciones saludables al insumiso enfermo. Para interpretar a esta enfermera, tan vilipendiada por la mordacidad de Robards, se escogió a la mismísima esposa de Laughton, Elsa Lanchester, a ella le han asignado la difícil misión de mantenerle con vida (una vida que no se sabe si resistirá siquiera el metraje de un juicio).
Así que acecha sus puros (cigarros que Robards llega a esconder en el interior de su bastón para burlar a la enfermera), las copas de alcohol, además al abogado le han prohibido las compañías femeninas, y debe acatar una severa agenda de siestas difícil de cumplir (si no eres un bebé). Por último, le instan a dejarse llevar por la silla salvaescaleras, para esquivar los esfuerzos del corazón. Por supuesto, al principio Robards considera que ‘están conspirando para convertirlo en un inválido’, pero pronto sucumbe a esta plataforma e incluso, muy contento por el descubrimiento, llega a pedir una vuelta más con el pretexto de hacerse con los mandos.
Lo cierto es que las sillas salvaescaleras han estado presentes en Hollywood buscando lucirse no sólo en historias como la referida, sino también en películas como Los Gremlins, (1984). En este filme, una vieja gruñona que detesta los villancicos y todo aquello que desprenda olor a Navidad, es pasto de las perrerías de estos seres. Sí, como una señora Scrooge que en lugar de recibir la visita de los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras, es escarmentada por los gremlins. Por cierto, ellos sí que parecen adorar la parafernalia navideña, pues entonan villancicos y pasean sus berridos puerta por puerta. Pero volvamos a la señorona rica que tratando de huir de ellos, se encarama a su silla pero derrapa peligrosamente escaleras arriba, pues no observa la primera norma del libro de instrucciones que acompaña a toda silla salvaescaleras que se precie: no usar en caso de gremlin. La ‘hazaña’ de los gremlins se consuma y la anciana acaba siendo despedida por la ventana y ensartada en la nieve.
En cambio, la que carecía de salvaescaleras, pero hubiera dado todo por contar con una de ellas ensamblada en su escalera, es Blanche Hudson en ¿Qué fue de Baby Jane?, (1962). El papel lo interpreta Joan Crawford, una antigua artista de cine parapléjica que ha quedado a merced de los cuidados de su resentida hermana, Jane, encarnada por Bette Davis. Ésta, por cierto, no le profesa un gran amor fraternal; ni siquiera un pequeño amor fraternal. Más bien todo lo contrario, la odia por haberla eclipsado a ella como actriz. De modo que cuando Blanche queda recluida en el piso superior sin posibilidad de salir (por gentileza de Jane), le habría venido de perlas una silla salvaescaleras para poder descender al piso inferior, descolgar el teléfono y notificar al policía de turno que su hermana, una locatis en su estadio final, pretendía matarla.
Seguro que, de haber sabido del apuro de esta dama, Sir Wilfrid Robards le habría prestado la suya y le habría dicho, de paso, que ‘con una vuelta más se hacía con los mandos’. Blanche se lo hubiera agradecido confiándole la defensa de su causa; aunque quizás aquel último voltio por los juzgados hubiera acabado matando al letrado que sí que sabía que estas plataformas no deben emplearse en caso de gremlin.
Jaja me he echado unas risas con lo de los gremlins.
Muy buena recopilación de sillas salvaescaleras en el cine.
Muy original el tema del post. No podíamos imaginarnos que las sillas salvaescaleras tuvieran tanta historia en la gran pantalla. También hemos aprendido a no usarlas en caso de gremblins, pero me pregunto si ocurriría lo mismo con las plataformas salvaescaleras, ya que parecen más seguras.
Saludos
El título es muy bueno, en caso de gremlins no utilizar salvaescaleras…ni ningún ascensor!! menudos eran estos bichillos.
Nunca me había parado a pensar detenidamente de que estos elevadores llevan tantos años dándonos un servicio increíble de accesibilidad y además en la gran pantalla. Muy buen post! Un saludo!!
jajaja, buscando información sobre distintos tipos de elevadores me he encontrado con este post. Enhorabuena, solo con el título ya me ha sacado una sonrisa y la verdad es que está muy bien llevado. Ni idea de que hubiese apariciones tan estelares de salvaescaleras en la historia del cine. Un saludo!