Hablamos con David Valero, director de "Los increíbles"
Por Rubén Romero Sánchez
Mañana 4 de junio se proyecta en el Festival de Cine de Alicante, Los increíbles, la fabulosa película de David Valero, uno de los regalos más sensibles, verdaderos y humanos que he visto en los últimos tiempos. Y debería ser sólo el principio, ya que esta película es un auténtico prodigio que destaca brutalmente entre la basura que presenta la cartelera cada viernes en este país mezclada con alguna que otra película.
David Valero posee una profunda mirada personal que impregna cada fotograma de su obra y eso el espectador lo percibe, lo siente. Este alicantino, que se gana la vida con su empresa de publicidad Kamestudio, ha sido uno de los bombazos del pasado Festival de Cine Atlántida Film Fest. Y del Documenta de Madrid.
Yo, aprovechando su estancia en la capital durante la presentación de su película en este último festival, quedo con él en una cafetería y hablamos largo y tendido. Una hora y algo después de haber acabado la entrevista seguimos hablando y la tarde y las citas siguientes se nos echan encima. He conocido a muchos directores de cine humildes, pero David se sale de cualquier patrón. Es el encanto convertido en persona.
Se estrenan muchas películas en los cines a lo largo del año, pero, si hay una cuyo visionado debería ser imprescindible no sólo para cualquier aficionado al cine sino para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, esa es Los increíbles.
– ¿Cómo surge la idea de Los increíbles?
– En el 2003 me propuse rodar un corto en 35 mm, que para mí fue el «trabajo de fin de carrera», porque yo no tuve la posibilidad de estudiar cine. Me propuse ir a Barcelona a estudiarlo pero era muy caro. Así que seguí rodando cortos e hice el de Niños que nunca existieron. Lo rodé con amigos de toda la vida de mi pueblo. Aprendí mucho ahí. Pero me di cuenta de que rodar cine era muy caro, así que me puse a trabajar en una gasolinera, donde estuve tres años. Ahí es donde conocí a Juan, que es el personaje de Ala Rota. En el 2006 entró una productora que puso dinero y el 6 de junio de 2007, cuatro años después, conseguí estrenar en mi pueblo Niños que nunca existieron. Entonces dejé la gasolinera y seguí por festivales con el corto, y me hice cierto nombre en el mundo del cortometraje. En el 2008 quería hacer una película, pero era impensable que una productora me diera dinero para rodar un guión propio, así que decidí, ya que había llegado el digital, rodar algo con mis propios medios. No sabía qué quería contar, pero me acordé de mi amigo Juan, de su accidente de tráfico, el problema con su mujer… Así que decidí contar la historia de tres hombres solteros, pues también estaba mi vecino, que se había separado de su mujer y vivía cerca de una botella de oxígeno. Y me acordé de un tío que venía a robar a la gasolinera, un tipo que vivía solo y le daba al vino. Y decidí contar la historia de tres solteros. Juan aceptó, pero luego localicé al tipo que venía a robar, en su casa perdida por el campo. Se lo propuse, pero no estaba muy interesado. Él era un buscavidas y llevaba una vida diferente. Un día volví y vi que estaba allí la Guardia Civil. En su granja cuidaba gallos de pelea, y me di cuenta de que era un riesgo y decidí que no. Así que hablé con Juan y le propuse grabar su vida.
– ¿Y cómo aparecen las historias de la señora mayor y la chica con cáncer?
