César Pérez Gellida: «Los conejos de la chistera son una falta de respeto al lector».
Por Ginés Vera
Ginés Vera: La novela tiene como escenario Valladolid, pero la gestación del mal no tiene patria.
César Pérez: Valladolid es una ciudad que conozco muy bien; me apetecía ubicarla aquí por ser la primera novela, porque viven mi familia, mis amigos, y porque he encontrado rincones dentro de la ciudad que no son muy conocidos por los que la hemos habitado y que encajan bien con la novela negra.
G.V.: La fórmula del asesino corriente, entre comillas, y el inspector de policía cuarentón muy humano no es una formula nueva, pero estos personajes tienen algo nuevo, particular.
C.P.G.: Para el personaje de Augusto Ledesma siendo un sociópata narcisista, he tratado de vincular la dificultad que tienen los que sufren esta patología, la dificultad para empatizar con la sociedad, mediante dos vehículos de comunicación: la música, las canciones, y la poesía. Creo que eso es lo que hace que el lector no le etiquete desde el principio, sino que le dé a Ledesma el beneficio de la duda, ver qué camino ha recorrido para llegar a ser un sociópata y termine asesinando.
Con el de Ramiro Sancho he tenido la ventaja de contar con la colaboración de un inspector de policía del departamento de homicidios. Él me ha hecho ver la faceta humana que hay detrás de un investigador, que hay personas normales y corrientes con sus familias. Una realidad bien alejada del estereotipo del detective de la novela negra de los años 20 sajona que nos han ido contando: personas individualistas, profesionales en su trabajo y un fracaso en su vida personal.
Cuando me puse a perfilar la historia yo tenía en la cabeza lo que todos tenemos de lo que hemos visto en la pantalla o leído en los libros. La realidad, como digo, tiene muy poco que ver porque los procesos que siguen son muy arduos, muy manuales, muy artesanales y muy de andar por casa. El ordenador está ahí, pero es más papel y bolígrafo; cabeza, intuición y muchísima calle, están todo el día en la calle, todos los rangos del grupo de homicidios.
Este inspector me ha hecho ver el lado humano y decidir que desde luego es un trabajo que carece de glamur cuando se viste al investigador con este halito de vida bohemia y envidiable; de envidiable tiene muy poco.
G.V.: Alicia Giménez Bartlett confesó que los lectores de la novela negra son de los más fieles. ¿Lo crees así, eres un asiduo al género? ¿Te has inspirados en los grandes escritores americanos y sajones?
C.P.G.: He leído novela negra y sí que es verdad que tienes unas influencias; sin embargo, yo con la novela negra me decepciono más que me ilusiono. A lo mejor es porque no he dado con el tipo de autor que me gusta. Cualquier cosa que cae de Chandler me lo leo. Jo Nesbø en literatura nórdica, me ha sorprendido muchísimo, he devorado todo lo que me ha caído. Y en España hay grandes autores que quizá no son tan conocidos o no han vendido tanto, pero si hablamos de Juan Madrid, que es un escritor estupendo, o el propio Lorenzo Silva o Juan Gómez-Jurado, tenemos tres nombres que son para mí autores de muchísimo nivel que han tenido la mala suerte de nacer en este país. Este tipo de autores en Estados Unidos…
G.V.: Hubieran tenido más competencia, ¿no?
Aportan algo distinto que quizá no está tan visto en el modelo anglosajón de novela negra y que a mí me parece que aporta algo mucho más humano, más creíble.
G.V.: Háblanos de la fase de documentación, de las técnicas criminológicas.
C.P.G.: Ahí hay más labor de documentación que la verdadera base de investigación. Ha habido una etapa profunda de estudio, de la parte psicológica de los personajes, de la parte de criminología, sobre todo del grupo de los sociópatas, para dibujar el perfil de Ledesma.
La novela no la escribo siguiendo un argumento, siguiendo un guion o un chasis, si no que en la medida en la que la he ido haciendo la he ido escribiendo día a día. Entender muy bien cuál es el trabajo de investigación hace que el enfoque sea uno o sea otro.
En la parte de investigación prevalece el contacto con esta persona (el inspector de homicidios) que me ha ido contando y que he seguido en su día a día. Se ha volcado conmigo como para ponerle de coautor del libro.
G.V.: Lo de construir la novela desde la técnica narrativa cinematográfica, ¿fue una decisión consciente o lo viste como una necesidad en la medida el público quiere más lo audiovisual, ese enfoque cinematográfico?
C.P.G.: Yo es que no sé enfocarlo de otra forma, ten en cuenta que yo la historia antes de escribirla la visualizo en la cabeza y la voy describiendo conforme me voy imaginando el transcurso de esa acción. El lenguaje es verdad que es muy cinematográfico y es lo que ayuda al lector a imaginarse el escenario y empatizar con lo que tú quieres transmitir.
