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UNA JUSTICIA RÁPIDA, INDEPENDIENTE Y GRATUITA

LaCajaDeOscar0-300x300Por OSCAR M. PRIETO. “Antes el deber que la devoción” es uno de esos tópicos, lugares comunes, que nunca cuestionamos y quizás deberíamos poner en cuarentena antes de asomarnos a pronunciarlos. Otro día, tal vez. Hoy son otros los deberes que me apremian. Por un lado tengo que examinarme de Historia Medieval de España y por otro tengo el compromiso de cada martes con esta Caja nuestra que nos lleva y nos trae. ¿Qué hacer? Por otra parte, según se mire (otro día quizás también sería interesante hablar sobre ópticas y perspectivas) estos mismos deberes también podrían clasificarse perfectamente como devociones, pues la Historia la estudio por placer (aunque algún malvado insiste en que se trata de otra fórmula más a la que me entrego para matar el tiempo) y La Caja es la alegría semanal de entrar en contacto con vosotros.

Ojalá todos los problemas fueran tan sencillos. En realidad no tengo que elegir. Puedo hacer las dos cosas a la vez  ¿Qué mejor que hacer de esta Caja un rápido repaso a una de las posibles preguntas del examen? Sí, creo que esto es lo que voy a hacer.

Ante tanto revuelo que se está levantando con la reforma de la Justicia –aunque la Justicia, por definición no puede reformarse-, yo sólo diré que la Justicia debe de ser independiente –que no ciega- y rápida. Una Justicia dependiente, es decir, con la venda levantada para así poder hacer acepción de personas, inclinando la balanza a un lado u otro en función de quién sea el acusado, y una justicia lenta, que prolonga el calvario, incluso en años, arrastrándose por los pasillos de las distintas instancias judiciales, es una contradicción en los términos. Por lo que deberíamos hablar, si es lenta y no es independiente, más que de Justicia, de injusticia. Así que, tal vez hayamos entendido mal, y sea una reforma de la injusticia la que andan tramando desde el Ministerio de la cosa.

Sin embargo no siempre fue así o no todos los tribunales han adolecido de los vicios señalados. Y esto bien lo sabían los hermanos Carvajal, que queriendo justicia fue a otro tribunal al que apelaron. Esta es su historia, ocurrida en los primeros años del siglo XIV.

Los hermanos Carvajal, Pedro y Juan, fueron acusados de asesinar al caballero Juan Alonso de Benavides, a quien quería mucho el rey. Según cuentan las crónicas, el rey, Fernando IV,  usando de rigurosa justicia, fizo prender a ambos hermanos, y despeñar de la Peña de Martos. Pero Juan y Pedro, clamaban por lo injusto de su muerte, alegando su inocencia, hasta el punto de que

    antes que los despeñasen dixeron que Dios era testigo y sabía la verdad que no eran culpantes en aquella muerte que les oponían, y que pues el Rey los mandaba despeñar y matar a sin razón, que lo emplazaban de aquel día que ellos morían en treinta días que paresciesse con ellos a juicio ante Dios. Los escuderos fueron despeñados y muertos, y el rey Don Fernando vino a Jaén. Eacaesció que dos días antes que se compliese el plazo se sintió enojado, comió carne y bebió vino. Como el día del plazo de los treinta días que los escuderos que mató le emplazaron se compliesse, queriendo partir para Alcaudete, que su hermano el Infante Don Pedro havía a los Moros tomado, comió temprano, y acostosse a dormir en la siesta, que era en verano; acaesció assí que quando fueron para le despertar, halláronlo muerto en la cama, que ninguno no le vido morir.

Desde entonces, este rey Fernando, ha pasado a la historia como El Emplazado, puesto que fue emplazado a presentarse al juicio divino antes de 30 días y, a punto de cumplirse el plazo, allí se presentó. Cuando leo esta historia me digo a mí mismo: Eso sí que es un juicio rápido. Un juicio rápido, pues en menos de un mes estaba visto y sentenciado el caso. Y también independiente, pues como dice el Deuteronomio 10:17: “el Señor vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni acepta soborno”.

No es el único caso que la Historia nos ha conservado. Jacques de Molay, último gran maestre de la Orden del Templo, antes de achicharrarse en las llamas de la hoguera, también emplazó a todo un rey de Francia y al papa de Roma que lo habían condenado: «Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!… A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año…».

Cuánto podríamos aprender de la Historia y no lo hacemos por desconocerla. Y me temo que con esa otra reforma de la cosa educativa, vamos a seguir ayunos de la misma. Tengo el tiempo justo para el último repaso, así que regresando al inicio, mejor que antes del deber la devoción, me quedo con el consejo del viejo Zarathustra:

“El tú debes, debe ser vencido por el yo quiero”.

Salud

Ps: Estrenamos hoy carátula en La Caja y agradecemos desde aquí la generosidad y al ingenio de Casildacasi.

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