“Black Dog Barking” de Airbourne. El arte de la potencia
Por Kepa Arbizu.
Empecemos por la parte problemática o delicada. Sí, Airbourne suena mucho a sus paisanos AC/DC y sí, su cantante puede recordar en su tono “chillón” tanto a Brian Johnson como Bon Scott. Dicho lo cual, a estas alturas no debería hacer falta esgrimir a modo de defensa aquella frase de “lo que no es tradición es plagio” o sacar a relucir tantas y tantas similitudes entre artistas. A la larga, de lo que se trata, aunque suene a obviedad, es de hacer las cosas bien, y fijarse en los más grandes suele ser un buen método para ello.
Los hermanos O’Keeffe (Joel y Ryan) junto a Justin Street y David Roads, publican ahora su tercer disco bajo el título de “Black Dog Barking” e ilustrado con las fauces de lo que parece más un tigre en actitud desafiante, o lo que es lo mismo, una declaración de intenciones en toda regla. Y precisamente eso es lo que encontramos en este nuevo trabajo y que resulta ser a la postre la esencia de esta joven banda: potencia e intensidad.
Un álbum que mantiene, si no incrementa, el pulso sonoro de la banda y se convierte en otro nuevo capítulo del rugido de estos australianos. La producción del mismo va correr a cargo de Brian Howes (Nickelback, Simple Plan, Puddle of Mudd), alguien que sabe perfectamente trabajar con sonidos rock pero adecuándolos y presentándolos de una manera limpia y clara, lo que no nos engañemos, también colabora a que el público potencial del disco sea amplio.
Desde el primer segundo y hasta el último el disco va a pisar el acelerador y no lo va a soltar en ningún momento. Los ingredientes ya se saben perfectamente: la suma de hard rock y heavy clásico. Como siempre nos vamos a encontrar con varios de esos ejemplos en los que calcan a la perfección a sus compatriotas AC/DC, algo que no es desdeñable en absoluto porque el resultado es un ritmo de esos que conjugan a la perfección potencia con grandes estribillos. Sólo hace falta ponerse a escuchar temas como “Animalize” o “You Got the Skills (To Pay the Bills)” para así ratificarlo.
Pero todavía pueden sonar más acelerados, y valiéndose de ese ritmo trotón a lo Judast Priest llegan a cimas realmente excitantes de fuerza como “Ready to Rock”, “Hungry” (con un inicio que parecen acordes eléctricos de flamenco) o “Firepower”. En temas como “Cradle To the Grave” o “Live it Up” se adivinan algunos (leves) matices diferenciadores en los que por momentos deceleran el ritmo en busca de algo más de épica y profundidad. Un tema sin embargo como “Back in the Game”, que tampoco figura entre los más vigorosos, opta por el sonido clásico a lo Def Leppard.
“Black Dog Barking” no engaña a nadie, todo el mundo sabe perfectamente lo que ofrece, algo tan claro y rotundo como incitar a desmelenarse a todo aquel que lo escuche. Algo que hacen a las mil maravillas, por cierto. Por lo tanto, si lo que alguien busca es experimentación, “nuevos” sonidos, mezclas inimaginables o la banda sonora para una cena romántica, este no es su disco. O quizás sí, nunca se sabe.
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