Sí tiene una clara pretensión de ser llevada al cine, de hecho, los derechos audiovisuales son de Michael Robinson y ahí estamos avanzando con algunas conversaciones con productoras interesadas.
G.V.: Pregunta obligada, háblanos de la poética y la banda sonora que aparece en la novela.
C.P.G.: Parte de mi ADN está en todos los personajes; al de Ledesma le aporto el gusto por la música, no en todas las canciones, ya que algunas las he escogido porque encajan dentro del perfil.
Hay grupos musicales que son de mi devoción y es difícil traer eso para el personaje; yo lo que quiero es que esas letras, esa música, explique al lector lo que yo no llego con la letras. Y luego la poesía es otro vehículo de comunicación que tiene la novela. Su función principal es la de la interpretación, son como imágenes que el lector interpreta en su cabeza y que le da un volumen y un sentido. Con estos dos vehículos de comunicación lo que quiero es que el lector empatice con Augusto Ledesma.
G.V.: Mememnto mori casi suena a un guiño irónico frente a un posible éxito, con una primera novela, ante el duro panorama editorial.
C.P.G.: Es una buena analogía, me parece muy acertada la pregunta. Es verdad que es francamente difícil moverse. Aquí jugamos con la ventaja de que la crítica ha sido muy positiva desde el principio; me interesaba también el punto de vista del lector y éste está facilitando mucho el boca oreja y que el libro tenga más vida en el punto de venta.
¿Qué es lo que sucede en el mundo editorial ahora? Que vas al punto de venta y ves en la exposición de novedades los grandes autores de best sellers, pero a los quince días viene otro y así sucesivamente. Luego hay otros autores que tienen una posición mucho más pequeñita. La forma de hacerse hueco es mediante la ayuda que nos proporcionáis los medios, que me parece fundamental, toda la labor que hacéis de la lectura. Porque al final nos movemos entre el exceso de información que nos llega, noticias, televisión… Tiene que haber un tamiz que al lector le ayude a decidir, no digo que vayas a prescribir el producto, pero si a decidir.
G.V.: Hay gente que ya no ve las noticias porque está harta de tanta barbarie, asesinatos y violencia, ¿no crees que introducir en el panorama literario más desazón, más sangre, es ahondar más, que la gente lo que busca es esperanza?
C.P.G.: Sí, ahora mismo la gente está muy crispada, pero creo –o quiero pensar– que lo que está buscando es entretenimiento. Yo creo que alguien que tiene dos horas para leer quiere esa desconexión con la realidad, lo que busca es una lectura ágil, una lectura en la que no se le haga denso, no se le haga bola. Ten en cuenta que hay libros que se nos hacen bola. Para leer libros densos hay que tener momentos propicios para ello. La soledad que tenemos en estos momentos con unos horarios lamentables, trabajando muchas horas, al final el tiempo que tienes para leer es escaso y en España, además, con el buen tiempo tienes otras muchas opciones. Al final tienes en internet todo lo que quieras, así que al lector que decide coger un libro y pasar páginas hay que tratarlo con muchísimo respeto. Yo lo he escrito con la intención de entretener y la de que el lector se haga su propia lectura si la quiere hacer.
G.V.: Planificación, procedimiento y perseverancia como fórmula infalible de Poldy, leo en la novela, pero ya has comentado que no te lo has aplicado para gestarla.
C.P.G.: No, no lo he seguido; porque yo sí tenía un objetivo y es que no quería un producto en el cual le fueras anticipando al lector lo que le vaya a pasar. Ahora el género negro es el que más se lee junto con la novela histórica y es muy difícil innovar. Parto de esa premisa, anticipar a un lector y que sepa la página treinta –como nos has ocurrido a muchos– quién es el asesino al final lo que hace es que el lector cierra el libro y lo tira.
Yo como no sigo ninguna planificación, va haciendo que el argumento vaya creciendo por sí solo, es la única forma que yo entiendo que hay de ‘engañarse’ a uno mismo y al lector. Yo me planto en la escena, la estoy imaginando, y me pregunto: “¿qué pasa aquí?, pues pasa esto”, pero no porque lo haya contado antes. Luego si, cuando termino el primer borrador, para que todo el argumento tenga sentido, para que no hayan huecos de argumentación. Si algo odio de la novela negra o de intriga son los conejos de la chistera, son una falta de respeto al lector y los hay. Eso me cabrea, o que al final te lo expliquen todo, como en algunos libros de Agatha Christie.
G.V.: Mi última pregunta también la extraigo de la novela: “Si no sabes cómo seguir, mejor no sigas.”
C.P.G.: Sí, yo creo que esto nos lo tenemos que aplicar mucho, no quiere decir que abandones, quiere decir que muchas veces nos tenemos que parar a reflexionar, respirar y luego continuar, en ese camino o en otro. Pero en este país somos muy de: “me ha tocado andar este camino y sigo, sigo, saltado piedras, luego un sendero, una autopista y ya veremos lo que viene”. Yo creo que hay que pararse y reflexionar…