– Yo empecé a rodar la vida de Juan la nochevieja del 2008. Le dije que probáramos a ver qué tal y si no le gustaba lo dejáramos. Y en marzo, en una tienda de fotocopias de San Vicente, el dueño, Julio, con el que tengo amistad, me dijo que a su mujer le habían diagnosticado cáncer. Me dijo que le gustaría que grabara la vida de su mujer, cómo hacía frente a la enfermedad. Yo le dije que ya estaba con un documental. Me dijo que me lo pensara. La vida de Juan ya era dura, y grabar la vida de una mujer de 30 años con cáncer me parecía más duro todavía. Me lo pensé durante unas semanas y decidí probar a ver si funcionaba. Así que quedé con Joana, que no la conocía, y le dije que grabáramos, pero que si a mitad de película ella quería dejarlo no había problema, porque lo importante era ella, no la película. Entonces me di cuenta de que los dos documentales tenían algo en común: la vida de Juan se truncó por un accidente a los 36 años y a Joana le cambió la vida un tumor a los 30. Así que decidí unirlos en una misma historia, pero según los grababa me di cuenta de que era un dramón, de que la gente saldría del cine diciendo: «¿Qué hago, me suicido?». Entonces decidí meter un personaje que equilibrara la balanza, porque en la vida hay momentos alegres y momentos tristes. Así que decidí meter a mi tía abuela María. Es una persona con una vitalidad alucinante, a la que le cayó un rayo, se le murieron dos hijos, tuvo dos cánceres… Era el personaje que sería contrapunto cómico. Al principio quería hacer «Los 4 magníficos», porque tenía también «La niña de las estrellas», sobre la hermana de un amigo mío que tiene síndrome de Down. Pero me di cuenta de que con cuatro personajes no teía tiempo para mí. Así que quedaron tres, que fueron «los increíbles».
– ¿Y cómo conseguiste que la gente se abriera tanto ante ti?
– Fue un proceso lento. Con Juan tenía una amistad bastante fuerte. Al principio estaba cohibido, no era él. Necesitó un tiempo de adaptación a la cámara hasta que de verdad fue él. Le dejé una videocámara para que grabara un diario. Le servía como terapia, como contarle algo a alguien. Eso es 100% documental, porque allí no había nadie, estaba solo él. Hay escenas muy potentes. Yo cuando veía lo que había grabado alucinaba, le decía que ni el mejor actor del método. Mi tía abuela María fue ella desde el primer día. El problema fue con Joana. Yo no la conocía, y me resultaba muy violento, además con dos niñas… Yo me sentía a veces un poco apartado de esa situación. Así que al principio no grababa mucho, sino que quedaba con ella, me contaba cosas de su enfermedad… Pasé así cinco o seis meses, hasta que pude grabar y que ella se mostrara como es.
– Juan prefería vivir con el brazo cortado si eso le evitaba los dolores, es un apersona que ha sufrido el desamor, que lucha día a día. Joana es una persona de 30 años cuya vida cambia. Y María es una persona de 94 años con mucha vitalidad. Levantarte cada mañana y seguir luchando contra algo que no has buscado y que te ha encontrado a ti, tú lo verás muy normal, pero yo lo veía heroico. Claro que son gente que sufre, pero eso también es de superhéroes, porque tienen sentimientos. Y no son superhéroes sólo porque les haya ocurrido esto. Hay superhéroes que no tienen una minusvalía, pero yo los veía superhéroes porque son gente cercana a mí.
– A la hora de rodar te sometías mucho a la imprevisibilidad. Cualquiera de los tres podría haber muerto durante el rodaje (Juan habla de suicidarse, María tiene 94 años y Joana tiene cáncer (murió al acabar la película)).
– La película se rodó sin guión. El guión me lo marcaba el día a dia. Esto tenía ventajas e inconvenientes. Ventajas: la frescura. Inconvenientes: el caos a la hora de editar, porque era mucho material. Yo con María terminé cuando ella cumplió 95 años. Un día recibí una llamada de mi tío y me dijo que la abuela se estaba muriendo, y que fuera al hospital a grabarla. Yo le dije que no podía grabarla en ese momento. Al final grabé un plano de la ambulancia llevándosela al hospital, por lo que pudiera suceder, por si tenía que ser el último plano de mi película, pues tenía una operación compleja, con anestesia general. A las dos o tres horas me llamó mi tío diciéndome que María quería que la grabara despidiéndose. Entonces fui con la cámara, y la grabé despidiéndose de su hija, y grabé ese momento tan mágico. Con Joana, en el último plano que grabé ella pesaba ya 26 kilos, y le dije que ahí se terminaba de rodar, pasara lo que pasara, y ese fue el final de la película. No había puesta en escena, sino puesta en situación. Yo decía: «María, vamos al cementerio con tu hija», y allí íbamos y yo con la cámara grabando. La película funciona tan bien porque son personas que no están fingiendo, son naturales.
