Beber en rojo (Drácula)
Beber en rojo (Drácula), Alberto Laiseca, Editorial Muerde Muertos, 128 páginas.
Por Juliano Oscar Ortiz
Siempre es un juego asombroso asomarse a la literatura de Alberto Laiseca. Un escritor que busca por todos los medios pararse sin contenerse en los campos de la exageración y el desborde. ¿Su exageración es ficticia? Para nada, su monstruosidad literaria se deja observar en los confines de la libertad, esa extraña forma que usan los grandes autores y que deja un tendal de fervorosos admiradores en el camino.
Beber en rojo (Drácula) es la reescritura de este clásico universal donde los personajes se sitúan en los ambientes de la casa Usher, aquel mítico escrito de Edgard Allan Poe. Los elementos comunes a escritores y libros admirados no terminan allí, Drácula es Laiseca, comparten gustos y obsesiones. Desde esos lugares, ajenos y tan íntimos a la vez, se sucede una historia que se puebla de citas y elementos comunes a la literatura de horror y que coquetea con los giros del mejor erotismo y del misterio.
Laiseca homenajea a todos y cada uno de los referentes de la literatura de terror y le hace un guiño a Borges en cuanto a intertextualidad se refiere (un texto no es sino reescritura de otros textos y quizás de un primer texto). De alguna manera el “hombre libro” que fue Borges y que lo llevaba a plantearse no sólo escritura sobre temas precisos, sino escritura sobre la literatura misma (auto reflexión) y sobre los escritores (imaginarios y reales), es también una idea central en la obra de Laiseca.
Es imposible no pensar en el texto de Bram Stoker y hacer infinitos y permanentes paralelos con el texto de Laiseca. Esta acción lúdica e inconsciente permite vislumbrar otro texto, otra vuelta a una historia que, a pesar de ser harto conocida, sirve como partida para realizar un diálogo fructífero y singular, pervirtiendo y reinventando el texto original.
Con este monstruo (hablo de Laiseca, no del personaje central del libro) es difícil ir a dormir. Su prosa, explícita en las descripciones, extremada en su estilo, es de una vitalidad horrorosa que asusta al lector primerizo. Hace suya la tesis de Jeffrey Cohen “El monstruo siempre huye”, en su libro sobre teoría monstruosa. Y toda huida trae consigo la inminencia de su posible regreso, pues el monstruo se vuelve imaginario, es el reflejo del miedo en el ser humano, se esfuma, se vuelve inmaterial, solo para regresar bajo una apariencia sorprendente.
Editorial Muerde Muertos suma a su catálogo a uno de los escritores más prestigiosos de la escena literaria argentina. Beberemos de ese árbol carnal generoso y cautivo como dijo alguna vez Serrat.
Juliano Oscar Ortiz es escritor y colabora con diversos medios de comunicación (Diario Democracia y revistas Sumacultural, Culturamas, Jaque, Alrededores y Crac! Magazine). Ha obtenido premios en cuento y poesía en varios concursos literarios. Además es especialista en Desarrollo Personal y Liderazgo.