– ¿Cuándo te enteras de que ha fallecido Joana?
– Joana falleció el 12 de septiembre de 2011. Yo ese último plano lo rodé con ella tres o cuatro meses antes. Yo aún no estaba montando. Quien le dio la forma a la película fue la montadora Aurora Sulli, que hizo un trabajo excepcional.
– ¿Crees que esta película se puede estrenar en salas comerciales?
– Yo creo que no. Es una película documental-ficción, yo no la veo como un documental. Lo que se cuenta es real, pero realmente está narrada y grabada utilizando las reglas de la ficción. La gente no está acostumbrada a ver este tipo de cine. Quizá una minoría, pero no para hacer un lanzamiento. No creo que en España el público vaya a ver una película como Los increíbles.
– Esa película en Filmin la ha visto muchísima gente, y si la echaran en la tele en prime-time sería el programa más visto.
– No sabíamos la magnitud de la película hasta que la vimos en San Sebastián. Yo la objetividad ya la he perdido, pero en San Sebastián la gente se descojonaba y lloraba. Entonces vi que teníamos algo valioso. Quiero pensar que la gente pensara: «vamos a dar una oportunidad a este tipo de cine y vamos a verla». Ojalá estrenáramos en cuatro o cinco salas, me conformaría con eso.
– Lo mejor es cómo no te regodeas en el drama, sino que nos lo muestras y también muestras el contrapunto de la comicidad para que descarguemos un poquito. Al final, acabas emocionado pero diciendo: «joder, qué bien me lo he pasado».
– Algo que me preocupaba mucho a mí es hasta dónde podía llegar. De hecho, tengo escenas descartadas que rozan la pronografía dramática. Pero no quería hacer una película que fuera un reality show de Telecinco. Quería mostrar a las personas con dignidad. No puedes tratarlas como si fueran muñecos. La película tiene planos muy poéticos: el plano de un minuto de Joana en el ascensor, o el de la bandada de pájaros… Eso no se aguanta en una película española. El plano de 40 segundos de ella cuando le van a quitar la venda… Es una película de emociones, de sentir, de dejarte llevar por lo que ves ahí, más que una película comercial.
– Para terminar, David, cuéntame algo sobre tus proyectos actuales.
– Ahora estamos con una película titulada Los sumergidos, una película de ciencia ficción, social y thriller, todo mezclado. Lo he escrito con Silvestre García, que ha sido guionista en Los Serrano. Yo no tengo su experiencia y me ha ayudado muchísimo. Hay dos productoras interesadas: una canadiense y otra valenciana. Y esperando a que lleguen las ayudas, que han desaparecido.
Una vez más una entrevista en manos de Rubén Romero se convierte en literatura de la mejor. Para los que amamos lo literario y lo cinematógrafico leer «algo como esto» ( es el mejor modo de definir lo que acabo de tragarme de un tirón ) es altamente motivador. Claro que las respuestas son antológicas. Lo que transmite en sus palabras este chico es, sencillamente, la vida. Lo mismo que transmitía en sus gestos Charles Chaplin – o Buster Keaton – pero en frases dichas y transcritas todas seguidas. Esta entrevista – con sus agudas preguntas que hacen de palanca – es también increíble y nos enseña la fuerza del intento, la esperanza en medio de la selva, el elegir un camino contra viento y marea y – a lo que parece, pues yo confío en el criterio de Rubén – un espléndido resultado. Ver en un espacio pequeño y una gente corriente la inmensidad de sus existencias está al alcance de pocos. Sobre todo cuando esa visión luego se lleva al cine. Gracias por esta entrevista, tan motivadora, que hace desear que el séptimo arte se confunda – ocurre a veces – con la séptima vida. Y se separe del puto dinero. Contra viento y marea y con criticas como esta, aunque se cierren salas, y se suban Ivas a la cultura ( no se le puede perdonar, señor Wert, sobre todo porque, en parte, es para financiarles a ustedes, los que viven de la política ) la esencia del arte cinematográfico sobrevivirá.